paso.
Los tres estan esperandolos. Los dos hombres permanecen algo apartados mientras el chico azuza a los perros y gesticula con brusquedad, amenazador. Los perros, enrabiados, ladran y le ensenan
– ?Petrus! -llama Lucy. Pero no hay ni rastro de Petrus-. ?Apartate de los perros! -exclama-.
El chico retrocede y se reune con sus acompanantes. Tiene la cara chata, inexpresiva, ojos de cerdo; lleva una camisa floreada, unos pantalones abolsados, un pequeno sombrero de paja para resguardarse del sol. Sus companeros llevan los dos sendos monos de trabajo de dril azul. El mas alto es apuesto, asombrosamente apuesto; tiene la frente alta y los pomulos bien dibujados, con unas fosas nasales amplias, abiertas.
Al aproximarse Lucy, los perros parecen calmarse. Abre la tercera jaula y hace pasar dentro a los doberman. Un gesto sin duda valiente, piensa el, pero ?sera sensato?
– ?Que desean? -interpela ella a los hombres.
Habla el mas joven.
– Hemos de telefonear.
– ?Por que han de telefonear?
– Su hermana -hace un vago gesto hacia atras- esta teniendo un accidente.
– ?Un accidente?
– Si, muy grave.
– ?Que clase de accidente? -Un nino.
– ?Su hermana esta teniendo un nino? -Si.
– ?De donde son ustedes?
– De Erasmuskraal.
Lucy y el intercambian una mirada. Erasmuskraal, dentro de los limites de la concesion de explotacion forestal, es una aldea que carece de electricidad, de telefono. La historia parece verosimil.
– ?Por que no han llamado desde el puesto forestal? -Nadie alli.
– Quedense ahi -dice Lucy, y luego se dirige al chico-: ?Quien es el que desea telefonear?
Senala al hombre mas alto, al mas apuesto.
– Pase -dice. Abre el cerrojo de la puerta de atras y entra. El mas alto la sigue. Al cabo de un instante, el otro lo roza al pasar y tambien entra en la casa.
Hay algo que no encaja: lo sabe en el acto.
– ?Lucy, ven aqui! -la llama, sin saber de momento si seguirlos al interior o esperar ahi fuera, donde podra vigilar al chico.
De la casa tan solo le llega el silencio.
– ?Lucy! -vuelve a llamar, y a punto esta de entrar cuando el cerrojo se cierra por dentro.
– ?Petrus! -grita a voz en cuello.
El chico se vuelve y echa a correr a toda velocidad hacia la puerta de delante. El suelta la correa del bulldog.
– ?Tras el! -le grita. El perro sale al trote, pesadamente, tras el chico.
A la entrada de la casa los alcanza el. El chico ha empunado una estaca de las que se usan como rodrigon y la emplea para mantener al perro a raya.
– ?Ssh… ssh… ssh! -jadea sin dejar de esgrimir el palo. Grunendo, el perro lo rodea trazando circulos a izquierda y derecha.
Los deja alli y vuelve corriendo a la puerta de la cocina. La hoja inferior no esta asegurada: bastan unas cuantas patadas para que se abra. Se agacha y, a gatas, entra en la cocina.
Lo alcanza un golpe en la coronilla. Tiene tiempo de pensar:
Es consciente de que alguien lo arrastra por el suelo de la cocina. Entonces se desvanece.
Yace boca abajo sobre unas baldosas frias. Trata de ponerse en pie, pero de algun modo tiene las piernas bloqueadas, no puede moverlas. Vuelve a cerrar los ojos.
Esta en el lavabo, el lavabo de la casa de Lucy. Aturdido, mareado, logra ponerse en pie. La puerta esta cerrada; la llave ha desaparecido.
Se sienta en el retrete y procura reponerse. La casa esta en silencio; los perros ladran, aunque mas parece por obligacion que por estar freneticos.
– ?Lucy! -exclama con la voz quebrada. Y luego, mas fuerte-: ?Lucy!
Trata de liarse a patadas con la puerta, pero no esta en su mejor momento, y dispone de poquisimo espacio, y la puerta es demasiado antigua, demasiado maciza.
Asi pues, por fin ha llegado el dia de la prueba. Sin aviso previo, sin fanfarrias, esta ahi y el esta en medio. Dentro del pecho, el corazon le martillea tan fuerte que tambien el, aunque sea con torpeza, tiene que haber caido en la cuenta. ?Como han de comportarse el y su corazon frente a la prueba?
Su hija esta en manos de unos desconocidos. Dentro de un minuto, dentro de una hora ya sera demasiado tarde; todo lo que a ella este pasandole quedara esculpido en piedra, pertenecera al pasado. Pero
Aunque se esfuerza por oir algo, no discierne el menor sonido en la casa. Y esta claro que si su hija estuviera llamando a alguien, aunque fuera amordazada, sin duda la oiria.
Aporrea la puerta.
– ?Lucy! -grita-. ?Lucy! ?Dime algo!
Se abre la puerta, recibe un golpe, pierde el equilibrio. Ante el esta el segundo de los hombres, el mas bajo, con una botella de litro, vacia, sujeta por el gollete.
– Las llaves -dice el hombre.
– No.
El hombre le propina un empujon. Retrocede, se queda sentado de nuevo en el retrete. El hombre levanta la botella. Se le nota cierta placidez en la cara: ni rastro de colera. Lo que hace es meramente su trabajo: se trata de conseguir que alguien le entregue un objeto. Si entrana el golpearlo con una botella, lo hara sin vacilar. Le golpeara tantas veces como sea necesario, y si es necesario le rompera la botella en la crisma.
– Tomelas -dice-. Llevenselo todo, pero dejen en paz a mi hija.
Sin mediar palabra, el hombre toma las llaves y vuelve a encerrarlo.
Se estremece. Son un trio peligroso. ?Por que no lo reconocio cuando estaba a tiempo? Lo cierto es que no le han hecho dano: a el todavia no. ?No cabe tal vez la posibilidad de que la casa contenga suficientes objetos para que se den por satisfechos? ?No es posible que tambien dejen a Lucy sin hacerle ningun dano?
Desde detras de la casa le llegan unas voces. Los ladridos de los perros vuelven a crecer, se les nota mas excitados. Se pone de pie sobre la tapa del retrete y otea entre los barrotes del ventanuco.
Con el fusil de Lucy y una abultada bolsa de basura, el segundo hombre desaparece en ese instante al doblar la esquina de la casa. Se cierra la portezuela de un coche. Reconoce el ruido: es su coche. El hombre reaparece con las manos vacias. Durante un instante, los dos se miran directamente a
El habla italiano, habla frances, pero el italiano y el frances no le salvaran alli donde se encuentra, en lo mas tenebroso de Africa. Esta desamparado como una solterona, como un personaje de dibujos animados, como un misionero con su sotana y su salacot a la espera, las manos entrelazadas y los
Ahora aparece el mas alto, el que lleva el fusil. Con la tranquilidad que da la practica, introduce un cartucho en la recamara y apunta a la jaula de los perros. El mayor de los pastores alemanes, que babea de colera, le grune y le tira mordiscos. Se oye un estampido; la sangre y los sesos se esparcen dentro de la jaula. Cesan los