traje blanco, desea que la voz profunda y clara se oiga de nuevo saliendo de su pecho. «?Mira que tesoro se pierde el mundo!», desea exclamar. «?Mira sin que nos quedamos!»

Ella le da la espalda. El acaricia su larguisimo muslo con apremio, de arriba abajo. Ella lo detiene.

– Debo irme -dice, y se levanta.

A la noche siguiente no regresa, permanece con su hija. El le escribe una carta y la deja sobre la mesa. Cuando se levanta por la manana, la vivienda esta desierta y la carta sigue en su sitio, sin que nadie la haya abierto.

Visita la tienda. La encuentra en el mostrador, pero nada mas verlo se desliza en la trastienda y deja que sea el viejo Yakovlev quien le despache.

A ultima hora de la tarde el la espera a la salida, y la sigue hasta su casa como si fuera un salteador de caminos. La alcanza a la entrada.

– ?Por que me rehuyes?

– No le estoy rehuyendo.

La toma del brazo. Esta a oscuras, ella lleva una cesta, no se puede soltar. Se aprieta contra ella y aspira el aroma a castano de su cabello. Intenta besarla, pero ella aparta los labios, y le roza la oreja. En la presion de su cuerpo no hay nada que le responda. La desgracia, piensa: es asi como se cae en la desgracia.

Se hace a un lado, pero por la escalera de nuevo la alcanza.

– Una palabra mas -dice-. ?Por que?

Ella se vuelve hacia el.

– ?Es que no salta a la vista? ?Tengo que decirlo con todas las letras?

– ?Que salta a la vista? Nada salta a la vista.

– Estaba sufriendo. Estaba usted suplicando.

El se retrae.

– Eso no es verdad.

– Estaba necesitado de carino. No hay por que avergonzarse. Pero ahora esta hecho. No le haria ningun bien seguir asi, y a mi tampoco me hara bien ser utilizada de este modo.

– ?Utilizada? ?Yo no te estoy utilizando! ?Nada mas lejos de mi intencion!

– Me esta utilizando para llegar a otra persona. No se altere. Solo pretendo explicarme, no acusarlo de nada. No quiero dejarme arrastrar mas lejos. Usted tiene su propia esposa. Deberia esperar hasta que este de nuevo con ella.

Su propia esposa. ?Por que mete a su esposa en esto? ?Mi mujer es demasiado joven! Eso es lo que quiere decir. ?Es demasiado joven para mi! Pero ?como va a decir tal cosa?

Sin embargo, lo que ella le dice es verdad, es mas verdad de lo que ella misma imagina. Cuando regrese a Dresde, la esposa que lo reciba con un calido abrazo habra cambiado, quedara tenida por la huella que el se lleve de esta viuda sutil y dotada del don de la sensualidad. Mediante su esposa estara intentando llegar a esta mujer, igual que a traves de esta mujer intenta alcanzar… ?a quien?

?Le delata lo que esta pensando? Con un subito y enojado sonrojo, ella se suelta a tirones de la mano con que el la sujeta de la manga y sube las escaleras dejandolo plantado.

El la sigue, se encierra en su cuarto e intenta apaciguarse. Los latidos de su corazon van mas despacio. ?Pavel!, susurra una y otra vez, usando la palabra como un hechizo. Pero lo que llega no es la forma de Pavel, sino la de ese otro: la de Sergei Nechaev.

Ya no puede seguir negandolo: empieza a abrirse un abismo entre el muchacho muerto y el. Esta furioso con Pavel, furioso por sentirse traicionado. No le sorprende que Pavel se dejara arrastrar hacia los circulos radicales, ni tampoco le extrana que no dijera ni palabra en sus cartas. Pero Nechaev es otra cuestion. Nechaev no es un estudiante exaltado, no es un joven nihilista. Es el mongol que ha quedado inscrito en el alma de Rusia, despues de que el mas grande nihilista de todos los nihilistas se retirase a los desiertos de Asia. ?Y Pavel, precisamente Pavel, un simple soldado raso en su ejercito!

Recuerda un panfleto que se titulaba «Catecismo de un revolucionario», que circulo por Ginebra y fue atribuido a Bakunin, aunque su inspiracion e incluso su expresion fuesen claramente de Nechaev. «El revolucionario es un hombre condenado», asi empezaba. «No se interesa por nada, no tiene sentimientos, no tiene lazos que le unan a nada, ni siquiera tiene nombre. En el, todo esta absorbido por una pasion unica y total la revolucion. En las profundidades de su ser ha roto amarras con el orden civil, con la ley y la moralidad. Si sigue viviendo en sociedad, es solo con la idea de destruirla» Y mas adelante decia: «No espera misericordia alguna. Todos los dias esta dispuesto a morir».

Esta dispuesto a morir, no espera misericordia, que facil es decir esas palabras. ?Que nino podria comprender plenamente su significado? Pavel no, desde luego; puede que tampoco Nechaev, ese joven que no ama ni es amado.

Regresa ahora un recuerdo del propio Nechaev, de pie y a solas en un rincon del salon donde se celebro la recepcion en Ginebra, fulminando a todos con la mirada, engullendo la comida como un lobo. Menea la cabeza, intenta suprimirlo, «?Pavel, Pavel!», susurra llamando al ausente.

Un golpe en la puerta. La voz de Matryona,

– ?La hora de cenar!

En la mesa hace un esfuerzo por ser agradable. Manana es domingo: sugiere una excursion a la isla de Petrovski, donde por la tarde habra una banda de musica y atracciones de feria, Matryona esta deseosa de ir. Para su sorpresa, Anna Sergeyevna consiente.

Dispone encontrarse con ellas a la salida de la iglesia. Por la manana, cuando sale de la vivienda, tropieza con un bulto que hay en el portal, un mendigo que duerme tapado por una manta raida y mohosa. Suelta un improperio; el hombre gime y se incorpora.

Llega a San Gregorio antes de que termine la misa. Mientras las espera en el portico, aparece ese mismo mendigo con los ojos enrojecidos, maloliente. Se vuelve hacia el.

– ?Es que me esta siguiendo? -le interpela. Aunque no estan ni a dos palmos uno del otro, el mendigo hace como que no lo oye, como que no lo ve. Molesto, le repite la pregunta. Los fieles van saliendo y los miran con curiosidad.

El hombre se aleja renqueando. A media manzana de distancia se detiene, se apoya contra una pared, finge un bostezo. No lleva guantes; hace uso de la manta bien enrollada para protegerse las manos.

Aparecen por la puerta Anna Sergeyevna y su hija. Hay una larga caminata hasta el parque, primero por Voznesenskv Prospekt y luego por la orilla de la isla de Vasilevski. Antes incluso de llegar al parque sabe que ha cometido un error, un estupido error. El quiosco de la banda esta desierto, el campo que circunda el estanque de los patinadores solo esta ocupado por las gaviotas que se pasean de un lado a otro. Pide disculpas a Anna Sergeyevna -Tenemos muchisimo tiempo, ni siquiera es mediodia -responde ella con buen animo- ?Damos un paseo?

Su buen humor le sorprende, mas le sorprende que ella le tome del brazo. Con Matryona al otro lado de Anna Sergeyevna echan a caminar a paso largo por los campos. Una familia, piensa bastaria con un cuarto miembro para estar al completo. Como si le hubiese leido el pensamiento, Anna Sergeyevna le aprieta el brazo.

Pasan junto a un rebano de ovejas apinadas cerca de un juncal. Matryona se aproxima a ellas con un punado de hierba, el rebano se dispersa al verla llegar. Del juncal sale un pastor, un chiquillo, que la regana. Por un instante es como si sus palabras fuesen demasiado duras. Luego, el chiquillo lo piensa mejor, Matryona vuelve adonde estan las ovejas.

El ejercicio le da un gracioso rubor en las mejillas. Todavia llegara a ser una gran belleza, piensa el, rompera mil corazones.

Se pregunta que pensaria su mujer. Hasta la fecha, las indiscreciones que el ha cometido han venido seguidas por el remordimiento, pisandole los talones al remordimiento, por una voluptuosa necesidad de confesar. Esas confesiones a su esposa, de expresion torturada aunque vagas en lo que se refiere a los detalles, la han confundido primero y la han enfurecido despues, endemoniando su matrimonio mas aun que las infidelidades mismas.

Pero en este caso en concreto no siente ni atisbo de culpa. Por el contrario, tiene la invencible sensacion de estar en su pleno derecho. Se pregunta que es lo que oculta esa sensacion de estar en su derecho, pero la verdad

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