durante siete noches con sus dias. Se siente renovado, invencible; los tejidos mismos de su cerebro le parecen recien lavados. Apenas logra contenerse. Es como un nino la manana de Pascua, que espera en ascuas a que la casa entera se despierte para compartir con todos su alegria. Quiere despertar a ella, a la mujer, quiere que los dos bailen por toda la vivienda: «?Cristo ha resucitado!». Eso es lo que tiene ganas de gritar, y tiene ganas de oirla contestar: «?Cristo ha resucitado!», y de que ella haga chocar sonoramente su huevo de Pascua contra el suyo. Quiere que los dos bailen, que den vueltas y mas vueltas con los huevos pintados, que Matryona haga lo propio todavia con el camison puesto, con el sueno en los ojos, tropezando feliz entre las piernas de los dos adultos, y que el espiritu del muerto entreteja tambien sus idas y venidas entre ellos, torpon, con los pies grandes, sonriente: como ninos reunidos, recien nacidos, libres de la tumba. Y sobre la ciudad rayara el alba, y cantaran los gallos en todos los patios para dar la bienvenida al nuevo dia.

?Asoma la alegria como raya el alba! Pero no es mas que un instante. No es solamente que las nubes comiencen a surcar este cielo nuevo, radiante, es como si en el instante mismo en que sale el sol con todo su esplendor, apareciese tambien otro sol antagonico que se deslizara por delante del sol. La palabra presagio atraviesa su mente con todo su influjo siniestro y ominoso. El sol naciente no ha salido con todas las de la ley, sino para sufrir el eclipse nada mas, la alegria resplandece solo para revelar como ha de ser la aniquilacion de la alegria.

De un solo gesto presuroso salta de la cama. Los minutos que siguen se extienden ante el como un oscuro paisaje a traves del cual ha de escabullirse. Debe vestirse y salir de la vivienda antes de que descienda sobre el la verguenza del ataque; debe encontrar un sitio que no este a la vista, un sitio desde el cual no puedan oirlo las personas decentes, donde pueda capear el episodio de la mejor manera posible.

Sale. El corredor esta negro como boca de lobo. Extiende los brazos como un ciego y llega a tientas hasta el rellano de la escalera, sujetandose alli a la balaustrada, paso a paso empieza a descender los peldanos. En el rellano de la segunda planta se apodera de el una oleada de terror, un terror sin sentido. Se agacha en un rincon y se sujeta la cabeza. Le huelen las manos a algo que ha tocado, pero no se las frota. Que venga, piensa con desesperacion. Yo he hecho todo lo que he podido.

Se oye un grito cuyo eco sacude la caja de la escalera, tan fuerte y tan aterrador que arranca del sueno a los que duermen. En cuanto a el, no oye nada. Ya no esta, ya no le queda tiempo.

Cuando despierta, esta envuelto en una oscuridad tan intensa que nota como si le presionara las orbitas de los ojos. No tiene idea de donde esta, no sabe quien es. Es pura vigilia, pura conciencia: eso es todo. Es como si hubiese nacido hace un minuto, como si hubiera nacido en un mundo en el que la noche no da cuartel.

Calma, dice esa conciencia para sus adentros, intentando sofocar su propio panico: ya has estado antes en otras parecidas; aguarda, que algo volvera.

Un cuerpo cae a plomo, una caida libre en su espacio interior. Ese cuerpo es el. El paso vertiginoso del aire: el es quien percibe ese paso vertiginoso. Una garganta asfixiada de terror: el es esa garganta.

Que muera, piensa. ?Que muera!

Procura mover un brazo, pero el brazo esta atrapado bajo su cuerpo. Estupidamente intenta liberarlo a tirones. Algo huele mal, tiene humeda la ropa. Como el hielo que se forma en el agua, los recuerdos por fin empiezan a coagularse: quien es, donde esta. Junto con el recuerdo, le invade el deseo urgente de irse muy lejos de este lugar, antes de ser descubierto en plena ignominia.

Estos ataques son el fardo que arrastra consigo por el mundo. A nadie ha confesado jamas cuanto tiempo se pasa al acecho de las premoniciones, en un intento por leer los signos que las anuncien. ?Por que esta maldicion?, grita en su interior, golpea la tierra con el cayado, exige a la roca que le de una respuesta. Pero el no es Moises, la roca no se resquebraja. Tampoco sus trances le dan acceso a la iluminacion: no son visitaciones. Lejos de serlo, no son nada: bocanadas de su propia vida que son arrebatados como si los sorbiera un torbellino que no deja a su paso siquiera un recuerdo de tinieblas.

Se yergue y recorre a tientas el ultimo tramo de la escalera. Tiembla, tiene helado todo el cuerpo. Raya el alba cuando sale por fin a la intemperie. Ha vuelto a nevar. Sobre el manto de nieve se ha posado un halo escarlata que titila. El color no esta en la nieve; esta en su mirada y no puede desprenderse de el. Se le mueve convulso y de forma tan irritante un parpado que termina por apretarselo con la mano helada. Le duele la cabeza como si dentro tuviera un puno que se abriese y se cerrase, se abriese y se cerrase. Ha perdido el gorro por la escalera.

Con la cabeza descubierta y las ropas sucias, avanza trabajosamente por la nieve camino de la pequena iglesia del Redentor que esta cerca del puente de Kameny, y alli se resguarda hasta estar seguro de que Matryona y su madre han salido de la vivienda. Entonces regresa, calienta un poco de agua, se desnuda y se lava. Tambien lava sus calzoncillos y los cuelga a secar en el lavadero. ?Que suerte que Pavel no tuviera que sufrir esta enfermedad indigna, que suerte que no nacio de mi! La ironia de sus palabras revienta entonces con fuerza, contra el, y tiene que apretar los dientes hasta que rechinan. La cabeza le retumba de dolor, el halo encarnado aun lo colorea todo. Se tiende con el batin puesto y se estremece hasta quedar adormecido.

Una hora despues despierta enojado e irritable. Es como si largos conos de dolor le entrasen por los ojos y le llegaran hasta el fondo del craneo. Tiene la piel como el papel, muy sensible al tacto.

Desnudo bajo el batin, recorre la vivienda de Anna Sergeyevna abriendo los cajones, mirando los armarios. Todo esta en orden, primorosamente limpio y recogido.

En uno de los cajones, envuelto en un pano de pana, encuentra un retrato de Anna Sergeyevna. Es mucho mas joven, y esta al lado de un hombre; supone que es el impresor Kolenkin. Endomingado, con sus mejores prendas, Kolenkin parece adusto y demacrado, fatigado y viejo. ?Que clase de matrimonio vivio con el esa mujer aun joven, morena, guapa y vehemente? ?Por que esta ese retrato guardado en un cajon? Al dejarlo en su sitio, ensucia adrede el cristal del retrato, dejando su huella dactilar sobre el rostro del muerto.

De nino, espiaba a las personas que visitaban su casa e invadia subrepticiamente su privacidad. Se trata de una debilidad que hasta ahora ha relacionado con su negativa a aceptar los limites de lo que esta permitido saber, con la lectura de libros prohibidos, y por tanto con su vocacion. Hoy, de todos modos, no se siente propenso a ser caritativo consigo mismo. Esta subyugado por un espiritu de maldad insignificante, y de sobra lo sabe. Lo cierto es que rebuscar de este modo en las pertenencias de Anna Sergeyevna mientras ella esta fuera le produce un voluptuoso estremecimiento de placer.

Cierra el ultimo cajon y sigue dando vueltas sin descanso, sin saber que hacer a continuacion.

Abre la maleta de Pavel y se pone el traje blanco. Hasta hoy se lo ha puesto como gesto hacia el muchacho muerto, como gesto de desafio y de amor. Ahora, viendose en el espejo, solamente encuentra una sordida impostura, algo soterrado y obsceno, cuyo lugar propio queda mas alla de las puertas cerradas con llave, mas alla de las ventanas tapadas por las cortinas, donde hay hombres que se ponen pelucas y que desnudan sus traseros para ser azotados.

Pasa de mediodia y aun le duele la cabeza. Se tumba un rato, cubriendose los ojos con un brazo, como si quisiera protegerse de un golpe. Todo le da vueltas; tiene la sensacion de caer en una negrura infinita. Cuando vuelve en si ha perdido de nuevo toda idea de quien es. Conoce la palabra yo, pero mientras la mira con terquedad se convierte en algo tan enigmatico como una roca en medio del desierto.

No es mas que un sueno, piensa; en cualquier momento despertare y de nuevo estare bien. Por un instante se le permite creer. Luego la verdad le estalla encima y lo abruma.

Cruje la puerta, se abre una rendija y Matryona se asoma. Esta claramente sorprendida de verlo.

– ?Esta enfermo? -le pregunta frunciendo el ceno.

El no se esfuerza por responder.

– ?Por que se ha puesto ese traje?

– Si no me lo pongo yo, ?quien se lo va a poner?

Un destello de impaciencia brilla en su cara.

– ?Conoces la historia del traje de Pavel? dice el.

Ella niega con la cabeza.

El se incorpora y le hace un gesto para que se siente a los pies de la cama.

– Ven. Es una larga historia, pero te la voy a contar. Hace dos anos, cuando yo aun estaba en el extranjero, Pavel se fue a vivir con su tia en Tver. Solamente iba a pasar el verano. ?Sabes donde esta Tver?

– Esta cerca de Moscu.

– Si, esta en el camino de Moscu. Es un pueblo bastante grande. En Tver vivia un oficial del ejercito ya

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