a hablar con ellos.

Encontro a las dos mujeres tambien mas animadas. La ducha habia retransformado a Melanie en la rebelde de siempre, y protestaba con vehemencia por la seleccion de prendas que le habian llevado.

– Nada combina con nada -dijo.

Se sentaron a la mesa del comedor y Esmeralda sirvio la cena. Melanie echo un vistazo alrededor y rio.

– ?Sabeis? Tiene gracia; hace apenas unas horas viviamos como cavernicolas, y de repente, estamos rodeados de lujos.

Es como si hubieramos viajado en la maquina del tiempo.

– Si no tuvieramos que preocuparnos por lo que pasara manana… -dijo Candace.

– Al menos disfrutemos de nuestra ultima cena -sugirio Melanie con su caracteristico humor negro-. Ademas, cuanto mas lo pienso, mas me convenzo de que no nos entregaran a los ecuatoguineanos. Estamos casi a las puertas del tercer milenio. El mundo es demasiado pequeno.

– Pero a mi me preocupa… -comenzo Candace.

– Perdona -interrumpio Kevin-, pero Esmeralda me ha contado algo muy interesante que me gustaria compartir con vosotras.

Comenzo por la llamada que le habia hecho Taylor Cabot en plena noche. Luego conto la historia de la llegada de los neoyorquinos y su posterior encarcelamiento en el calabozo de la ciudad.

– ?Veis? Es lo que os decia. Un par de tipos listos hacen una autopsia en Nueva York y luego aparecen aqui, en Cogo. Y nosotros que pensabamos que estabamos aislados.

Creedme, el mundo se hace mas pequeno dia a dia.

– ?Entonces piensas que estos neoyorquinos han venido tras la pista de Franconi? -pregunto Kevin. Su intuicion le decia lo mismo, pero necesitaba confirmacion.

– ?Para que si no? -pregunto Melanie-. No me cabe la menor duda.

– ?Tu que opinas, Candace?

– Estoy de acuerdo con Melanie. De lo contrario, seria demasiada coincidencia.

– ?Gracias, Candace! -Agito su copa vacia y miro a Kevin con expresion provocativa-. Lamento interrumpir esta fascinante conversacion, ?pero te queda alguna botella de aquel excelente vino, colega?

– ?Dios, lo habia olvidado! Lo siento.

Aparto la mesa de la silla y fue a la despensa, donde guardaba las partidas de vino. De repente, mientras estudiaba las etiquetas, que significaban poca cosa para el, tomo conciencia de la cantidad de vino que habia en la casa. Contando las botellas de una estanteria y extrapolando el resultado a toda la despensa, calculaba que habia mas de trescientas.

– Vaya, vaya -dijo mientras comenzaba a urdir un plan.

Cogio todas las botellas que pudo cargar y empujo la puerta de la cocina.

Esmeralda se levanto de la mesa, donde estaba cenando.

– Tengo que pedirle un favor -dijo Kevin-. ?Le importaria llevar estas botellas y un sacacorchos a los soldados que estan al pie de las escaleras?

– ?Tantas?

– Si; y me gustaria que llevara incluso mas a los soldados de la puerta del ayuntamiento. Si preguntan por que digales que me marcho y que prefiero que se beban el vino ellos a que lo haga el gerente.

Esmeralda lo miro y sonrio.

– Creo que lo entiendo -dijo.

Saco del armario la bolsa de lona que usaba para las compras y la lleno de botellas. Unos minutos despues, salio de la despensa en direccion al vestibulo.

Kevin hizo varios viajes para dejar botellas de vino sobre la mesa de la cocina. Pronto habia alineado varias docenas de botellas, incluyendo un par de oporto.

– ?Que pasa aqui? -pregunto Melanie asomando la cabeza por la puerta de la cocina-. Te estamos esperando. ?Donde esta el vino?

Kevin le dio una botella, dijo que tardaria unos minutos en volver a la mesa y que comenzaran a cenar sin el. Melanie giro la botella para leer la etiqueta.

– ?Vaya, Chateau Latour! -exclamo y dedico una sonrisa de agradecimiento a Kevin antes de volver al comedor.

Esmeralda regreso y dijo que los soldados estaban muy contentos.

– Tambien les he llevado un poco de pan -anadio-. Para estimular la sed.

– Excelente idea -dijo Kevin. Lleno la bolsa de lona con mas botellas y la sopeso. Era pesada, pero creia que Esmeralda podria llevarla-. Cuente a los soldados del ayuntamiento -pidio mientras le entregaba la bolsa-. Debe haber suficiente vino para todos.

– Por las noches suelen haber cuatro -respondio Esmeralda.

– Bien; entonces sera suficiente con diez botellas.

Al menos para empezar. -Sonrio, y Esmeralda le devolvio la sonrisa.

Kevin respiro hondo y empujo la puerta del comedor. Se preguntaba que pensarian de su plan las mujeres.

Kevin se volvio y miro el reloj. Faltaban unos minutos para medianoche, asi que se bajo de la cama, quito la alarma del despertador, que debia sonar a las doce en punto, y se estiro.

Durante la cena, el plan de Kevin habia suscitado una acalorada discusion. En un esfuerzo de cooperacion, habian afinado la idea y concretado los detalles. Los tres creian que valia la pena intentarlo.

Tras ultimar los preparativos, habian decidido descansar un rato. Sin embargo, a pesar del cansancio, Kevin no habia pegado ojo. Estaba demasiado nervioso. Ademas, los soldados hacian cada vez mas alboroto. Al principio, se habian limitado a conversar animadamente, pero en la ultima media hora Kevin los habia oido cantar a voz en cuello, completa mente ebrios.

Esmeralda habia visitado a ambos grupos de soldados dos veces durante la noche. Cuando regreso, informo que el caro vino frances habia sido todo un exito. Despues de la segunda escapada, dijo a Kevin que los soldados ya habian dado buena cuenta de las primeras botellas.

Kevin se vistio rapidamente en la oscuridad y salio al pasillo. No queria encender las luces. Por suerte, habia una luna radiante, que le permitio guiarse hasta las habitaciones de invitados. Llamo en primer lugar a la puerta de Melanie y se sobresalto cuando esta se abrio de inmediato.

– Te esperaba -susurro Melanie-. No podia dormir.

Los dos se dirigieron a la habitacion de Candace, que tambien estaba preparada.

En el salon, recogieron las pequenas bolsas de lona que habian preparado y salieron a la terraza. La vista era encantadoramente exotica. Pocas horas antes habia llovido, pero ahora el cielo estaba cubierto de abultadas nubes de color plata. Una luna casi llena resplandecia en lo alto del cielo, y su luz daba un aire espectral a la ciudad cubierta de niebla.

Los sonidos de la selva sonaban con sorprendente estridencia en el aire humedo y caliente.

Habian discutido detenidamente esta primera parte del plan, de modo que no necesitaron hablar. Ataron un extremo de tres sabanas anudadas a la barandilla de la terraza y arrojaron el otro hacia el suelo.

Melanie habia insistido en bajar en primer termino. Trepo con agilidad a la barandilla y se deslizo hacia el suelo con asombrosa facilidad. Candace era la siguiente. Gracias a su actividad como animadora de futbol, se mantenia en buena forma y no tuvo problemas para bajar.

Pero Kevin si los tuvo. Intentando imitar a Melanie, tomo impulso con los pies, pero mientras se balanceaba de nuevo hacia el edificio, se enredo entre las sabanas y choco contra la pared estucada, raspandose los nudillos.

– Mierda -susurro cuando por fin toco los adoquines. Sacudio la mano y se cogio los nudillos.

– ?Estas bien? -pregunto Melanie.

– Supongo.

La siguiente etapa de la fuga era mas peligrosa. Caminaron en fila india hacia la parte posterior del edificio, amparados por la sombra de la arcada. Cada paso los acercaba mas a la escalera central, donde estaban los soldados. Sus guardianes habian animado la fiesta con un aparato de musica portatil, que emitia musica africana a todo volumen.

Llegaron al sitio donde estaba estacionado el Toyota de Kevin y se escurrieron entre la pared y el vehiculo,

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