que cuando ella mirase mi interior, lo que habia alli la dejara confusa.
Con el paso de los anos, aprendi a elegir entre las mejores opiniones. Los chinos tenian opiniones chinas, mientras que los norteamericanos las tenian norteamericanas, y en casi todos los casos la version norteamericana era mucho mejor.
Solo mas adelante descubri que la version norteamericana tenia un grave defecto. Habia demasiadas alternativas, por lo que era facil confundirse y elegir mal. Era lo que me ocurria en mi relacion con Ted. Habia demasiadas cosas en las que pensar, mucho que decidir, y cada decision significaba un giro en otra direccion.
El cheque, por ejemplo. Me preguntaba si Ted trataba realmente de enganarme, de hacerme admitir que capitulaba, que no me opondria al divorcio. Y si lo cobraba, luego podria decir que esa cantidad me compensaba con creces. Entonces me puse un poco sentimental e imagine, solo por un momento, que me habia enviado los diez mil dolares porque me queria de veras y, a su manera, me decia cuanto significaba para el… hasta que me di cuenta de que diez mil dolares era lo mismo que nada para Ted, y que yo tampoco era nada.
Pense en poner fin a esa tortura y firmar los documentos del divorcio. Estaba a punto de sacarlos del cajon cuando pense en la casa.
Me dije que amaba aquella casa, la gran puerta de madera de roble que da a un vestibulo con ventanas emplomadas, la luz del sol en la sala del desayuno, la panoramica del sur de la ciudad desde el salon principal. El jardin de hierbas aromaticas y flores que Ted habia plantado, en el que antes trabajaba los fines de semana, de rodillas sobre una almohadilla de goma verde, inspeccionando obsesivamente cada hoja como si le estuviera haciendo la manicura. Cada especie tenia su lugar asignado: los tulipanes no podian mezclarse con plantas perennes, y un esqueje de aloe vera que me dio Lena no pudo plantarse porque no teniamos otras plantas suculentas.
Mire a traves de la ventana y vi que los lirios etiopes estaban caidos y se habian vuelto marrones, las margaritas habian sido aplastadas por su propio peso, las lechugas se habian echado a perder. Los hierbajos crecian entre las losas de los senderos que serpenteaban entre los macizos de plantas. Tras varios meses de abandono, la vegetacion se habia vuelto agreste.
Al ver el jardin tan abandonado recorde algo que lei una vez en una galleta de la suerte: cuando un marido deja de restar atencion al jardin, esta pensando en arrancar las raices. ?Cuando podo Ted el romero por ultima vez? ?Cuando rocio por ultima vez los macizos de flores con el producto contra los caracoles?
Baje en seguida al cobertizo del jardin, en busca de pesticidas y destructores de hierbajos, como si la cantidad que quedaba en los envases, la fecha de caducidad o cualquier otra cosa pudiera darme una idea de lo que ocurria en mi vida. Entonces deje el envase que tenia en la mano, con la sensacion de que alguien me estaba mirando y se reia.
Entre de nuevo en casa, esta vez para telefonear a un abogado. Pero cuando empece a marcar el numero me senti confusa y colgue el aparato. ?Que podria decirle? ?Que queria del divorcio… cuando nunca supe que habia querido de mi matrimonio?
A la manana siguiente seguia pensando en mi matrimonio: quince anos viviendo a la sombra de Ted. Estaba acostada, con los ojos cerrados, incapaz de tomar las decisiones mas sencillas.
Permaneci tres dias en cama, levantandome solo para ir al bano o calentar otra sopa de fideos con pollo. Pero, sobre todo, dormi. Me tome los somniferos que Ted habia dejado en el botiquin y, por primera vez desde que tengo memoria, no sone nada. Lo unico que podia recordar era que caia suavemente en un espacio oscuro, sin ninguna sensacion de dimension ni direccion. Yo era la unica persona en aquella negrura, y cada vez que me despertaba, tomaba otra pildora y regresaba a ese espacio.
Pero al cuarto dia tuve una pesadilla. No podia ver al viejo senor Chou en la oscuridad, pero el dijo que daria conmigo y, cuando me encontrara, me aplastaria contra el suelo. Tocaba una campana y, cuanto mas fuerte era su sonido, tanto mas cerca estaba de encontrarme. Retuve el aliento para no gritar, pero la campana sonaba cada vez mas fuerte, hasta que me desperte bruscamente.
Era el telefono, que debia de llevar una hora sonando. Respondi a la llamada.
– Ahora que estas despierta, voy a llevarte comida que ha sobrado -dijo mi madre. Parecia como si pudiera verme, pero la habitacion estaba a oscuras, las cortinas corridas.
– No puedo, mama… Ahora no puedo verte. Estoy ocupada.
– ?Demasiado ocupada para ver a tu madre?
– Tengo un cita… con mi psiquiatra.
Ella permanecio un momento en silencio.
– ?Por que no pones las cosas en claro tu misma -inquirio en tono apenado-. ?Por que no puedes hablar con tu marido?
– Mama -le dije, sintiendome exhausta-. Por favor, no me sigas diciendo que salve mi matrimonio. Ya es bastante duro tal como estan las cosas.
– No te estoy diciendo que salves tu matrimonio protesto ella-. Solo digo que pongas las cosas en claro.
Cuando colgo, el telefono sono de nuevo. Era la recepcionista de mi psiquiatra. No habia acudido a mi cita aquella manana, como tampoco los dos dias anteriores. ?Queria concertar de nuevo las visitas? Le dije que consultaria mi agenda y volveria a llamarla.
Cinco minutos despues el telefono sono otra vez.
– ?Donde te habias metido?
Me eche a temblar. Era red.
– Habia salido -le dije,
– Llevo tres dias intentando localizarte. Incluso llame a la telefonica por si te habian cambiado el numero.
Y supe que lo habia hecho realmente, no porque yo le preocupara, sino porque cuando quiere algo se vuelve impaciente e irracional si le hacen esperar.
– Han pasado dos semanas, ?sabes? -dijo con una irritacion evidente.
– ?Dos semanas?
– No has cobrado el cheque ni devuelto los documentos. Queria solucionar esto amistosamente, Rase. No olvides que puedo hacer que alguien se encargue oficialmente de los tramites.
– ?Puedes hacer eso?
Entonces, sin ninguna pausa, empezo a decirme lo que queria realmente, algo mas despreciable que todas las cosas que yo habia imaginado.
Queria que le devolviera los papeles firmados, queria quedarse con la casa, queria resolver el asunto lo antes posible… porque queria casarse otra vez.
No pude contenerme y le dije:
– ?De modo que te has dedicado a pegarmela con otra? -me sentia tan humillada que casi me eche a llorar.
Entonces, por primera vez en varios meses, tras haber pasado en el limbo ese tiempo, todo se detuvo, todos los interrogantes desaparecieron. Ya no habia alternativas, y me senti libre, desbordante. Alguien se echo a reir, y al principio no tuve conciencia de que era yo misma.
– ?Donde esta la gracia? -me pregunto red, airado.
– Lo siento, es solo que…
Intente sofocar la risa, pero se convirtio en unos resoplidos nasales que me hicieron reir mas, y el silencio de Ted incremento todavia mas mi hilaridad.
Aun resoplaba cuando intente empezar de nuevo con mas calma:
– Escucha, Ted, lo siento… Creo que lo mejor que puedes hacer es venir despues del trabajo. -No sabia por que le decia tal cosa, pero me parecio que era correcta.
– No hay nada de que hablar, Rase.
– Lo se -le dije en un tono tan sereno que me sorprendio a mi misma-. Solo quiero ensenarte algo. Y no te preocupes, te dare los documentos, creeme.
No tenia ningun plan. No sabia que le diria luego. Solo sabia que deseaba que Ted me viera una vez mas antes del divorcio.