con el hospital. Apuesto a que hay un tunel.

– Puede -dijo Warren-. Pero el problema es que no sabemos como encontrarlo. Ademas, no me gusta la idea de volver a entrar. Sobre todo si nos persiguen esos crios con AK-47.

– Entonces crucemos la plaza -sugirio Jack.

– ?Hacia donde estaban los soldados? -pregunto Laurie, atonita.

– Bueno, si estan aqui, en el hospital, no deberia haber problema -dijo Jack.

– Tienes razon -asintio Natalie.

– Claro que tambien podemos entregarnos y decir que lamentamos lo ocurrido -dijo Jack-. ?Que pueden hacernos, aparte de echarnos de aqui? Ya he descubierto lo que venia a averiguar, asi que no me molestaria.

– Bromeas -dijo Laurie-. No se contentaran con una simple disculpa. Warren ha golpeado a un tipo de seguridad.

Hemos hecho algo mas que entrar sin autorizacion.

– Bromeaba hasta cierto punto -repuso Jack-. Aquel hombre nos apunto con una pistola; tenemos una buena excusa.

Ademas, siempre podemos darles algunos francos franceses.

En este pais, todo se soluciona con dinero.

– Pues el dinero no nos sirvio para cruzar la valla -le recordo Laurie.

– De acuerdo, no nos sirvio para entrar -admitio el-, pero me sorprenderia que no nos sirviera para salir.

– Tenemos que hacer algo -dijo Warren-. Los bomberos estan indicando a la gente que vuelva al edificio. Nos quedaremos aqui solos, con este calor horrible.

– Si, estan entrando -confirmo Jack, que escrutaba el aparcamiento con los ojos entornados debido al fuerte resplandor del sol. Saco las gafas de sol y se las puso-. Intentemos cruzar la plaza antes de que vuelvan los soldados.

Una vez mas, procuraron caminar con calma, como si es tuvieran paseando. Cuando casi habian llegado el cesped, notaron una conmocion en las puertas del edificio. Se giraron y vieron a varios arabes vestidos con trajes negros, abriendose paso entre los tecnicos del laboratorio.

Los arabes salieron corriendo al soleado aparcamiento, con las corbatas aleteando sobre las camisas y los ojos entornados. Todos empunaban pistolas automaticas. Detras de los arabes aparecieron varios soldados. Agitados, se detuvieron bajo el sol ardiente, jadeando mientras miraban alrededor.

Warren y los demas se quedaron paralizados.

– Esto no me gusta -dijo Warren-. Esos seis tipos tienen armas suficientes para robar el Chase Manhattan.

– Me recuerdan a los Intocables -dijo Jack.

– Yo no le veo la gracia -replico Laurie.

– Creo que no tenemos mas remedio que volver a entrar

– dijo Warren-. Teniendo en cuenta que vamos vestidos como tecnicos de laboratorio, se preguntaran que hacemos aqui.

Antes de que pudieran responder a la sugerencia de Warren, Cameron salio por la puerta, acompanado de dos hombres. Uno de ellos estaba vestido igual que Cameron; era evidente que era otro guardia de seguridad. El otro era mas bajo y tenia el brazo derecho paralizado. El tambien estaba vestido con ropas color caqui, pero sin ninguna de las insignias que llevaban los otros dos.

– Caramba -dijo Jack-. Tengo el palpito de que nos obligaran a usar la tactica de la disculpa.

Cameron apretaba contra su nariz un panuelo manchado de sangre, que sin embargo no le obstaculizaba la vista. Localizo al grupo de inmediato y senalo.

– ?Alli estan! -grito.

Los marroquies y los soldados rodearon de inmediato a los intrusos. Todas las armas apuntaban a Jack y sus amigos, que levantaron las manos sin que nadie se los ordenara.

– Me pregunto si podria impresionarlos con mi chapa de forense -bromeo Jack.

– ?No hagas ninguna estupidez! -advirtio Laurie.

Cameron y sus acompanantes cruzaron la calle rapidamente. El cerco de hombres armados se abrio para dejarles paso. Siegfried dio un paso al frente.

– Si hemos causado alguna molestia, les pedimos disculpas… -comenzo Jack.

– ?Cierre el pico! -grito Siegfried.

Camino alrededor del grupo para mirarlos desde todos los angulos. Cuando regreso al punto de partida, pregunto a Cameron si esas eran las personas que habia encontrado en el hospital.

– Sin ninguna duda -dijo Cameron dirigiendo una mirada fulminante a Warren-. Si me lo permite, senor…

– Desde luego -dijo Siegfried con un ademan condescendiente.

Sin previo aviso, Cameron asesto un punetazo en la cara de Warren, que sono como una guia telefonica al caerse al suelo. De inmediato, Cameron dejo escapar un gemido de dolor, se cogio la mano y apreto los dientes. Warren permanecio inmovil; ni siquiera pestaneo.

Cameron maldijo entre dientes y se aparto.

– Registrenlos -ordeno Siegfried.

– Lamentamos mucho si… -comenzo Jack, pero Siegfried no le permitio continuar. Lo abofeteo con suficiente fuerza para girarle la cara y dejarle una marca roja en la mejilla.

El ayudante de Cameron registro rapidamente al grupo y les quito los pasaportes, el dinero y las llaves del coche. Se los entrego a Siegfried, que los examino despacio.

Despues de hojear el pasaporte de Jack, alzo la vista y lo miro con desprecio.

– Yo me veo mas bien como un competidor tenaz -corrigio Jack.

– Ah, asi que tambien es arrogante -gruno Siegfried-. Espero que su tenacidad le resulte util cuando lo entreguemos a las autoridades ecuatoguineanas.

– Si nos permiten llamar a la embajada de Estados Unidos, estoy seguro de que resolveremos este embrollo -dijo Jack-.

Al fin y al cabo, somos funcionarios del gobierno.

Siegfried esbozo una sonrisa que resalto aun mas su permanente mueca de desprecio.

– ?A la embajada de Estados Unidos? -pregunto con tono burlon-. ?En Guinea Ecuatorial? ?Muy gracioso! Por desgracia para usted, esta en la isla de Bioko. -Se volvio hacia Cameron-: Encierrelos, pero separe a las mujeres de los hombres.

– ?De verdad piensa entregarlos a las autoridades ecuatoguineanas? -pregunto Cameron.

– Desde luego -respondio Siegfried-. Raymond me ha hablado de Stapleton. Tienen que desaparecer.

– ?Cuando? -pregunto Cameron.

– En cuanto se haya marchado Taylor Cabot -respondio Siegfried-. Quiero que este asunto se lleve con absoluta discrecion.

– Entiendo -dijo Cameron. Saludo rozando el ala del sombrero y se marcho a supervisar el traslado de los prisioneros al calabozo situado en el sotano del ayuntamiento.

CAPITULO 22

9 de marzo de 1997, 4.15 horas.

Isla Francesca

– Aqui pasa algo raro -dijo Kevin.

– Pero ?que? -pregunto Melanie-. ?Crees que podemos hacernos ilusiones?

– ?Donde estaran los demas animales? -pregunto Candace.

– No se si debemos ilusionarnos o preocuparnos -repuso Kevin-. ?Y si ahi fuera estan librando una batalla apocaliptica y la lucha se extiende hasta aqui?

– ?Dios mio! -exclamo Melanie-. No habia pensado en esa posibilidad.

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