– Por ahi -grito Warren.

– ?Quieres ir a los quirofanos? -pregunto Jack-. ?Por que?

– Porque no se lo esperan -respondio Warren. Cogio a la asustada Natalie de la mano y tiro de ella.

Jack y Laurie los siguieron. Pasaron junto a la habitacion de Horace, pero el paciente se habia encerrado en el cuarto de bano.

La zona de quirofanos estaba separada del resto del hospital por las tipicas puertas basculantes. Warren las empujo y las sostuvo con el brazo extendido, como un defensa de futbol americano. Jack y Laurie pasaron junto a el.

No habia ninguna operacion en curso ni paciente alguno en la sala de recuperacion. Las luces estaban apagadas, con excepcion de las de un dispensario situado en medio del pasillo. La puerta del dispensario estaba entornada y a traves de ella se filtraba un tenue resplandor.

Alertada por los golpes en las puertas de la zona de quirofanos, una mujer se asomo por la puerta de dispensario. Vestia uniforme de cirugia y un gorro desechable. Al ver a las cuatro figuras que corrian en su direccion, dio un respingo.

– ?Eh, no pueden entrar aqui con ropa de calle! -grito en cuanto se hubo recuperado de la impresion. Pero Warren y los demas ya habian pasado a su lado. Atonita, los siguio con la vista mientras corrian hacia el fondo del pasillo, hasta desaparecer por las puertas del laboratorio.

Volvio a entrar en el dispensario y cogio el telefono colgado en la pared.

Al llegar a una bifurcacion del pasillo, Warren se detuvo en seco y miro en ambas direcciones. Al fondo a la izquierda, sobre la pared, habia una lamparilla roja de una alarma de incendios Encima de la luz, un cartel indicaba la salida de emergencia.

– ?Alto! -grito Jack cuando Warren se disponia a correr hacia alli, suponiendo que encontraria las escaleras.

– ?Que pasa, tio? -pregunto Warren.

– Esto parece el laboratorio -repuso Jack. Se acerco a la puerta de cristal, miro al interior y se quedo estupefacto.

Aunque estaban en pleno corazon de Africa, era el laboratorio mas moderno que habia visto en su vida. Todos los aparatos parecian flamantes.

– ?Vamos! -exclamo Laurie-. No tenemos tiempo para curiosear. Tenemos que salir de aqui.

– Es verdad, tio -dijo Warren-. Sobre todo despues de pegarle a este tipo de seguridad. Tenemos que salir pitando.

– Id delante -dijo Jack-. Os vere en la piragua.

Warren, Laurie y Natalie intercambiaron miradas de ansiedad.

Jack giro el pomo de la puerta y descubrio que no tenia llave. La abrio y entro.

– ?Por el amor de Dios! -protesto Laurie. Jack la ponia histerica. Era obvio que su propia seguridad le tenia sin cuidado, pero no tenia derecho a comprometer la de los demas.

– Dentro de un momento, este sitio estara lleno de guardias de seguridad y soldados -dijo Warren.

– Lo se -repuso Laurie-. Vosotros seguid. Yo procurare llevarlo a la piragua lo antes posible.

– No podemos dejaros aqui -dijo Warren.

– Piensa en Natalie -sugirio Laurie.

– Tonterias -protesto la susodicha. No soy una mujercita indefensa. Estamos todos juntos en esto.

– Vosotras entrad ahi y procurad razonar con ese loco -dijo Warren-. Yo voy a hacer sonar la alarma contra incendios..,

?Para que? -pregunto Laurie.

– Es un viejo truco que aprendi de crio. Cuando estes en un atolladero, crea el mayor caos posible. Asi hay mas probabilidades de escapar.

– Te tomo la palabra -dijo ella. Hizo una sena a Natalie para que la siguiera y entro en el laboratorio.

Encontraron a Jack conversando amistosamente con una tecnica de laboratorio vestida de bata blanca. Era una pelirroja con pecas y sonrisa agradable. Jack ya la habia hecho reir.

– Perdon -dijo Laurie, esforzandose por no gritar-. Jack, tenemos que irnos.

– Laurie, quiero presentarte a Rolanda Phieffer -dijo el-. Es de Heidelberg, Alemania.

– ?Jack! -exclamo Laurie con los dientes apretados.

– Rolanda me estaba contando una historia muy interesante. Al parecer, ella y sus colegas estan trabajando con los genes de los antigenos menores de histocompatibilidad. Los extraen de un cromosoma especifico en una celula y los insertan en el cromosoma homologo, en la misma posicion, en otra celula.

Natalie, que se habia acercado al ventanal que daba a la plaza, regreso rapidamente y dijo:

– La cosa se pone fea. Acaba de llegar un camion lleno de arabes con trajes negros.

En ese momento sono la alarma contra incendios, que emitia secuencias de tres pitidos ensordecedores, seguidos por una voz grabada: 'Fuego en el laboratorio. Por favor, procedan a evacuar el edificio por las escaleras. No usen los ascensores.'

– ?Cielos! -exclamo Rolanda, mirando rapidamente alrededor para decidir que llevar consigo.

Laurie cogio a Jack por los dos brazos y lo sacudio.

– Jack, se razonable ?Tenemos que salir de aqui!

– He descubierto como lo hacen -dijo Jack con una sonrisa de astucia.

– ?Me importa una mierda! -le espeto Laurie-. ?Vamos!

Corrieron hacia el pasillo, donde de repente habian aparecido muchas personas mas. Todos estaban desconcertados y miraban hacia todos lados. Algunos olfateaban el aire y otros hablaban animadamente. Muchos llevaban consigo sus ordenadores portatiles.

La gente se dirigia en masa hacia la escalera, sin excesiva prisa. Jack, Laurie y Natalie se encontraron con Warren, que sujetaba la puerta de incendios. Tambien habia conseguido hacerse con varias batas blancas, que distribuyo entre el grupo. Todos se las pusieron encima de la ropa. Por desgracia, eran las unicas personas en el edificio que llevaban pantalones cortos.

– Han creado quimeras con esos simios llamados bonobos -dijo Jack con entusiasmo-. Eso lo explica todo. No me sorprende que los analisis de ADN fueran tan confusos.

– ?De que cono habla? -pregunto Warren, irritado.

– No preguntes -respondio Laurie-, o lo animaras a seguir.

– ?De quien fue la idea de hacer sonar la alarma de incendios?-pregunto Jack-. Es genial.

– De Warren -repuso Laurie-. Al menos hay un ser pensante entre nosotros.

La escalera de incendios salia a un aparcamiento por el lado norte. La gente se congregaba en pequenos grupos, miraba el edificio y conversaba. Hacia un calor sofocante, pues brillaba el sol y el suelo del aparcamiento estaba alquitranado. Se oyo el aullido de una sirena de bomberos, procedente del noreste.

– ?Que hacemos? -pregunto Laurie-. Es un alivio haber llegado hasta aqui. No creia que fuera tan facil salir del edificio.

– Vamos a la calle y giremos a la izquierda -dijo Jack, senalando- Podemos dar un rodeo por el oeste y regresar a la costa.

– ?Donde estan los soldados? -pregunto Laurie.

– ?Y los arabes? -anadio Natalie.

– Supongo que estaran buscandonos en el hospital -respondio Jack.

– Larguemonos antes de que los empleados del laboratorio vuelvan a entrar en el edificio -dijo Warren.

Evitaron correr para no llamar la atencion. Antes de llegar a la calle, todos se giraron para comprobar si los vigilaban.

Pero la gente ni siquiera los miraba. Todo el mundo estaba fascinado con el coche de bomberos que acababa de llegar.

– Todo bien, hasta el momento -dijo Jack.

Warren fue el primero en llegar a la calle. Cuando torcia la esquina hacia el oeste se detuvo en seco y extendio el brazo para atajar a los demas. Dio un paso atras.

– No podemos ir hacia alli -dijo-. Han cortado la calle.

– ?Caray! -exclamo Laurie-. Es probable que hayan acordonado toda la zona.

– ?Recordais la central electrica que vimos? -pregunto Jack. Todos asintieron-. Tiene que estar comunicada

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