– Es porque no podrian ser mas diferentes entre si, ?a que no? Se parecian como un huevo a una castana.
– ?Un huevo a una castana? -a ella le hace gracia la idea.
– Es una manera de hablar. Como un caballo y un lobo. Como un ciervo y un lobo.
Ella considera la nueva semejanza, aunque con recelo.
– A los dos les gusta pasarlo bien… Les gustaba -corrige, patinando en el verbo.
El niega con un gesto.
– No, en eso te equivocas. En Sergei Gennadevich no hay animo de pasarlo bien. Si que tiene espiritu, un espiritu seguramente unico, pero no es un espiritu amigo de la diversion -se acerca mas a ella, le aparta el mechon de negros cabellos que le oculta la cara, le acaricia la mejilla. Escuchame, Matryosha. Esto no se lo puedes ocultar a tu madre dice, senalando los mortiferos instrumentos-. Yo me deshare de ellos, igual que me deshice del vestido. No importa lo que diga Nechaev; no los puedes guardar aqui. Es demasiado peligroso. ?Lo entiendes?
Se le entreabren los labios, le tiemblan las comisuras de la boca. Se va a echar a llorar, piensa el. Pero nada de eso. Cuando levanta los ojos, el se siente envuelto por una mirada a un tiempo despectiva y descarada. Ella le aparta la mano con la que le acariciaba la mejilla.
– ?No! dice el. La sonrisa que ostenta la nina es hiriente, provocativa. Pasa entonces el encantamiento y vuelve a ser una nina igual que antes, confundida, avergonzada.
Es imposible que lo que acaba de ver haya ocurrido de veras. Lo que ha visto no procede del mundo que el conoce, sino de otra existencia. Es como si por vez primera hubiese estado presente y consciente durante un episodio, de modo que por vez primera sus ojos han estado abiertos hacia donde esta cuando sufre el ataque. En realidad, tiene que preguntarse si
La muerte de la inocencia. Jamas, en toda su vida, se ha sentido tan solo. Es como un viajero en medio de una vasta llanura. Alla arriba se amontonan nubes de tormenta; los relampagos refulgen en el horizonte; las tinieblas se multiplican pliegue tras pliegue. No hay refugio; si alguna vez tuvo un destino al que llegar, hace mucho que lo ha perdido; cuando mas se agolpan las nubes, mas pesadas se tornan.
Son las seis y las calles aun estan llenas cuando se apresura con el paquete encima. Por la calle Gorojovaya llega al Canal de Fontanka y se apina entre todos los viandantes que cruzan el puente. A medio camino se detiene y se asoma por el pretil.
El agua esta helada al menos en la superficie; no corre mas que una hilacha por el centro. ?Que amasijo tiene que haber bajo el hielo, en el lecho del canal! Con el deshielo, en primavera, se podria agavillar una autentica cosecha de culpables secretos: cuchillos, hachas, ropas ensangrentadas. Cosas peores. Es facil matar el espiritu, pero mas dificil es deshacerse de lo que queda despues. El entierro y sus ensalmos se dirigen, la verdad sea dicha, no al alma, sino al cuerpo obstinado, y lo conjuran para que no se levante, para que no regrese.
De ese modo, con cautela, como un hombre que sondea su propia herida, readmite a Pavel en sus pensamientos. Bajo su manta de tierra y de nieve, en la isla de Yelagin, Pavel, sin apaciguar aun, sigue existiendo con terquedad. Pavel se tensa para aguantar el frio, los eones que debe aguantar hasta el dia de la resurreccion, cuando los sepulcros se abran de cuajo y bostecen las tumbas, apretando los dientes de su craneo pelado, soportando lo que ha de soportar hasta que brille el sol sobre el y pueda distender sus miembros tensados. ?Pobre nino!
Una joven pareja se ha detenido a su lado; el hombre rodea a la mujer con el brazo por los hombros. Se aleja poco a poco de ellos. Bajo el puente, el agua negra corre perezosamente, lamiendo una caja de madera rota y festoneada de carambanos. Sobre el pretil acuna el paquete de lienzo sujeto a un cordel. La muchacha lo mira, pero aparta la mirada. En ese instante da un codazo al paquete.
Cae sobre el hielo a un lado del canal, y ahi queda quieto, a la vista de todo el mundo.
No puede creer lo que ha ocurrido. Esta directamente encima del canal, pero le ha salido mal. ?Sera un truco de la perspectiva? ?Habra objetos que no caigan en vertical?
– Ahora si que se ha metido en un buen lio oye decir a una voz a su izquierda. Un hombre con gorra de obrero, viejo, de barbas grises, le dedica una ancha sonrisa. ?Que rostro demoniaco!. No se podra pisar el hielo al menos hasta dentro de una semana, creo yo. ?Que piensa hacer, eh?
Es el momento perfecto para un acceso, piensa. Sera la gota que colme el vaso. Se ve a si mismo en plena convulsion, soltando espumarajos por la boca; ve la multitud que se congrega a su alrededor, ve al de las barbas grises senalar, en beneficio de todos, en donde esta la pistola posada sobre el hielo. Un acceso igual que un rayo del cielo, caido para abatir al pecador. Pero ese rayo no llega.
– ?Ocupese de sus asuntos, amigo! susurra. Y se marcha a buen paso.
18 El Diario
Es la tercera vez que se sienta a leer los papeles de Pavel. No logra saber que es lo que tanto dificulta la lectura, pero su atencion oscila entre el sentido de las palabras y las palabras mismas, va de las letras sobre el papel al trazo de la pluma, de los movimientos de la mano a las sombras que ha dejado la presion de los dedos. Hay momentos en los que cierra los ojos y se lleva la pagina a los labios. Querido: cada aranazo que hay sobre ese papel me es queridisimo, se dice.
Pero en su reluctancia hay algo mas. Hay algo que afea su intrusion en las cosas de Pavel; hay algo sin duda obsceno en el
El cuento siberiano de Pavel esta echado a perder, para su sensibilidad, quiza para siempre, por el ridiculo de Maximov. No puede alegar ya que el estilo no sea juvenil, ni ignorar tampoco que carece de originalidad. Y, sin embargo, ?que poco costaria insuflarse algo de vida! Le invade una comezon por tomar la pluma y retocarlo, por tachar los largos pasajes sentimentales o doctrinales, por anadir esos toques que le daran vida propia, que esta pidiendo a gritos. El joven Sergei es un personaje relamido, convencido de estar en posesion de la verdad, del cual conviene distanciarse si se trata de verlo desde un prisma mas humoristico, sobre todo en la solemne disciplina que impone a su propio cuerpo. Hasta donde a el se le alcanza, lo que le hace tan atractivo a ojos de la muchacha campesina dificilmente puede ser la promesa de una vida conyugal (una dieta de pan y cebolla, desnudos tablones para dormir), y si su aire de estar presto para afrontar un destino misterioso. ?De donde sale esa idea? De Chernishevski, desde luego, pero tambien de mas alla de Chernishevski: de los Evangelios, de Jesucristo, de una imitacion de Cristo tan obtusa y tan pervertida a su manera como lo es la del ateo Nechaev, que reune a una banda de discipulos y les ordena cumplir sus encargos homicidas. Un flautista con una piara de cerdos que bailan pegados a sus talones. «Hara cualquier cosa por el», dijo Matryona de Katri, la cerda de la piara. Cualquier cosa, soportar cualquier humillacion, la muerte incluso. Han quemado toda verguenza, todo el respeto que una persona se debe a si misma. ?Que paso entre Nechaev y sus mujeres en el cuarto de arriba del taller de Madame La Fay? ?Y Matryona? ?No estaba siendo tambien adiestrada para ingresar en su haren?
Cierra el manuscrito de Pavel y lo deja a un lado. Si empezara a escribir sobre esas paginas, con toda certeza lo convertiria en una abominacion.
Luego esta el diario. Al hojearlo, se fija por vez primera en un rastro de marcas a lapiz, nitidas senales que no son de Pavel, y que por tanto solo pueden ser de Maximov. ?A quien estan destinadas? Lo mas probable es que sean para el copista; sin embargo, en su situacion solo puede tomarlas como indicaciones destinadas a el.
«Hoy vi a A.», dice la entrada senalada del 11 de noviembre de 1868, hace casi un ano exactamente. 14 de noviembre: una criptica «A». 20 de noviembre: «A. en casa de Antonov». Todas las referencias a «A», de aqui en adelante, estan marcadas.
Vuelve atras las paginas. La primera «A» es del 6 de junio, si se exceptua la entrada del 14 de mayo, en donde dice «Larga conversacion con -», que lleva una marca a lapiz y un signo de interrogacion en el