detiene. El oye como le late el corazon.
– Lo mataron ellos, y luego hicieron correr por ahi el bulo del suicidio. ?Que pasa, no me cree? Si no quiere, no tiene por que creerme.
– ?Por que lo dice? -susurra el con sequedad.
– ?Por que? Porque es verdad. ?Por que, si no?
No es solo que sea beligerante; es que ademas comienza a inquietarse. Ha empezado a balancearse ritmicamente, desplazando el peso de un pie a otro, y mueve los brazos a la vez. A pesar de su complexion robusta, da cierta sensacion de agilidad. ?No es de extranar que Anna Sergeyevna no quisiera saber nada de ella!
– No-sacude la cabeza-. Lo que haya dejado mi hijo es un asunto privado, de familia. Haga el favor de explicarme, si tiene la amabilidad, a que se debe su visita.
– ?Hay algunos papeles?
– Habia papeles, pero ya no queda ninguno. ?Por que lo pregunta? -anade ?Es usted una de las agentes de Nechaev?
La pregunta no la desconcierta. Al contrario, sonrie, enarca las cejas y le muestra los ojos a las claras por vez primera son unos ojos chispeantes, triunfantes. ?Por supuesto que es una de las agentes de Nechaev! Una guerrera: su balanceo no es mas que el inicio de una danza de guerra, la danza de alguien que se muere de ganas por ir a la guerra.
– Si lo fuese, ?usted cree que se lo diria? replica con una carcajada.
– ?Sabe que la policia tiene esta casa vigilada?
Ella le mira fijamente, balanceandose ahora de delante hacia atras, como si lo retase a que descubriera algo en su mirada.
– Hay un hombre ahi abajo. Esta ahi en todo momento- insiste el.
– ?Donde?
– Usted no ha reparado en su presencia, pero puede estar segura de que el si se ha fijado en usted. Finge ser un mendigo.
Su sonrisa se ilumina y se ensancha hasta delatar que se esta divirtiendo.
– ?De veras piensa que un simple espia de la policia es tan listo como para descubrirme? -dice ella. Y hace algo sorprendente. Se recoge el dobladillo del vestido y da dos pasos, para dejar al descubierto unos sencillos zapatos negros, con calcetines blancos de algodon.
Tiene razon, piensa podria tomarsela por una nina, pero una nina sometida sin embargo al dominio de un diablo. El diablo que hay en ella se retuerce, brinca, incapaz de estarse quieto.
– ?Ya basta! dice el con firmeza- Mi hijo no dejo nada para usted.
– ?Su hijo! ?Su hijo! ?Si no era hijo suyo!
– Es mi hijo y siempre lo sera. Ahora le ruego que se vaya. Estoy harto de esta conversacion.
Abre la puerta y le indica el camino. Al marcharse, la muchacha tropieza adrede contra el. Es como si chocase contra un cerdo.
No hay ni rastro de Ivanov cuando sale despues por la tarde, ni tampoco cuando regresa. ?Deberia importarle? Si el cometido de Ivanov es ver sin ser visto, ?por que deberia ver el a Ivanov? Aun cuando en la charada que se representa Ivanov solo desempenase el papel de angel del Senor -un angel que lo es solo en virtud de no serlo en absoluto, ?por que iba a ser su papel encontrar al angel? Que sea el angel quien venga a llamar a mi puerta, se dice, y yo no fallare, yo le dare cobijo, con eso basta para cumplir mi parte del trato. Sin embargo, incluso al decirselo se percata de que se esta mintiendo, de que esta a su alcance, pues tiene el poder requerido de eximir a Ivanov total y absolutamente de su frio puesto de vigilante.
Por eso vacila y titubea, sin saber que hacer, hasta que no le queda mas remedio que bajar al portal
Pero en el fondo sabe que no es asi. Podria hacer bastante mas, mucho mas.
9 Nechaev
Al dia siguiente va por los alrededores del mercado, cuando delante de si atisba la figura rechoncha, casi esferica, de la muchacha finesa. No va sola. A su lado se encuentra una mujer alta y flaca, que camina tan deprisa que la finesa tiene que ir a saltos para no quedarse atras.
Acelera el paso. Aunque por momentos las pierde de vista entre el gentio, no le han tomado demasiada ventaja cuando entran en una tienda. Al entrar, la mujer mas alta echa un vistazo a la calle en derredor. A el le llama la atencion el azul de sus ojos, la palidez de su piel. Su mirada pasa por encima de el sin detenerse.
Cruza la calle y se entretiene a la espera de que salgan de la tienda. Pasan cinco, diez minutos. Tiene frio.
La placa de laton anuncia el Taller La Fay, o La Fee, sombrereria de senoras. Abre la puerta; tintinea una campanilla. En una sala estrecha y bien iluminada, unas jovenes de vestido gris, todas iguales, estan sentadas ante dos largas mesas de costura. Una mujer de mediana edad se adelanta a recibirle.
– ?Monsieur?
– Una conocida mia ha entrado aqui hace unos minutos; es una joven damisela. Pense que… mira a su alrededor, recorre el establecimiento con los ojos, no hay ni rastro de la finesa ni de la otra mujer-. Lo lamento, creo que me he equivocado.
Las dos costureras mas cercanas se rien por lo bajo de su azoramiento. En cuanto a Madame La Fay, ha perdido su interes por el.
– Deben de ser las estudiantes dice con cierto desden-. Nosotras no tenemos nada que ver con las estudiantes.
Vuelve a pedir disculpas y se dispone a marcharse.
– ?Por ahi! -dice una voz a sus espaldas.
Se da la vuelta. Una de las muchachas senala una portezuela situada a su izquierda.
– ?Por ahi!
Pasa a un callejon tapiado, al que no se podria acceder desde la calle. Una escalera de hierro sube a la planta superior. Titubea, pero por fin asciende.
Se encuentra en un oscuro corredor que huele a cocina. De una planta superior llega el sonido de un violin carrasposo, una melodia gitana. Sigue la musica, sube dos plantas mas y llega a la puerta entreabierta de una buhardilla. Llama con los nudillos. La finesa sale a recibirle. Su cara impasible no da muestras de sorpresa.
– ?Puedo hablar con usted? dice.
Ella se hace a un lado.
El violin lo toca un joven vestido de negro. Al ver al desconocido, se detiene a mitad de una frase, mira rapidamente a la mujer mas alta, recoge su gorra y, sin mediar palabra, se marcha.
El se dirige a la finesa.
– La vi por la calle y la he seguido. ?Podemos hablar en privado?
Ella se sienta en un sofa, pero no le invita a sentarse. Los pies apenas le llegan al suelo.
– Hable -dice.
– Ayer
Ella lo mira con gesto burlon.
– ?Para mayor alivio suyo?
– Quiero decir que no he venido a Petersburgo para implicarme en ninguna clase de investigacion -continua empecinadamente-, pero una vez dicho lo que dijo usted sobre el modo en que acontecio su muerte, ya no puedo ignorarlo. No puedo quitarmelo de la cabeza.
Hace una pausa. La cabeza le da vueltas, de repente se encuentra exhausto. Cierra los ojos y ve a Pavel caminando hacia el. Hay una joven a su lado, la joven con la que ha decidido casarse. Pavel esta a punto de decir