es que no lo quiere saber. Por el momento, basta con que haya algo parecido a la alegria en su corazon. Perdoname, Pavel, susurra para sus adentros. Pero de nuevo nota que no va en serio.

Si dispusiera de mi vida de nuevo, piensa, si fuese joven otra vez. Y quiza tambien se dice: ?dispusiera de la posibilidad de usar la vida, de la juventud que Pavel desperdicio…!

?Y la mujer que camina a su lado? ?Lamenta ella ese impulso por el cual se entrego a el? Si eso nunca hubiera ocurrido, la excursion de hoy podria senalar el inicio de un cortejo como es debido, ya que eso es lo que sin duda desea la mujer ser cortejada, halagada, persuadida, conquistada. Incluso cuando se rinde, lo que desea es rendirse no con franqueza, sino en una deliciosa bruma de confusion, resistiendo sin resistirse, cayendo, si, pero sin que sea la suya una caida irrevocable. No caer y volver despues entre los caidos, rehecha, virginal, lista para ser halagada y para volver a caer. Un juego con la muerte, un juego de resurreccion.

?Que haria ella si supiera lo que el esta pensando? ?Encerrarse en si misma, rechazar el ultraje? ?Seria ese gesto parte del juego?

La mira a hurtadillas, y en ese instante lo entiende con todas las de la ley yo podria amar a esta mujer. Mas que el tiron del cuerpo, siente lo que solo sabe calificar de afinidad con ella. Los dos comparten una misma clase, una misma generacion. Y de repente caen en su debido lugar todas las generaciones Pavel y Matryona y su esposa Anna a un lado, el y Anna Sergeyevna al otro. Los ninos frente a los que no son ninos, los que tienen edad suficiente para reconocer en los juegos del amor el primer paladeo de la muerte. De ahi la urgencia de aquella noche, de ahi el calor. Ella fue en sus brazos como Juana de Arco presa de las llamas el espiritu que lucha contra sus ataduras mientras el cuerpo arde y se consume. Una lucha contra el tiempo. Algo que un nino o una nina jamas podrian comprender.

– Pavel dijo que estuvo usted en Siberia.

Sus palabras lo sobresaltan y ponen punto final a su ensonacion.

Diez anos. Alli conoci a la madre de Pavel, en Semipalatinsk. Su marido era aduanero, murio cuando Pavel tenia siete anos. Ella tambien murio, hace ya unos cuantos anos. Supongo que se lo habra dicho Pavel.

– Y entonces se volvio a casar.

– Si. ?Que dijo Pavel al respecto?

– Solamente dijo que su esposa es joven.

– Mi esposa y Pavel son mas o menos de la misma edad. Vivimos los tres juntos durante un tiempo, en una vivienda de la calle Meshchanskaya. No fue una epoca feliz para Pavel; sentia cierta rivalidad con mi esposa. De hecho, cuando le dije que ibamos a casarnos, se le acerco y le advirtio con bastante seriedad, le dijo que yo era demasiado viejo para ella. Despues, muchas veces se referia a si mismo en tercera persona; se referia a si mismo y decia el huerfano: «Al huerfano le apetece otra tostada», «El huerfano no tiene dinero», etcetera. Fingimos que se trataba de un chiste, pero no lo era. Era buena muestra de un hogar sobre todo perturbado.

– Me lo puedo imaginar, pero es facil sentir simpatia por el, desde luego que si. Tuvo que haber sentido que lo estaba perdiendo a usted.

– ?Como iba a haberme perdido? Desde el dia en que me converti en su padre, no le falle ni una sola vez ?Es que le estoy tallando ahora?

– Por supuesto que no, Fiodor Mijailovich, pero los ninos, ya se sabe, son muy posesivos. Pasan por fases de celos, como todos los demas. Y cuando estamos celosos, inventarnos historias en contra de nosotros. Estimulamos nuestros sentimientos, nos asustamos casi sin darnos cuenta.

Basta con girar muy levemente sus palabras, como si fueran un prisma, para darles otro angulo y para que reflejen un sentido muy distinto. ?Es eso lo que pretende?

El lanza una mirada a Matryona. Lleva unas botas nuevas, con forro de borrego que le sobresale por los bordes. Al apisonar la hierba humeda, al clavar los tacones, deja tras de si un rastro de huellas dentadas. Tiene fruncido el ceno a tuerza de concentracion.

– Dijo que lo utilizaba para llevar mensajes.

Lo atraviesa una punalada de dolor. ?Asi que Pavel se acordaba!

– Si, es cierto. El ano antes de que nos casaramos, el dia de su onomastico, le pedi a Pavel que llevase un regalo mio a mi prometida. Fue un error del que me arrepenti despues. Lo lamente profundamente, y fue inexcusable. Lo hice sin pensar ?Fue lo peor?

– ?Lo peor?

– ?Le hablo Pavel de alguna cosa peor que esa? Me gustaria saberlo, al menos para que cuando pida perdon sepa de que soy culpable.

Ella lo mira con extraneza.

– Esa no es una pregunta justa, Fiodor Mijailovich. Pavel atravesaba por episodios de gran soledad. El se ponia a hablar, yo lo escuchaba. Iban saliendo las historias, no siempre historias agradables. Una vez abierto su pasado, tal vez podria entonces dejar de dolerse por todo ello.

– ?Matryona! -el se vuelve hacia la nina-. ?Te dijo Pavel alguna cosa …?

Pero Anna Sergeyevna le interrumpe.

– Estoy segura de que no -dice, y se vuelve hacia el con delicadeza, pero con furia. ?A una nina no puede hacerle preguntas como esa!

Se detienen y se miran uno al otro en medio del campo. Matryona aparta la mirada con el ceno fruncido, los labios muy apretados. Anna Sergeyevna lo fulmina con la mirada.

– Empieza a hacer frio -dice-. ?Volvemos?

7 Matryona

No las acompana a casa, y esa noche cena en una taberna. En la trastienda se juega una partida de cartas. Pasa un rato mirando, bebe algo, no juega. Es bastante tarde cuando regresa a la vivienda a oscuras, al cuarto vacio.

A solas, con el animo solitario, se concede una punzada de nostalgia, no del todo desagradable en si misma, por Dresde y por la comoda regularidad de la vida alli, donde tiene una esposa que guarda celosamente su intimidad y que organiza el dia a dia de la familia alrededor de sus costumbres.

En el numero 63, no logra sentirse como en casa, y nunca podra sentirse como en casa. No solo es el inquilino mas transitorio, no solo es su excusa para alojarse alli tan oscura para los demas como para el, sino que nota ademas la tension implicita de vivir en tan reducido espacio, con una mujer de humor voluble y una nina que con demasiada facilidad podria empezar a tener por ofensiva su sola presencia fisica en la vivienda. En compania de Matryona tiene aguda conciencia de que sus ropas empiezan a oler mal, de que su piel esta reseca y se le desescama, de que las placas dentales que lleva puestas entrechocan y hacen un ruido desagradable cuando habla. Ademas, sus hemorroides le causan interminables molestias. La ferrea complexion que le sirvio para aguantar en Siberia empieza a resquebrajarse; el espectaculo de su decrepitud puede ser tanto mas desapacible para una nina, bastante melindrosa con la limpieza, a cuyos ojos ha suplantado ademas a un ser de fuerza y belleza divinas. Cuando sus companeros de juegos le pregunten por ese funebre visitante que se niega en redondo a recoger sus pertenencias y a marcharse, ?que contestara?, se pregunta.

Estaba usted suplicando cuando piensa en las palabras de Anna Sergeyevna, se estremece. Mira que haber sido en todo momento simple objeto de compasion…! Se arrodilla, apoya la cabeza sobre la cama, intenta hallar el camino de la isla de Yelagin, el camino que le lleve a Pavel, a su fria tumba. Pavel al menos no le volvera la espalda. En Pavel puede confiar, en Pavel y en el gelido amor de Pavel.

El padre, mera copia desvaida de lo que fue el hijo. ?Como ha podido contar con que una mujer que contemplo al hijo investido por el orgullo de sus mejores tiempos mire al padre con benevolencia?

Recuerda las palabras de un companero de prision en Siberia: «?Por que se nos da la vejez, hermanos? ?Por que? Para que al final podamos empequenecernos tanto como para pasar a rastras por el ojo de una aguja» Simple sabiduria campesina.

Se arrodilla e implora, pero Pavel no acude. Suspirando, por fin se acuesta en la cama.

Despierta desbordado por la sorpresa. Aunque aun es de noche, se siente como si hubiese descansado

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