mesa, no prueba bocado. Despide un olor agrio; estornuda, y de vez en cuando tiene un incontenible acceso de tos seca.
– No deberias estar levantada, mi nina -comenta el con dulzura.
– A mi no me digas que he de hacer, que tu no eres mi padre-le replica.
– ?Matryosha! -la recrimina su madre.
– ?Que? ?Lo es o no lo es? -insiste ella, y acto seguido calla y adopta un gesto arisco.
Despues de que el se haya retirado, Anna Sergeyevna llama a la puerta de su habitacion y entra. El se levanta con cautela.
– ?Como esta?
– Le he dado la medicina que compro usted, y parece mas descansada. Tendria que guardar cama, pero es una chiquilla muy obstinada, y yo no puedo impedirle que se levante. Pero he venido a pedirle disculpas por lo que le dije, y tambien a preguntarle que planes tiene para manana.
– No tiene por que disculparse. La culpa la tengo yo. He hecho una reserva para el tren de manana por la noche, pero aun estoy a tiempo de cambiarla.
– ?Por que iba a cambiarla? Manana tendra los papeles que tanto desea. ?Por que iba a quedarse mas de lo estrictamente necesario? Al fin y al cabo, no querra convertirse en el eterno huesped. ?No hay un libro que se titula asi?
– ?El eterno huesped? No, no que yo sepa. Ademas, todas las decisiones pueden modificarse, incluidas las de manana. No hay nada definitivo. Claro que en este caso no esta en mis manos esa modificacion.
– ?En manos de quien esta?
– En las suyas.
– ?En mis manos? ?Desde luego que no! Sus decisiones estan solamente en las manos de usted, yo nada tengo que ver en lo que usted decida. Por la manana no podre verlo; tengo que madrugar, porque es dia de mercado. Puede dejarme la llave puesta por dentro.
Asi ha llegado el momento. El respira hondo. Tiene la mente en blanco. A partir de ese blanco empieza a hablar rindiendose a las palabras que afluyen a sus labios, yendo alli adonde le lleven.
– En el transbordador, cuando me llevo usted a ver la tumba de Pavel- dice, las mire a Matryosha y a usted cuando estaban sujetas a la barandilla, mirando de frente la neblina. ?Se acuerda que aquel dia era espesa la neblina? Y me dije entonces: «Ella lo devolvera. Ella es -respira hondo otra vez- una conductora de almas». No es esa la palabra que se me ocurrio en el momento, pero ahora se que es la palabra adecuada.
Ella lo contempla inexpresiva. El le toma la mano entre las suyas.
– Lo quiero de vuelta -dice-. Tiene usted que ayudarme. Quiero besarle en los labios.
A la vez que pronuncia cada palabra se da cuenta de lo enloquecidas que son todas ellas. Diriase que entra y sale de la locura como entra y sale una mosca por una ventana abierta.
Ella se ha puesto tensa, lista para huir. El la sujeta con mas fuerza, la retiene.
– Es la verdad. Es asi como la considero. Pavel no llego aqui por casualidad. En alguna parte estaba escrito que habia de ser conducido… hacia la noche.
Cree y no cree en lo que esta diciendo. Se le pasa por la mentes un fragmento de un recuerdo, un cuadro que ha visto en una galeria, ni siquiera sabe donde: una mujer vestida de oscuro, con severidad, de pie ante una ventana, con un nino al lado. Los dos miran el cielo cubierto de estrellas. Mas vividamente que la imagen recuerda las volutas sobredoradas del marco.
La mano de ella esta inerte entre las suyas.
– Esta en su poder -prosigue, siguiendo todavia a las palabras como si fueran faros, escrutando por donde han de llevarle. Usted puede devolvermelo, aunque no sea mas que un minuto. Solo un minuto.
Recuerda ahora que seca le parecio cuando se encontraron por vez primera: como una momia, secos huesos envueltos en los trozos de lienzo que se haran polvo en cuanto uno los toque. Cuando ella le habla, la voz se le quiebra en la garganta.
– Lo quiere usted tanto -dice- que sin duda lo vera de nuevo.
El le suelta la mano. Como si fuera una cadena de huesos, ella la retira.
– Usted es un artista, un maestro. Esta a su alcance, y no al mio, devolverlo a la vida.
– Estoy muy lejos de ser un maestro -dice-. Me recorre de lado a lado una grieta. ?Que se va a hacer con una campana agrietada? Una campana agrietada no tiene arreglo.
Es verdad lo que dice. Pero al mismo tiempo recuerda que una de las campanas de la catedral de la Trinidad de Sergiyev esta rajada, y que lo esta desde antes de los tiempos de Catalina la Grande. Nunca la han descolgado para fundirla. Todos los dias se la oye taner por toda la ciudad. La gente la llama «la pata de palo de San Sergio».
Ahora nota una cierta exasperacion en la voz de ella.
– Lo lamento por usted, Fiodor Mijailovich, pero conviene que recuerde que no es usted el primer padre que ha perdido un hijo. Pavel vivio veintidos anos. Piense, pues, en todos los hijos que han muerto en la mas tierna infancia…
– ?Y…?
– Y reconozca que es la regla, y no la excepcion, sufrir y llorar la perdida. Y preguntese si se duele por Pavel o si se duele mas bien por usted mismo.
La perdida. Se instala entre ambos una distancia glacial.
– No lo he perdido Pavel, no esta perdido -dice entre dientes.
Ella se encoge de hombros.
– Si no esta perdido, usted ha de saber donde esta. Ciertamente, no se encuentra en esta habitacion.
Mira a su alrededor. Ese amontonarse las sombras en un rincon, ?no podria ser la huella del aliento de la sombra de su espiritu?
– Nadie vive en un sitio para marcharse sin dejar nada suyo en el -susurra.
– No, claro que no. Siempre se deja algo por donde uno pasa. Eso es lo que ya le dije esta tarde. Pero lo que el haya dejado no esta en esta habitacion. El se ha ido de aqui, y aqui no lo podra encontrar. Hable con Matryona. Haga las paces con ella antes de marcharse. Su hijo y ella estuvieron muy unidos. Si el ha dejado huella, tiene que haber sido en la nina.
– ?Y en usted?
– Yo le tenia mucho carino, Fiodor Mijailovich. Fue un joven bueno y generoso. En calidad de hijo suyo, de usted, su vida no fue nada facil. Estaba solo, inseguro de si mismo, tuvo que luchar por encontrar su camino. De todo eso me di perfecta cuenta. Pero yo no soy de su generacion. Conmigo no podia hablar como hablaba con Matryona. Los dos juntos podian ser como ninos -hace una pausa-. Muchas veces tenia la sensacion, y dejeme senalarlo ahora, ya que estamos siendo sinceros el uno con el otro, de que el nino que Pavel llevaba dentro tuvo que dejar de serlo cuando aun era demasiado pronto, sin haber tenido tiempo suficiente de jugar. No se si se le habra ocurrido pensar en esto, puede que no, pero todavia me sorprende su enfado con el por algo tan trivial como es el hecho de dormir hasta tarde.
– ?Por que le sorprende?
– Porque esperaba de usted una mayor simpatia. Usted es un artista, ?no? Hay ninos que suenan de noche, y otros en cambio esperan a la manana para sonar. Deberia pensarlo dos veces antes de despertar a un nino que esta sonando. Cuando Pavel estaba con Matryona, el nino que habia en el encontraba de nuevo una ocasion para salir a la superficie. Ahora me alegro de que ocurriese, me alegro de que no perdiera la oportunidad.
Vuelve a el una imagen de Pavel tal como era a los siete anos, con su abrigo a cuadros grises, su gorro calado hasta las orejas y las botas demasiado grandes para su talla, correteando por la nieve, gritando como un loco. En esa imagen descuella por la esquina algo mas, algo que rechaza.
– Pavel y yo nos conocimos en Semipalatinsk cuando el ya tenia siete anos -dice-. Yo no le cai bien. Yo era simplemente el desconocido con el cual iban a vivir su madre y el, era el hombre que iba a arrebatarle a su