?Sera un rasgo que pueda trasladarse a otras mujeres, cultivarse en otras? ?En su esposa, por ejemplo? ?Existe acaso una cualidad de la sensacion que tiene ahora libertad de hallar en otras, tras haberla hallado en ella?

?Que traicion!

Si tuviera mayor confianza en su dominio del frances, canalizaria esta perturbadora excitacion a traves de uno de esos libros que no pueden publicarse en Rusia, un libro de los que se pueden dar por terminados de un tiron, en dos o tres semanas, incluso sin copista, diez seudonimos diferentes, trescientas paginas. Un libro de la noche, en el que todos los excesos fueran representados y ningun limite se respetase. Un libro que jamas fuese relacionado con el. Remitiria el manuscrito por correo, de Dresde a Paris, a Paillard, para que fuera impreso clandestinamente y vendido luego bajo cuerda en la orilla izquierda del Sena Memorias de un noble ruso, un libro que Anna Sergeyevna, su verdadera engendradora, nunca llegase a ver, con un capitulo en el que el noble que redacta sus memorias lee en voz alta a la joven hija de su amante un relato sobre la seduccion de una joven, en el que el mismo surge con creciente claridad como autentico seductor. Un relato repleto de detalles intimos y alusiones psicologicas que en modo alguno seduce a la hija y que, por el contrario, la aterra: le perturba, le quita el sueno, la lleva a dudar tanto de su pureza que tres dias despues se entrega a el desesperada, de forma infinitamente vergonzosa, de una forma tal como nunca hubiera podido concebir una nina, a no ser que la historia de su propia seduccion y el modo en que se lleva a cabo no estuvieran hondamente grabados en ella de antemano.

Recuerdos imaginarios. Memorias de la imaginacion.

?Sera esa la respuesta a la pregunta que el se formula? ?Sera que ella lo deja en libertad para escribir un libro sobre el mal? ?Con que finalidad? ?Para que el se libre del mal, o para que se desgaje del bien?

Ni una sola vez, a lo largo de esta dilatada ensonacion, se le ocurre pensar en Pavel. La casa habia quedado en silencio, y ahora lo nota regresar entre gemidos, palido, en busca de un sitio donde recostar la cabeza. ?Pobre muchacho! ?El festival de los sentidos que le hubiese dejado por herencia le ha sido robado! Tumbado en la cama de Pavel, no puede por menos que notar un estremecimiento siniestramente triunfal.

Por lo comun, por las mananas disfruta de la vivienda para el solo. Pero hoy Matryona no ha ido a la escuela, esta arrebolada, tiene una tos seca, le cuesta trabajo respirar. Con ella en la vivienda, es menos capaz que nunca de concentrarse en la escritura. Se descubre al acecho, procurando en todo momento oirla arrastrar los pies en la habitacion de al lado. Hay momentos en los que podria jurar que siente sus ojos taladrarle por la espalda.

A mediodia, el portero trae un mensaje. Reconoce en el acto el papel gris y el sello rojo. El final de la espera: recibe la orden de presentarse en el despacho del investigador judicial, el consejero P. P. Maximov, en relacion con el asunto de P. A. Isaev.

De la calle Svechnoi se dirige a la estacion de ferrocarril para hacer una reserva, y de ahi va a la comisaria. La antesala esta repleta de gente. Se identifica en el mostrador y se dispone a esperar su turno. Cuando el reloj da las cuatro, el sargento que le atendio en el mostrador guarda la pluma, se estira, apaga la lampara y comienza a conducir a los presentes hacia la salida.

– ?Que sucede? -protesta.

– Es viernes, cerramos antes -dice el sargento-. Vuelva usted manana por la manana.

A las seis esta esperando delante de Yakovlev. Al verlo ahi, Anna Sergeyevna se muestra alarmada.

– ?Matryosha…? -le pregunta.

– Dormia cuando me marche. He pasado por una farmacia para comprarle algo que le alivie la tos.

Le muestra un frasquito de cristal marron.

– Gracias.

– Me ha vuelto a citar la policia por algo relacionado con los papeles de Pavel. Espero que manana mismo podamos zanjar el asunto de una vez por todas.

Caminan un rato en silencio. Anna Sergeyevna parece preocupada. Por fin toma la palabra.

– ?Hay alguna razon en especial por la cual tenga que apoderarse de esos papeles?

– Me sorprende que me lo pregunte. ?Que otra cosa suya ha dejado Pavel al morir? Para mi, no hay nada tan importante como esos papeles. Para mi, son su palabra. -Y al cabo de un rato en silencio anade-: ?Sabia usted que estaba escribiendo un relato?

– Escribia a ratos. Si, ya lo sabia.

– El que le digo trataba sobre un convicto que se fuga…

– Ese no lo conozco. A veces nos leia a Matryosha y a mi lo que estaba escribiendo, mas que nada por ver que nos parecia. Pero nunca leyo un relato sobre un convicto.

– No se me habia ocurrido que hubiera otros relatos…

Ah, pues claro que escribia otros relatos. Y tambien poemas… aunque era cohibido, y los poemas apenas nos los ensenaba. Tuvo que llevarselos la policia, claro, cuando se llevaron todo lo demas. Pasaron mucho tiempo en su habitacion registrandolo todo. No se lo habia dicho, pero levantaron incluso los tablones de la tarima. Se llevaron todos los papeles.

– Entonces… ?Es asi como Pavel pasaba el tiempo? ?Escribia?

Ella lo mira con extraneza.

– Pues ?como pensaba usted, si no?

El contiene el deseo de darle una rapida respuesta.

– Teniendo por padre a un escritor, ?que otra cosa se podia esperar? -sigue ella.

– Escribir no es cosa de familia.

– Tal vez no. Yo no soy quien para juzgarlo, pero nadie le obligo a escribir para intentar ganarse la vida. Puede que solo fuese una forma de aproximarse a su padre, de alcanzarlo.

El hace un gesto de exasperacion: ?yo tambien lo hubiese querido sin relato ninguno!, piensa.

– Nadie tiene que ganarse a pulso el carino de su padre -dice por el contrario.

Ella titubea antes de volver a hablar.

– Hay algo que quisiera advertirle, Fiodor Mijailovich. Pavel convirtio en figura de culto a su padre: idealizo a Alexander Isaev, quiero decir. No se lo diria si no supusiera que antes o despues encontrara rastros de ese culto entre sus papeles. Debe usted ser tolerante. A los ninos les agrada idealizar a sus padres. La misma Matryona…

– ?Idealizar a Isaev? Isaev era un alcoholico, un mal esposo, un don nadie. Su propia esposa, la madre de Pavel, al final ya no lo aguantaba. Lo habria abandonado, de no ser porque el murio sin darle tiempo. ?Como es posible idealizar a una persona asi?

– Viendolo de forma borrosa, por supuesto. A Pavel le costaba mucho verlo a usted de forma borrosa. Si me permite que se lo diga, usted es demasiado inmediato para el.

– Eso es porque fui yo el que tuvo que criarlo dia a dia. Yo lo quise como a un hijo, y como a un hijo lo trate cuando todos los demas le dieron de lado.

– No exagere. Sus padres no le dieron de lado: simplemente murieron. Ademas, si usted ejercio el derecho de elegirle a el por hijo, ?por que no iba el a tener derecho de elegir a su padre?

– ?Porque el era mucho mejor que Isaev! Esto de que los jovenes den la espalda a sus padres, a sus casas, a su crianza, solo porque no son de su agrado, terminara por convertirse en una de las peores lacras de nuestro tiempo. Poco a poco no habra nada que les satisfaga, nada, salvo ser hijos de Stenka Razin o de Bakunin.

– Esta usted diciendo tonterias. Pavel no escapo de su casa: usted si que escapo de el.

Cae un enojoso silencio. Cuando llegan a la calle Gorojovaya, el se disculpa y la deja.

Caminando de un extremo a otro del paseo fluvial, medita sobre lo que le ha dicho ella. Sin dudarlo, el ha permitido que emergiese algo vergonzante y muy suyo, de modo que le invade el resentimiento por el hecho de que ella fuese testigo de ese trance. Al mismo tiempo, le da verguenza esa mezquindad. Se siente atrapado en un dilema moral que le resulta conocido, tan familiar, de hecho, que ya no lo altera, razon por la cual deberia ser tanto mas vergonzante. Pero hay otra cosa que tambien le incomoda, igual que la punta de un clavo que empieza a asomar por la punta del zapato, si bien no puede o no quiere definirla.

Hay aun cierta tension en el aire cuando vuelve a la vivienda. Matryona se ha levantado de la cama. Lleva el abrigo de su madre por encima del camison, pero va descalza.

– ?Me aburro! -gimotea una y otra vez. A el no le presta ninguna atencion. Aunque se sienta con ellos a la

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