– Perdoname, Lucy.

– ?Que te perdone? ?Por que? -Ella sonrie con ligereza, con un punto de burla.

– Por ser uno de los dos mortales que tuvieron a su cargo traerte a este mundo y por no haber sido un guia algo mejor para ti. Pero te aseguro que ire a echarle una mano a Bev Shaw Eso si, siempre y cuando no tenga que llamarla Bev. Es un nombre ridiculo. Me recuerda al ganado. ?Cuando debo empezar?

– Yo me encargo de llamarla.

10

El letrero de la entrada de la clinica dice LIGA PARA EL BIENESTAR DE LOS ANIMALES W.O. 1529. Debajo figura una linea en la que se expone el horario de atencion al publico, pero lleva encima un trozo de cinta aislante que la tapa. Ante la puerta, una fila de personas que esperan su turno, algunas con animales. Nada mas salir del coche lo rodea la chiquilleria, crios que le piden unas monedas o que solo lo miran fijamente. Se abre paso entre las apreturas y el alboroto repentino de dos perros que, sujetos por sus amos, se grunen y se ladran.

La sala de espera, pequena y desprovista de todo adorno, esta repleta. Para entrar, ha de pasar por encima de las piernas de uno de los ocupantes.

– ?La senora Shaw? -pregunta.

Una anciana le indica con un movimiento de la cabeza una puerta que cierra una simple cortina de plastico. La anciana sujeta una cabra con una cuerda corta; la cabra mira con evidente nerviosismo a los perros, y sus pezunas hacen un ruido seco sobre las baldosas del suelo.

En la sala posterior, donde reina un acre olor a orina, Bev Shaw trabaja sobre una mesa baja recubierta por una lamina de acero. Con una linterna del tamano de un boligrafo examina la garganta de un perro joven que parece un cruce entre ridgeback de Rhodesia y chacal. Arrodillado sobre la mesa, un chiquillo descalzo que es obviamente el dueno del animal sujeta con fuerza la cabeza del perro bajo el brazo e intenta que no cierre la boca. El perro emite un grunido sordo, bajo; tiene sus poderosos cuartos traseros en tension. Con desmana, el se suma a la lucha; presiona las patas traseras del perro hasta juntarselas, obligandole a sentarse sobre las ancas.

– Gracias -dice Bev Shaw Esta colorada-. Tiene un absceso debido a una muela picada. Aqui no tenemos antibioticos, asi que… ?sujetalo fuerte, boytjie! Habra que sajarlo y confiar en que salga bien.

Con un bisturi sondea el interior de la boca. El perro da una tremenda sacudida, se libera de su sujecion, casi se suelta tambien del chico. El lo sujeta cuando a punto estaba de bajarse de la mesa; por un instante lo mira a los ojos con ojos rebosantes de ira y de miedo.

– Asi, de costado. Eso es -dice Bev Shaw. Sin dejar de emitir una especie de arrullo, toma en brazos al perro con manos expertas y lo tumba sobre un costado-. La cincha -dice. Pasa una ancha correa en torno al cuerpo del perro y cierra la hebilla-. Eso es -dice Bev Shaw-. Ahora, pensad en cosas buenas, en cosas que consuelen, en algo que tenga fuerza. Los perros saben que esta pensando cada uno, lo huelen.

El carga todo su peso sobre el perro. Temeroso, con la mano envuelta en un trapo viejo, el nino abre a la fuerza las fauces del animal. Al perro se le nota el terror en los ojos.

– ?Tranquilo, tranquilo! -murmura.

Bev Shaw vuelve a sondear con el bisturi el interior de la boca. El perro resopla, se pone rigido, se relaja despues.

– Ya esta -dice-. Ahora habra que dejar que la naturaleza siga su curso. -Desata la hebilla y habla con el nino en una lengua que parece un xhosa muy rudimentario. El perro, ya sobre las cuatro patas, se cobija bajo la mesa. En la superficie han quedado manchas de saliva y de sangre; Bev las limpia. El nino engatusa al perro para que salga con el.

– Gracias, senor Lurie. Su presencia es positiva. Me ha parecido que le agradan los animales.

– ?Que me agradan los animales? Me los como, asi que supongo que si, que me agradan. Al menos por partes.

Ella tiene el cabello como una masa de rizos diminutos. ?Se lo rizara ella misma, con unas tenacillas? No es probable: le llevaria varias horas al dia. Seguramente le crece el pelo asi de rizado. El nunca habia visto semejante tessitura desde tan cerca. Las venas que tiene en las orejas son muy visibles, una filigrana roja y morada. Lo mismo le sucede en las venillas de la nariz. Y luego tiene un menton que es como si le saliera recto del cuello, como una de esas torcaces que hinchan el pecho durante el cortejo. En conjunto, es llamativamente carente de atractivo.

Ella medita las palabras que acaba de decir el, como si no hubiera percibido el tono con que las dijo.

– Si, en este pais comemos muchisimos animales -dice-. Y no parece que eso nos siente muy bien. Y tampoco estoy muy segura de como podremos justificarlo ante ellos. -Y luego-: ?Vamos con el siguiente?

?Justificarlo? ?Cuando? ?El dia del Juicio Final? El siente cierta curiosidad, desea saber mas, pero no es el momento adecuado.

La cabra, que es un macho adulto, apenas puede caminar. Tiene la mitad del escroto, amarillento y morado, hinchada como un globo; la otra mitad es un amasijo de sangre coagulada y de tierra seca. Ha sido atacado por los perros, explica la anciana. Sin embargo, parece bastante valeroso, animado, combativo. Mientras Bev Shaw lo examina, suelta una corta ristra de cagarrutas que caen al suelo. De pie frente a el, sujetandolo por los cuernos, la mujer hace como que lo regana.

Bev Shaw toca el escroto con una gasa sujeta por unas pinzas. La cabra suelta una coz.

– ?Puede sujetarle las patas? -pregunta, y de inmediato le indica el modo. El amarra la pata posterior derecha a la pata delantera correspondiente. La cabra trata de soltar otra coz, se tambalea. Ella vuelve a limpiar la herida con delicadeza.

La cabra tiembla, emite un balido: es un sonido feo, bajo y aspero.

A medida que desaparece la tierra de la herida, el comprueba que la tiene repleta de gusanos blancos que menean las cabezas ciegas. Se estremece.

– Un nido de moscardas -dice Bev Shaw-. Y al menos desde hace una semana. -Frunce los labios-. Tendria que habermelo traido mucho antes -dice a la mujer.

– Si -responde la anciana-. Todas las noches vienen los perros. Es lamentable. Y hay que pagar quinientos rands por un macho como este.

Bev Shaw se endereza.

– No se que podra hacerse. No tengo la experiencia suficiente para intentar una amputacion. Podria esperar a que venga el doctor Oosthuizen el jueves, pero entonces el animal quedaria esteril, y dudo mucho que ella lo quiera en tal condicion. Luego esta el asunto de los antibioticos. ?Estara preparada para gastar dinero en antibioticos?

Vuelve a arrodillarse al lado de la cabra, le acaricia el cuello a contrapelo, se lo roza con su corta pelambrera. La cabra tiembla, pero sigue quieta. Indica a la mujer que le suelte los cuernos. La mujer obedece. La cabra no se altera.

Le habla en susurros.

– ?Y tu que dices, amigo? -le oye decir-. ?Que me dices, eh? ?Ya es suficiente?

La cabeza esta absolutamente quieta, como si la cabra hubiera sido hipnotizada. Bev Shaw continua acariciandola con la cabeza. Diriase que ella ha entrado tambien en trance.

Se rehace y se pone en pie.

– Me temo que es demasiado tarde -dice a la mujer-. No conseguire que mejore. Puede esperar a que venga el doctor el jueves o, si quiere, puede dejarla conmigo. Puedo darle un final en paz. El dejara que se lo haga. ?Quiere que lo haga? ?Quiere que me la quede?

La mujer vacila, pero al final niega con la cabeza. Tira de la cabra en direccion a la puerta.

– Luego se la devuelvo -anade Bev Shaw-. Solo la ayudare a pasar el mal trago, eso es todo. -Aunque trata de controlar su voz, el nota el acento de la derrota en su timbre. La cabra tambien los oye: da una coz contra la sujecion, embiste, agacha la cabeza, el bulto obsceno le retiembla por detras. La mujer suelta la atadura y la deja a un lado. Se van.

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