Unos dedos rozaron levemente su hombro. Kincaid se sento en el taburete que tenia al lado.

– Gemma. Manteniendo el bar a flote sin mi… ya veo.

– Ah, hola, jefe. -Noto como se le aceleraba el pulso en la garganta, a pesar de haber estado esperandolo.

– Y flirteando con los vecinos del lugar… Un tipo con suerte. -Sonrio a Tony-. Tomare una… Brakspear, ?no es la que se fabrica en Henley?

– Mi jefe -dijo Gemma, como justificandose ante Tony-. Tony, el comisario Duncan Kincaid.

– Es un placer conocerlo. -Tony lanzo una mirada de sorpresa a Gemma, mientras estrechaba la mano de Kincaid.

Gemma miro con ojo critico a Kincaid. Alto y esbelto, cabello castano claro un poco revuelto, corbata torcida y la chaqueta de tweed salpicada de lluvia… Gemma supuso que no tenia el aspecto del comisario de Scotland Yard que la gente imagina. Y era demasiado joven, por supuesto. Los comisarios han de ser definitivamente de mas edad y mas gordos.

– Explicamelo todo -dijo Kincaid cuando Tony le hubo servido la cerveza y se hubo ido a atender a los clientes de la mesa.

Gemma sabia que el confiaba en que ella digiriera la informacion y regurgitara los puntos pertinentes. Raramente necesitaba usar sus notas.

– He repasado los informes de Thames Valley. -Hizo un gesto de cabeza hacia arriba, como indicando las habitaciones-. Me esperaban cuando entre. Muy eficientes. -Cerro los ojos un momento para poner orden a sus pensamientos-. Recibieron una llamada a las siete y cinco de la manana de un tal Perry Smith, esclusero en Hambleden. Habia encontrado un cuerpo cogido en la compuerta. Thames Valley llamo a un equipo de rescate para sacar el cuerpo y lo identificaron por su cartera como Connor Swann, residente en Henley-on-Thames. El esclusero, sin embargo, una vez recuperado del susto, reconocio a Connor Swann como el yerno de los Asherton, quienes viven a un par de kilometros hacia arriba yendo por la carretera de Hambleden. Dijo que la familia a menudo paseaba por alli.

– ?Por la esclusa? -pregunto Kincaid sorprendido.

– Aparentemente forma parte de una ruta pintoresca. -Gemma fruncio el ceno y siguio con su historia donde la habia dejado-. El cirujano de la policia local fue llamado a examinar el cadaver. Hallo bastantes magulladuras en la garganta. El cuerpo estaba muy frio, pero el rigor mortis apenas habia empezado.

– Pero el agua fria tendria que retrasar la rigidez -interrumpio Kincaid.

Gemma meneo la cabeza con impaciencia.

– Normalmente, en los casos de ahogamiento la rigidez se declara muy rapidamente. De modo que el piensa que es probable que la victima haya podido ser estrangulada antes de caer al agua.

– Este cirujano supone demasiadas cosas, ?no crees? -Kincaid cogio una bolsa de patatas con sabor a cebolla de un expositor y conto las monedas exactas para pagar a Tony-. Veremos lo que dice la autopsia.

– Son asquerosas -dijo Gemma, mirando las patatas con desagrado.

Kincaid contesto con la boca llena:

– Lo se, pero estoy muerto de hambre. ?Y que hay de los interrogatorios a la familia?

Ella termino su cerveza antes de responder y se tomo unos segundos para reflexionar.

– Veamos… Tomaron declaracion a los suegros y a la esposa. Ayer por la noche, Sir Gerald Asherton dirigio una opera en el Coliseum de Londres. Dame Caroline Stowe estaba en casa, en la cama, leyendo. Y Julia Swann, la esposa, asistio a la inauguracion de una exposicion en una galeria de Henley. Ninguno de ellos dijo haber hablado con Connor, ni tenian razones para pensar que estuviera preocupado o disgustado.

– Claro que no. -Kincaid hizo una mueca-. Y nada de esto significa nada sin una estimacion aproximada del momento del fallecimiento.

– Has conocido a la familia esta tarde, ?verdad? ?Como son?

Kincaid hizo un ruido que sono sospechosamente a «ummmm».

– Interesantes. Pero sera mejor que deje que te formes tu propia impresion. Los volveremos a interrogar manana. -Suspiro y sorbio su cerveza-. No es que espere nada de la entrevista. Ninguno de ellos puede imaginar porque alguien querria matar a Connor Swann. Asi que ni tenemos motivo, ni sospechoso, y ni siquiera estamos seguros de que sea un asesinato. -Levanto el vaso e hizo un brindis en plan sarcastico-. Estoy que me muero de ganas.

* * *

Una noche de sueno profundo imbuyo a Kincaid de mayor entusiasmo por el caso.

– Primero la esclusa -le dijo a Gemma, durante el desayuno en el comedor del pub Chequers-. No podre avanzar mucho mas hasta que la vea por mi mismo. Luego quiero echarle un vistazo al cuerpo de Connor Swann. -Engullo su cafe y la miro entrecerrando los ojos, luego anadio-: ?Como consigues tener un aspecto descansado y alegre tan temprano? -Llevaba un blazer del color rojizo brillante que tienen las hojas en otono. Su cara resplandecia e incluso su cabello parecia bullir con vida propia.

– Lo siento. -Ella le sonrio, pero el penso que su simpatia poseia cierto matiz de piedad-. No lo puedo evitar. Tiene que ver con los genes, supongo. O bien porque soy la hija de un panadero. En casa nos levantabamos temprano.

– Uf. -La noche anterior habia dormido muy profundamente ayudado por una cerveza de mas y esta manana habia necesitado una segunda taza de cafe para sentirse minimamente despierto.

– Se te pasara -dijo Gemma, riendo. Terminaron el desayuno en cordial silencio.

Atravesaron el tranquilo pueblo de Fingest con las primeras luces de la manana y tomaron el camino que llevaba hacia el sur, hacia el Tamesis. Dejaron el Escort de Gemma en el aparcamiento que habia a ochocientos metros de distancia del rio y cruzaron la carretera para tomar el sendero peatonal. Un viento fresco les daba en la cara cuando comenzaron a bajar la colina y cuando el hombro de Kincaid dio accidentalmente contra el de Gemma, el noto su calor incluso a traves de la chaqueta.

El sendero cruzaba la carretera que discurria paralela al rio, luego se abria paso entre edificios y maleza. No vieron la envergadura del rio hasta salir de un pasaje vallado. El agua plomiza reflejaba el cielo plomizo y justo delante de ellos una pasarela de cemento zigzagueaba por encima del agua.

– ?Estas segura de que es el sitio correcto? -pregunto Kincaid-. No veo nada que se parezca a una esclusa.

– Puedo ver barcos al otro lado, mas alla de aquella orilla. Ha de haber un canal.

– Esta bien. Te sigo. -Hizo una reverencia burlona y se aparto.

Se aventuraron por la pasarela en fila india. No les era posible andar uno al lado del otro sin rozar la reja tubular de metal que proporcionaba cierto grado de seguridad.

A mitad de trayecto llegaron a la presa. Gemma paro y Kincaid detras de ella. Al mirar abajo, hacia el torrente que bramaba bajo ellos, Gemma se estremecio y se subio las solapas de la chaqueta.

– A veces olvidamos la fuerza del agua. Y el pacifico Tamesis puede llegar a ser un monstruo, ?no?

– El rio esta crecido por la lluvia -dijo Kincaid, gritando por encima del rugido.

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