Pense que podia haber sido mia. Si no hubiese huido de Harriet para no volver a llamarla nunca mas.

– Se llama Louise -explico.

– Un nombre muy bonito -conteste.

Me levante y comence a preparar cafe. Ya habia amanecido por completo. Espere a que hirviese el cafe y lo deje reposar. Saque las tazas y corte unos trozos del bizcocho, que ya se habia descongelado. Eramos dos ancianos que, en una manana de enero, se disponian a compartir un cafe con dulces. Entre los miles de cafes que se toman al dia en este pais, uno era el nuestro. Me preguntaba si las circunstancias de los demas eran tan extranas como las que concurrian en mi cocina.

Despues del cafe, Harriet se encerro en la habitacion del hormiguero.

Por primera vez en muchos anos suspendi mi bano invernal. Estuve dudando un buen rato cuando, ya a punto de quitarme la ropa e ir a buscar el hacha, cambie de idea. No volveria a darme ningun bano en las heladas aguas hasta que hubiese llevado a Harriet a la laguna.

En lugar del albornoz me puse el chaqueton y baje al muelle. Inesperadamente, el tiempo habia cambiado y parecia epoca de deshielo. La nieve se quedaba adherida a la suela de las botas.

En el muelle disfrute de unas horas de soledad. El sol se abrio paso por entre las nubes y la nieve del techo del cobertizo empezo a derretirse y a gotear. Entre, tome uno de los tarros de brea y lo abri. El olor me infundio un gran sosiego y estuve a punto de dejarme vencer por el sueno a la palida luz del sol.

Evoque el tiempo en que Harriet y yo estabamos juntos. Me senti como si ahora yo, en realidad, perteneciese a una epoca preterita. Vivia en un espacio extranamente desierto destinado a los que sobraban, a los que habian perdido pie en su propia epoca y no eran capaces de incorporarse a la vida de los nuevos tiempos. Cuando Harriet y yo estabamos enamorados, todo el mundo fumaba. A todas horas y en todas partes. Mi juventud entera transcurrio entre montones de ceniceros. Aun recuerdo a los muchos medicos y profesores fumadores que me educaron para convertirme en alguien con derecho a llevar una bata blanca. Entonces el cartero de las islas se llamaba Hjalmar Hedelius. En invierno se colocaba un par de esquis para llevar el correo de isla en isla. La saca debia de pesar muchisimo, pese a que el desproposito de la avalancha de publicidad de los ultimos tiempos no existia aun.

El ruido del hidrocoptero al acercarse interrumpio el hilo de mis pensamientos.

Jansson habia ido a casa de la viuda Akerblom y se apresuraba ahora a visitarme a mi para hablar de sus achaques. Ya se le habia pasado el dolor de muelas que venia sufriendo desde Navidad. La ultima vez que se detuvo junto a mi muelle fue para que examinase unas manchas de color marron que le habian aparecido en el dorso de la mano izquierda. Lo tranquilice diciendole que se debian a las modificaciones propias del envejecimiento. Que el nos sobreviviria a todos los habitantes del archipielago. Cuando todos los viejos hayamos desaparecido, Jansson seguira navegando en su viejo barco de pesca y surcando los aires con el hidrocoptero. Si no lo han despedido antes, lo cual es mas que probable.

Jansson giro y se detuvo junto al muelle, paro el motor y empezo a deshacerse de todas las prendas de abrigo y los gorros que llevaba. Tenia el rostro encendido y el cabello alborotado.

– He venido para desearte feliz ano -dijo una vez en el muelle.

– Gracias.

– El invierno se mantiene.

– Si, asi es.

– He tenido molestias de estomago desde Ano Nuevo. Me cuesta hacer de vientre. Estrenimiento, en otras palabras.

– Come ciruelas.

– ?Puede ser sintoma de algo?

– No.

A Jansson le costaba ocultar la curiosidad. De vez en cuando miraba hacia mi casa.

– ?Como celebraste el Ano Nuevo? -me pregunto.

– Yo no celebro el Ano Nuevo.

– Pues yo, este ano, hasta compre unos cohetes. Hacia ya mucho tiempo desde la ultima vez. Por desgracia, uno fue a dar directamente en la lenera.

– Para la medianoche, yo ya estoy dormido. No veo razon para cambiar esa costumbre solo porque es el ultimo dia del ano.

Sabia que Jansson tenia unas ganas irrefrenables de hablar de la presencia de Harriet. Seguro que ella no le habia contado quien era, tan solo que venia a visitarme a mi.

– ?Tengo algo de correo?

Jansson me observo perplejo. Era la primera vez que le hacia tal pregunta.

– Nada -respondio-. Asi suele ser siempre a principios de ano.

Tanto la conversacion como la visita medica se habian acabado. Jansson lanzo una ultima ojeada a mi casa y volvio a su nave. Me di la vuelta y me marche de alli. Cuando puso en marcha el motor del hidrocoptero, me tape los oidos. Me volvi para verlo desaparecer en una nube de polvo de nieve al bordear el cabo que la gente llama cabo de Antonsson, en recuerdo de un marinero que, en un dia de borrachera, se perdio por el monte cuando iba a dejar en tierra su embarcacion para el invierno.

Harriet estaba sentada en la cocina cuando entre.

Vi que se habia maquillado un poco. Al menos, no estaba tan palida. Pense una vez mas que aun conservaba su hermosura y tambien que fui un imbecil al dejarla.

Me sente a la mesa.

– Te mostrare la laguna -confirme-. Cumplire mi promesa. Nos llevara dos dias llegar alli en mi viejo coche. Tendremos que pasar una noche en un hotel. Y no estoy seguro de poder encontrarla sin problemas. En estas tierras, los senderos para el transporte maderero cambian de trazado segun el lugar de las explotaciones. Ademas, no es seguro que el camino correcto este transitable. Tal vez tenga que contratar a alguien que lo despeje. En total necesitaremos cuatro dias. ?Adonde quieres que te lleve despues?

– Puedes dejarme por el camino.

– ?En el camino, con el andador?

– Consegui llegar hasta aqui, ?no?

Percibi la dureza del tono de su voz y no quise insistir. Si preferia que la dejase por el camino, no seria yo quien se opusiera.

– Podemos partir manana mismo -le dije-. Jansson puede llevarte a tierra con el andador.

– Y tu, ?que vas a hacer?

– Yo cruzare el mar helado.

Me levante de la mesa, pues de repente comprendi que tenia un monton de cosas que hacer. Ante todo, debia abrir una gatera en la puerta para que el gato entrara y saliera y procurar que el perro pudiese utilizar la caseta que tantos anos llevaba sin usar. Les pondria comida para una semana. Los animales se lo comerian todo sin prevenir. El ahorro para el futuro era un concepto que ellos no tenian. Pero se arreglarian sin alimento un par de dias.

Dedique el dia a aserrar el ventanuco de salida para el gato y le puse unas bisagras a la portezuela antes de intentar que aprendiese a usarlo. Lo consiguio con una rapidez sorprendente. La caseta del perro estaba en peor estado de lo que yo creia. Clave en el techo un trozo de carton embreado para impermeabilizarla y puse dentro unas mantas viejas sobre las que el perro pudiese tumbarse. En cuanto termine, el perro entro y se echo sobre ellas.

Aquella noche llame a Jansson. Algo que nunca habia hecho con anterioridad.

– Empleado de Correos Ture Jansson, digame.

Sono como si de un titulo nobiliario se tratase.

– Soy Fredrik. ?Llamo en mal momento?

– En absoluto. Tu no sueles llamar.

– No, nunca te habia llamado hasta ahora. Me pregunto si puedes hacer un viaje manana.

– ?Una senora con un andador?

– Puesto que le cobraste una suma tan desorbitada cuando la trajiste aqui, doy por supuesto que el viaje de manana es gratis. De lo contrario te denunciare por desarrollar una actividad de transporte ilegal en el archipielago.

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