El soldado llevaba boina roja y uniforme de camuflaje, igual que los de la caseta de guardia de la valla. Con un rifle de asalto en bandolera, se paseaba perezosamente por una plazoleta de adoquines, situada al otro lado del muelle.

– ?Eso significa que tenemos que poner en marcha el plan C? -pregunto Warren con tono burlon.

– Todavia no -respondio Jack-. Es evidente que esta alli para controlar a cualquiera que salga del muelle. Pero mira ese bar en la costa. Si conseguimos entrar alli, tendremos paso libre.

– No podemos atracar la piragua en la playa -protesto Laurie-. Nos vera.

– Mira lo alto que es el muelle -dijo Jack-. ?Por que no pasamos por debajo, dejamos la piragua en la playa y caminamos hasta el bar? ?Que os parece?

– Buena idea -dijo Warren-. Pero esa piragua no pasara por debajo del muelle. Imposible.

Jack se levanto y se acerco a uno de los postes que sostenia el techo de paja y que estaba embutido dentro de un agujero en la borda. Lo cogio con las dos manos y lo levanto.

– ?Que practico! -exclamo-. Esta piragua es descapotable. Unos minutos despues habian conseguido quitar todos los postes. El techo de paja quedo reducido a una pila de ramitas y hojas secas, que distribuyeron debajo de los bancos.

– No creo que el propietario de la piragua se alegre de nuestras reformas -observo Natalie.

Jack hizo girar la embarcacion en el angulo mas conveniente para que quedara oculta detras del muelle, fuera de la linea de mira de la plaza. Apago el motor en el preciso momento en que se deslizaron bajo el muelle. Cogiendose de la parte inferior de los tablones, guiaron la piragua hacia la costa, con cuidado de esquivar las vigas transversales. La piragua arano la costa y se detuvo.

– Hasta ahora, todo bien -dijo Jack, haciendo senas a las mujeres y a Warren para que salieran de la embarcacion.

Luego, Warren tiro de la piragua y Jack remo, hasta que consiguieron subirla a la playa.

Jack salto de la piragua, senalo un muro de piedra que se alzaba sobre la base del muelle y desaparecio tras una suave cuesta de arena.

– Caminemos pegados al muro. Cuando lleguemos al final, id hacia el bar.

Unos minutos despues, entraban en el. El soldado no los habia detenido: o bien no los habia visto, o bien su presencia le traia sin cuidado.

En el bar no habia nadie, con excepcion de un negro que cortaba cuidadosamente limones y limas. Jack senalo los taburetes y sugirio que bebieran una copa para celebrar la ocasion. Todos aceptaron la invitacion de buena gana. En la piragua habian pasado calor, sobre todo despues de retirar el techo.

El camarero se acerco de inmediato. Segun su tarjeta de identificacion se llamaba Saturnino. Contrariamente a lo que sugeria su nombre, era un individuo jovial. Vestia una llamativa camisa estampada y un sombrero cuadrangular, similar al que llevaba Arturo cuando habia ido a recogerlos al aeropuerto.

Siguiendo el ejemplo de Natalie, todos pidieron Coca Cola con limon.

– Hoy no hay mucho trabajo -comento Jack a Saturnino.

– No suele haberlo hasta despues de las cinco -respondio el camarero-. Entonces si tenemos lleno.

– Nosotros somos nuevos aqui-dijo Jack-. ?Que moneda aceptan?

– Pueden firmar -respondio Saturnino. Jack miro a Laurie, solicitando su permiso, pero ella nego con la cabeza-. Preferimos pagar en efectivo. ?Aceptan dolares?

– Lo que quiera -respondio Saturnino-. Dolares o francos franceses. Es igual.

– ?Donde esta el hospital?

Saturnino senalo por encima de su hombro.

– Suban por esa calle hasta la plaza principal. Es el edificio de la izquierda.

– ?Y que hacen alli? -pregunto Jack.

Saturnino lo miro como si estuviera loco.

– Curan a la gente.

– ?Viene gente de Estados Unidos, exclusivamente para ingresar en el hospital? -pregunto Jack.

– De eso no se nada -respondio el camarero, que cogio los billetes que Jack habia dejado sobre la barra y regreso junto a la caja registradora.

– Al menos lo has intentado-susurro Laurie.

– Habria sido demasiado facil -convino Jack.

Reanimados por las bebidas frescas, los cuatro amigos salieron al sol. Pasaron a quince metros del guardia, que tampoco esta vez les presto atencion. Tras una breve caminata por la ardiente calle de adoquines, encontraron una plazoleta cubierta de cesped y rodeada de casas de estilo colonial.

– Me recuerda a algunas islas del Caribe -senalo Laurie.

Cinco minutos despues llegaron a la plaza principal, flanqueada por arboles. Al otro lado de la plaza, en diagonal al sitio donde se encontraban ellos, un grupo de soldados ociosos, congregados a las puertas del ayuntamiento, estropeaba la idilica vista.

– ?Guau! -exclamo Jack-. Hay un batallon entero.

– ?No dijiste que si tenian soldados en la valla no los necesitarian en la ciudad? -pregunto Laurie.

– La realidad demuestra que estaba equivocado -admitio. Jack-. Pero no tenemos necesidad de cruzar y anunciarnos.

El hospital esta aqui mismo.

Desde la esquina de la plaza, el hospital parecia ocupar mas de una manzana de la ciudad. Habia una entrada frente a la plaza, pero tambien otra en una calle lateral, a la izquierda del grupo. Fueron por alli para que no los vieran los soldados.

– ?Que diremos si nos interrogan? -pregunto Laurie con preocupacion-. Es muy probable que lo hagan cuando nos vean entrar.

– Ya improvisare algo -respondio Jack. Abrio la puerta e invito a entrar a sus amigos con una extravagante reverencia.

Laurie miro a Natalie y a Warren y puso los ojos en blanco. Jack tenia la virtud de ser encantador, incluso cuando resultaba exasperante.

Una vez dentro del edificio, todos se estremecieron de placer. El aire acondicionado nunca les habia parecido tan maravilloso. Se encontraban en una sala lujosa, con moqueta de pared a pared, amplias y comodas butacas y sofas. Una de las paredes estaba cubierta por una gran estanteria, en algunos de cuyos estantes se exhibia una asombrosa coleccion de periodicos y revistas, desde el Times hasta el National Geographic. En la sala habia una docena de personas sentadas, todas leyendo.

En la pared del fondo, a la altura de una mesa, habia una abertura con paneles correderos de cristal. Al otro lado, una mujer negra con uniforme azul estaba sentada ante un escritorio. A la derecha de la ventanilla habia un pasillo con varios ascensores.

– ?Crees que todas estas personas son pacientes? -pregunto Laurie.

– Buena pregunta -repuso Jack-. No lo creo. Se las ve demasiado saludables y comodas. Hablemos con la recepcionista.

Warren y Natalie, intimidados por el ambiente del hospital, siguieron en silencio a Jack y a Laurie.

Jack golpeo con suavidad en el cristal. La mujer alzo la vista y abrio el panel de la ventanilla.

– Lo siento -dijo-. No los habia visto llegar. ?Desean registrarse?

– No -respondio Jack-. Por el momento, todos mis organos funcionan perfectamente.

– -

– Tranquilicese -pidio Cameron-. ?De quien habla?

– No me dieron ningun nombre -respondio Corrina-.

Habia cuatro personas, pero solo hablo un hombre. Dijo que era medico.

– Mmm -dijo Cameron-, ?y no lo habia visto antes?

– Nunca -respondio Corrina con nerviosismo-. Me pillaron desprevenida. Como ayer llego gente nueva, pense que iban a alojarse en el hostal. Pero dijeron que querian visitar el hospital. Cuando les indique como llegar alli, se marcharon de inmediato.

– ?Eran blancos o negros? -pregunto Cameron. Quiza, despues de todo, no se tratara de una falsa alarma.

– Mitad y mitad -respondio Corrina-. Dos blancos y dos negros. Pero por la ropa que llevaban, todos eran

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