eso habia pensado. De verse forzado a pensar en ellos, habria supuesto que en esos momentos Stapleton y Montgomery flotaban en algun lugar del oceano.
– Su reaccion me preocupa -dijo Siegfried.
– ?No habra dejado entrar a Stapleton y sus amigos? -pregunto Raymond.
– No, claro que no.
Ruiz deberia haberlo hecho. Entonces habriamos podido hacer algo al respecto. Jack Stapleton esta poniendo en peligro el proyecto. ?Hay alguna forma de ocuparse de esta clase de individuos en la Zona?
– Si -respondio Siegfried-. Podemos entregarlos al Ministerio de Justicia o al de Defensa, junto con una importante bonificacion en metalico. El castigo seria discreto y muy rapido. El gobierno pone especial celo en luchar contra cualquiera que amenace a la gallina de los huevos de oro. Solo tenemos que decir que esas personas suponen un serio peligro para las operaciones de GenSys.
– Entonces, si vuelven, deberian dejarlos entrar -dijo Raymond.
– Tal vez deberia explicarme por que.
– ?Recuerda a Carlo Franconi?
– ?Carlo Franconi, el paciente? -dijo Siegfried. Raymond asintio con la cabeza-. Claro que si.
– Bueno, todo empezo con el -dijo Raymond y paso a relatarle la complicada historia del mafioso.
– -
– ?Crees que es seguro? -pregunto Laurie, mirando la enorme piragua de troncos con techo de paja que estaba atracada en la playa. En la parte posterior habia un abollado motor fuera borda, que, a juzgar por la mancha opalescente en la popa, perdia combustible.
– Segun me han dicho, viaja hasta Gabon dos veces al dia -repuso Jack-. Y eso esta mas lejos que Cogo.
– ?Cuanto pagaste por el alquiler? -pregunto Natalie. Jack habia regateado durante media hora antes de decidirse a quedarsela.
– Mas de lo que esperaba -respondio el-. Por lo visto, unas personas alquilaron una embarcacion similar hace un par de dias, y no han vuelto a devolverla. Me temo que ese incidente ha subido las tarifas de alquiler.
– ?Mas o menos de cien? -pregunto Warren. El tampoco parecia convencido de la seguridad de la embarcacion-. Por que si te han cobrado mas de cien pavos, te han tomado el pelo.
– Bueno, no discutamos -dijo Jack-. Pongamonos en marcha; a menos que hayais cambiado de opinion y querais quedaros.
Se produjo un silencio, durante el cual todos intercambiaron miradas.
– No soy un gran nadador -admitio Warren.
– Os aseguro que no tendremos que nadar -dijo Jack.
– De acuerdo -dijo Warren-, vamos.
– ?Y vosotras, senoritas, venis con nosotros? -pregunto Jack.
Laurie y Natalie asintieron sin demasiada conviccion. En esos momentos, el sol del mediodia era exasperante. Aunque estaban junto a la costa del estuario del Munino corria un soplo de aire.
Las mujeres tomaron posiciones en la popa para ayudar a levantar la piragua, mientras Jack y Warren empujaban la pesada embarcacion al agua. Luego saltaron uno detras del otro. Todos remaron hasta llegar a unos quince metros de la costa Jack se ocupo del motor, apretando la pequena bomba de mano situada encima de la cubierta roja. En su infancia habia navegado en una lancha en un lago del Medio Oeste, y tenia experiencia con los motores fuera borda.
– Esta piragua es mucho mas estable de lo que parece -observo Laurie. Aunque Jack se movia en la popa, la embarcacion apenas se sacudia.
– Y no entra agua -dijo Natalie-. Eso era lo que mas me preocupaba.
Warren permanecio callado. Se habia cogido a la borda con tanta fuerza, que sus nudillos estaban blancos.
Para sorpresa de Jack, el motor se puso en marcha despues de accionar la bomba dos veces. Un instante despues, zarparon en direccion al este. Comparada con el calor sofocante de la playa, la brisa del rio les parecio una bendicion. Habia llegado a Acalayong antes de lo previsto, aunque la carretera estaba mas deteriorada que la que conducia a Cogo. No habia habido trafico, y solo se habian cruzado con alguna que otra camioneta increiblemente atiborrada de pasajeros. Hasta viajaban dos o tres personas colgadas de la baca del equipaje.
Todos habian sonreido al ver Acalayong. En el mapa figuraba como una ciudad, pero en realidad no era mas que un caserio con unas cuantas tiendas de hormigon, bares y algun hotel. Tambien habia un puesto de policia. A la sombra del porche, varios hombres con uniformes sucios holgazaneaban en sillas de paja. Cuando la furgoneta paso junto a ellos, los agentes miraron a Jack y a los demas con expresion sonolienta y desdenosa. Aunque la ciudad era sucia y decrepita, al menos habia encontrado un sitio donde comer y beber, ademas de alquilar el bote. Con cierta inquietud, habian aparcado la furgoneta enfrente del puesto de policia, esperando encontrarla alli a su regreso.
– ?Cuanto tiempo habias calculado que tardariamos en llegar? -grito Laurie por encima del ruido del motor, que era particularmente ensordecedor, pues le faltaba una parte de la cubierta.
– Una hora -grito Jack-. Pero el propietario de la piragua me dijo que podiamos hacerlo en veinte minutos. Por lo visto, esta al otro lado de ese promontorio que se ve en linea recta.
En ese momento, cruzaban la embocadura del rio Congue, de unos tres metros de ancho. La bruma apenas permitia vislumbrar las orillas cubiertas de vegetacion. El cielo estaba cubierto de nubes amenazadoras. De hecho, mientras iban en la furgoneta, se habian desatado dos tormentas electricas.
– Espero que la lluvia no nos coja en la piragua -dijo Natalie.
Pero la madre naturaleza no hizo caso de sus suplicas. En menos de cinco minutos llovia con tanta fuerza que algunas de las inmensas gotas hacian que el agua del rio salpicara el interior de la embarcacion. Jack disminuyo la velocidad y dejo que la piragua avanzara sola, mientras se reunia con los demas debajo del techo de paja. Para sorpresa y alegria de todos, no se mojaron.
En cuanto rodearon el promontorio, divisaron el muelle de Cogo. Construido con gruesas tablas de madera, era todo un lujo comparado con el desvencijado muelle de Acalayong. Cuando se aproximaron, vieron que un dique flotante se proyectaba desde un extremo.
Todos se quedaron impresionados ante la vista de Cogo.
A diferencia de las desvencijadas y precarias construcciones con techos de metal acanalado que proliferaban en Bata y Acalayong, Cogo estaba compuesto de atractivos edificios con paredes enlucidas y techos de teja, que daban a la ciudad un suntuoso aspecto colonial. A la izquierda, y casi oculta tras la selva, habia una moderna central electrica. Su presencia habria pasado inadvertida de no ser por su chimenea, sorprendentemente alta.
Jack apago el motor antes de llegar a la ciudad para poder hablar con los demas. Habia varias piraguas similares a la suya amarradas al muelle, aunque todas estaban llenas de redes de pesca.
– Me alegra ver otras embarcaciones -dijo Jack-. Tenia miedo de que la nuestra llamara la atencion.
– ?Crees que aquel edificio grande y moderno sera el hospital?-pregunto Laurie, senalando.
Jack siguio la direccion de su dedo.
– Si, a juzgar por lo que dijo Arturo, y el deberia saberlo mejor que nadie. Estuvo en la cuadrilla de obreros que lo construyo.
– Supongo que ese es nuestro destino -dijo Laurie.
– Asi es -respondio Jack-. Al menos en un principio. Arturo dijo que el complejo donde tienen los animales esta a unos cuantos kilometros de aqui, en direccion a la selva. Puede que luego se nos ocurra alguna forma de llegar hasta alli.
– La ciudad es mas grande de lo que esperaba -dijo Warren.
– Me dijeron que era una ciudad espanola abandonada -explico Jack-. No ha sido totalmente renovada, pero desde aqui lo parece.
– ?Y que hacian aqui los espanoles? -pregunto Natalie-.
No hay nada mas que selva.
– Cultivaban cafe y cacao -respondio Jack-. O eso es lo que he oido. Claro que no se donde lo cultivaban.
– Oh, oh -dijo Laurie-. Veo un soldado.
– Yo tambien lo veo -dijo Jack, que habia estado escrutando la costa a medida que se aproximaban.