– Yo ire andando, gracias -dijo Melanie con frialdad.
Sus amigos hicieron un gesto de asentimiento.
– Sin embargo, estamos muertos de hambre -dijo Kevin-.
Los animales solo nos ofrecieron insectos, gusanos y hierba.
– Tenemos algunas chocolatinas y refrescos en el remolque -dijo Dave.
– Estupendo -dijo Kevin.
El descenso por el penasco rocoso fue la peor parte del viaje. Una vez en tierra llana, caminaron sin dificultad, sobre todo porque los trabajadores del Centro de Animales habian desmontando el camino para facilitar el paso del todoterreno.
Kevin estaba asombrado del trabajo que esos hombres habian hecho en tan poco tiempo. Cuando llegaron a las tierras cenagosas, al sur del lago de los Hipopotamos, se pregunto si la piragua seguiria oculta entre los juncos. Supuso que si.
Dudaba de que la hubiesen encontrado.
Candace se alegro de ver el puente de troncos cubierto de tierra y lo dijo. Hasta ese momento, no sabia como iban a cruzar el rio Deviso.
– Han estado muy ocupados -comento Kevin.
– No habia alternativa -respondio Dave-. Teniamos que atrapar a los animales lo antes posible.
En el tramo comprendido entre el puente del rio Deviso y la zona de estacionamiento, Kevin, Melanie y Candace comenzaron a sucumbir al cansancio. Lo notaron especialmente cuando se vieron obligados a apartarse del camino para dejar paso al todoterreno, que regresaba a buscar el ultimo cargamento de bonobos. Cuando se detuvieron y permanecieron quietos durante unos minutos, sus piernas se les antojaron de plomo.
Todos suspiraron de alivio al salir de la semipenumbra de la selva al claro de la zona de estacionamiento. Otra media docena de empleados con monos azules trabajaban bajo el sol ardiente.
Descargaban a los animales de un segundo remolque y los encerraban en jaulas rapidamente, antes de que despertaran.
Las jaulas eran cajas de aluminio de un metro cuadrado, de modo que solo los animales mas jovenes podian ponerse de pie. La unica fuente de ventilacion eran los barrotes de las puertas, aseguradas con un pestillo situado fuera del alcance del bonobo. Kevin noto que algunos animales estaban aterrorizados, encogidos entre las sombras de las jaulas.
Aunque estas estrechas jaulas estaban previstas solo para el transporte, un elevador de carga las levantaba laboriosa mente y las colocaba a la sombra de los arboles de la costa norte de la isla, senal de que permanecerian alli. Uno de los trabajadores rociaba las jaulas y a los animales con agua del rio, usando la manguera de una bomba a gasolina.
– ?No dijo que iban a trasladar a los bonobos al Centro de Animales? -pregunto Kevin.
– Hoy no -respondio Dave-. Por el momento, no hay sitio disponible. Lo haremos manana o, como muy tarde, pasado manana.
No tuvieron dificultades para llegar a la zona continental, ya que el puente telescopico estaba desplegado. El puente era de acero y resonaba bajo sus pies con un ruido hueco, similar al de un tambor. La pickup de Dave estaba aparcada junto al mecanismo del puente.
– Suban -dijo este, senalando la caja de la camioneta.
– ?Un momento! -exclamo Melanie, que hablaba por primera vez desde que habia salido de la cueva-. No viajaremos en la caja.
– Entonces iran andando. No pienso llevarlos en la cabina.
– Vamos, Melanie -pidio Kevin-. Sera agradable viajar al aire libre.
Kevin le tendio la mano a Candace para ayudarla a subir.
Dave rodeo el vehiculo y se sento al volante.
Melanie se resistio un minuto mas. Con las manos en jarras, las piernas separadas y los labios apretados parecia una nina pequena haciendo pucheros.
– No es tan lejos -dijo Candace, tendiendole la mano. Su amiga la cogio de mala gana.
– No esperaba que nos recibieran como a heroes -protesto-, pero tampoco que nos trataran de esta manera.
Comparado con el agobiante encierro de la cueva y el humedo calor de la selva, el viaje al viento resulto inesperada mente placentero. Las esteras de junco que habian usado para envolver a los animales acolchaban la superficie de la caja y, aunque despedian un olor rancio, Kevin y sus amigas sabian que ellos no olian mejor.
Se tendieron de espaldas y contemplaron los retazos del cielo del atardecer entre las ramas de los arboles.
– ?Que crees que nos haran? -pregunto Candace-. No quiero volver al calabozo.
– Esperemos que nos despidan en el acto -dijo Melanie-.
Estoy decidida a decir adios a la Zona, al proyecto y a Guinea Ecuatorial. Ya he tenido suficiente.
– Ojala sea tan sencillo -tercio Kevin-. Por otra parte, me preocupan los animales. Los han condenado a cadena perpetua.
– No podemos hacer nada por ellos -dijo Candace.
– No se -repuso Kevin-. Me pregunto que dirian los grupos de proteccion de los animales si se enteraran de este asunto.
– No se te ocurra mencionar ese tema hasta que hayamos salido de aqui -advirtio Melanie-. Se pondrian furiosos.
Entraron en la ciudad por el este, pasando junto al campo de futbol y las pistas de tenis. Ambos sitios bullian de actividad; no habia una sola pista de tenis libre.
– Despues de una experiencia como esta, te sientes menos importante de lo que creias ser-senalo Melanie-. Hemos estado desaparecidos durante dos horribles dias, y aqui la vida sigue como si nada.
Todos reflexionaron sobre el comentario mientras se preparaban inconscientemente para lo que les esperaba en el Centro de Animales. Sin embargo, la camioneta disminuyo la velocidad y se detuvo. Kevin se sento y vio el jeep Cherokee de Bertram.
– Siegfried quiere que vayan directamente a la casa de Kevin-grito Bertram.
– De acuerdo -respondio Dave.
La camioneta arranco con una sacudida y siguio al vehiculo de Bertram.
Kevin volvio a recostarse sobre las esteras.
– Vaya sorpresa. Puede que no nos traten tan mal, despues de todo.
– Podriamos pedirles que nos llevaran antes a mi, y a Candace -sugirio Melanie-. Les pilla casi de camino. -Se miro la ropa-. Lo primero que quiero hacer es ducharme y cambiarme. Solo entonces comere algo.
Kevin se arrodillo sobre la caja de la camioneta, junto a la cabina. Golpeo la ventanilla trasera para atraer la atencion de Dave y le comunico la peticion de Melanie. Dave respondio con un gesto despectivo.
Kevin volvio a su posicion original.
– Creo que primero tendreis que pasar por mi casa -dijo.
En cuanto llegaron a la zona de adoquines, el traqueteo se hizo tan violento que tuvieron que sentarse. Cuando torcieron por la calle de la casa de Kevin, este miro al frente con expectacion. Estaba tan ansioso como Melanie por darse una ducha. Por desgracia, lo que vio no era alentador: Siegfried, Cameron y cuatro soldados ecuatoguineanos, armados hasta los dientes, los esperaban en la puerta de su casa. Uno de los soldados era un oficial.
– Caray -dijo-. Creo que he abrigado falsas esperanzas.
La camioneta se detuvo. Dave bajo de la cabina y dio la vuelta para abrir la compuerta de cola. En primer lugar bajo Kevin, con las piernas entumecidas. Melanie y Candace lo siguieron de inmediato.
Preparandose para lo inevitable, Kevin fue al encuentro de Siegfried y Cameron. Sabia que Melanie y Candace le pisaban los talones. Bertram, que habia aparcado delante de la pickup, se sumo al grupo. Nadie parecia contento.
– Esperabamos que se hubieran tomado unas vacaciones imprevistas -dijo Siegfried con sarcasmo-, pero hemos descubierto que han desobedecido a sabiendas la orden de no entrar en la isla Francesca. En consecuencia, los tres permaneceran bajo custodia en esta misma casa-anadio, senalando la casa de Kevin por encima del hombro.