margen.
14 de septiembre de 1869, un mes antes de su muerte: «Esbozo de un relato (la idea es de A.). Una verja cerrada, fuera de la cual nos encontramos: llamamos a gritos, aporreamos los portones para que nos dejen entrar. Cada tantos dias se abre una rendija y un guardia llama a uno de nosotros para que entre. El elegido es despojado de todo lo que tiene, incluso de sus ropas. Se convierte en un siervo, aprende a reverenciar a sus amos, a hablar siempre en voz baja. Como siervos, eligen a los que consideran mas dociles, mas faciles de domesticar. A los fuertes les impiden el paso.
»Tema: extender el espiritu entre los siervos. Primero murmullos, luego ira, animo rebelde; por ultimo, unir las manos, pronunciar un voto de venganza. Se cierra con un anciano y fiel criado, de cabellos blancos, con aire de abuelo, que viene con un candelabro para 'aportar su granito de arena' (eso dice el) y prender fuego a los cortinajes.»
Es una idea para una fabula, para una alegoria, no para un relato. Carece de vida propia, de centro. De espiritu.
6 de julio de 1869: «En el correo, diez rublos de la Snitkina por mi onomastica (aunque tarde), con orden expresa de no decirle nada al Amo».
«La Snitkina»: Anya, su esposa. «El Amo»: el mismo. ?A eso se referia Maximov cuando le aviso de que algunos pasajes iban a hacerle dano? En tal supuesto, Maximov deberia haber sabido que esa es una flecha de pigmeo. Aun puede aguantar mas, mucho mas.
Pasa las paginas hacia atras, hacia los primeros dias.
26 de marzo de 1867: «Tropece anoche, en plena calle, con EM. Estuvo huidizo (?habria estado con una puta?), asi que hube de fingir que estaba mas borracho de lo que en realidad estaba. 'Guio mis pasos hacia casa' (le encanta jugar al padre que perdona al hijo prodigo), me tendio en el sofa como si fuese un cadaver y tuvo con la Snitkina una larga pelea en susurros. Yo habia perdido los zapatos (tal vez los habia regalado, no se). Termino como F. M. en mangas de camisa, intentando lavarme los pies. Todo muy deplorable. Esta manana dije a la S. que por fuerza he de vivir por mi cuenta; le pedi que a toda costa intentase que el diera su brazo a torcer, que utilizara todas sus artimanas. Pero le tiene demasiado miedo».
?Doloroso? Si, sin duda que hacen dano: esta conforme con Maximov. Pero si hay algo que pueda convencerle de que abandone la lectura, no es el dolor, sino el miedo: miedo, por ejemplo, de que la confianza que tiene en su esposa salga minada. Miedo, tambien, de su confianza en Pavel.
?Para quien fueron pergenadas estas malhadadas paginas? ?Las escribio Pavel pensando en los ojos de su padre, para morir despues y dejar sus acusaciones sin respuesta posible? No, claro que no: ?que demente es pensar en eso! Es mas bien como una mujer que escribe a un amante, solo que con la figura familiar y fantasmal de su marido leyendo lo que escribe por encima del hombro. Cada palabra tiene un doble sentido: para uno, la pasion y la promesa de la entrega; para el otro, la suplica, el reproche. Una escritura dividida, obra de un corazon dividido. ?Se habra dado cuenta Maximov?
2 de julio de 1867, tres meses despues: «?Liberacion de los siervos! ?Por fin libre! Me despedi de EM. y de su novia en la estacion de ferrocarril. Luego, de inmediato, me presente en este imposible alojamiento en que me ha metido (mi propia taza, mi propio servilletero, toque de queda a las diez y media). V. G. ha prometido que me puedo quedar con el hasta que encuentre otro sitio mejor. Tengo que convencer al viejo Maykov de que me de a mi el dinero para pagar directamente la pension».
Vuelve las paginas adelante y atras algo distraido. El perdon: ?es que no hay una sola palabra de perdon, por ambigua que sea, por disimulada que este? Sera imposible vivir los dias que le queden con un nino en su interior, un nino cuya ultima palabra no ha sido de perdon.
Dentro del cofre de plomo, un cofre de plata. Dentro del cofre de plata, un cofre de oro. Dentro del cofre de oro, el cadaver de un joven vestido de blanco, con las manos cruzadas sobre el pecho. Entre sus dedos, un telegrama. Observa el telegrama hasta que se le va la vista, buscando la palabra perdon que no figura. El telegrama esta escrito en hebreo, en arameo, en unos simbolos que nunca habia visto.
Alguien llama a la puerta. Es Anna Sergeyevna, viene con su ropa de calle.
– Quiero darle las gracias por cuidar de Matryona. ?Le ha causado alguna molestia?
Le cuesta un instante recogerse, recordar que ella no sabe nada del abominable uso que Nechaev ha hecho de la nina.
– No, en modo alguno. ?Que tal se encuentra?
– Esta durmiendo, no quiero despertarla.
Ella se fija en los papeles extendidos sobre la cama.
– Veo que despues de todo ha decidido usted leer los papeles de Pavel. No le interrumpo mas.
– No, no se vaya. No es una tarea precisamente grata.
– Fiodor Mijailovich, permitame que se lo ruegue otra vez: no lea cosas que no fueron escritas para usted. Solo conseguira hacerse dano.
– Ojala pudiera seguir su consejo. Por desgracia, no es esa la razon por la que estoy aqui. No he venido para ahorrarme el dano. Estaba repasando el diario de Pavel, y he topado con un incidente que recuerdo demasiado bien, un incidente que ocurrio hace dos anos. Es muy esclarecedor verlo ahora con los ojos de otro. Pavel volvio a casa en plena noche, sin tener ningun dominio de si mismo. Habia bebido en abundancia. Lo desvesti y me llamo la atencion una cosa que hasta entonces me habia pasado desapercibida: que pequenas tenia las unas de los pies. Era como si no le hubiesen crecido desde que era nino. Tenia los pies anchos, carnosos, imagino que como su padre, pero con unas unas muy pequenas. Habia perdido los zapatos, o puede que se los hubiese regalado a alguien. Tenia los pies como dos tempanos de hielo.
Pavel descalzo y sin rumbo por las calles, pasada la medianoche: un angel perdido, un angel imperfecto, uno de los parias de Dios. Tenia los pies de un hombre hecho a caminar, de un hombre hecho a hollar nuestra gran madre tierra: los pies de un campesino, no de un bailarin.
Luego, ya tumbado en el sofa, con la cabeza dandole vueltas, se vomito encima, manchandose la ropa.
– Le di un par de botas viejas y lo vi marcharse por la manana, de muy mal humor, con las botas en la mano. Y eso fue todo, pense yo. Estaba en una edad dificil, claro; tendria dieciocho, diecinueve anos, es dificil para todos, incluso cuando estan ya bien crecidos, pero aun no pueden marcharse del nido. Tienen todo el plumaje, pero aun no saben volar. Comen a todas horas, siempre tienen hambre. Me recuerdan a los pelicanos: son desgarbados, son las aves mas feas, hasta que por fin despliegan sus grandes alas y despegan del suelo.
»Por desgracia, no es asi como recordaba Pavel aquella noche. En su relacion no se dice nada de aves ni de angeles. No se habla del cuidado que dan los padres a sus hijos. Ni se menciona el amor paterno.
– Fiodor Mijailovich, no va a conseguir nada por mas que siga lacerandose de este modo. Si no esta dispuesto a quemar esos papeles, al menos cierrelos un tiempo bajo llave, vuelva a mirarlos cuando haya hecho las paces con Pavel. Escucheme, haga lo que le digo. Es por su propio bien.
– Gracias, mi querida Anna. Escucho sus palabras, me llegan al corazon. Pero cuando le hablo de ahorrarme el dano, cuando le hablo del porque estoy aqui, no me refiero a esta vivienda, ni tampoco a Petersburgo. Lo que quiero decir es que no estoy aqui en Rusia, en estos tiempos que corren, para llevar una vida libre de dano. Se me exige vivir… ?Como llamarlo? ?Una vida rusa? Una vida dentro de Rusia, o con Rusia bien dentro de mi, sea lo que sea Rusia. No es un destino del que me pueda evadir.
»Lo cual no significa que pregone a los cuatro vientos la importancia que tiene. No es la mia una vida que soporte un examen detenido. De hecho, no es del todo una vida, sino mas bien un precio, una moneda. Es algo que pago por escribir. Eso es lo que Pavel no entendio nunca: que yo tambien pago.
Ella frunce el ceno. El entiende ahora de donde saca Matryona el amaneramiento. Que poca paciencia cuando se trata de desgarrarse las entranas. Bien, ?pues merece todos los honores por eso mismo! En Rusia hay demasiada aficion a desgarrarse las entranas.
No obstante,
Una vida sin honor: traicion sin limites, confesiones sin fin.
Ella interrumpe sus pensamientos.