y las lagunas innominadas por todas partes.
– Quiero que cumplas tu promesa.
Harriet se levanto del banco con esfuerzo. La vela se volco y se apago crepitando. Todo quedo a oscuras a nuestro alrededor. La luz de la ventana de la cocina no llegaba hasta alli. Pese a todo, pude ver que se habia llevado el andador. Cuando le tendi la mano para ayudarle, desecho mi ofrecimiento con un gesto.
– No quiero que me ayudes. Quiero que cumplas tu promesa.
Cuando Harriet, con su andador verde, entro en el haz de luz que esclarecia la nieve, fue como si la viese en una calle lunar. Cuando nos conocimos, hacia ya casi cuarenta anos, decidimos considerarnos, en un juego bastante infantil, como adoradores de la luna. ?Se acordaria Harriet de ello? La mire de perfil mientras avanzaba a duras penas con el andador sobre las piedras que se ocultaban bajo la nieve. Me costaba imaginarme que estuviese moribunda. Un ser humano que se aproximaba al limite donde tomaria el relevo otro mundo, otra oscuridad. Dejo el andador junto a la escalera y se agarro bien de la barandilla para subir los tres peldanos. Justo cuando abrio la puerta, el gato se escurrio hacia dentro por entre sus piernas. Harriet entro en su habitacion. Y yo me quede escuchando desde el otro lado, con el oido pegado a la puerta cerrada. Se oyo el leve tintineo de una botella. Supuse que tomaba muchos medicamentos contra el dolor que suelen llevar aparejados los tumores incurables. El gato maullo y se froto contra mis piernas. Le di de comer y me sente a la mesa de la cocina.
Fuera seguia oscuro.
Intente ver la temperatura que indicaba el termometro, pero el cristal que cubria la banda de mercurio se habia empanado. Se abrio la puerta, y aparecio Harriet. Se habia cepillado el cabello y se habia cambiado el jersey. El que ahora llevaba era de color azul lavanda. Enseguida me hizo pensar en mi madre y en sus lagrimas mezcladas con el aroma de esa flor. Pero Harriet no lloraba. De hecho, sonreia mientras se sentaba en el sofa de la cocina.
– Jamas habria podido imaginarme que te convertirias en alguien capaz de vivir con un perro, un gato y un hormiguero.
– La vida rara vez resulta como uno se la figura.
– No he venido para que me cuentes como te ha ido en la vida. Lo que si quiero es que cumplas tu promesa.
– Ni siquiera creo que pueda encontrar el camino hasta la laguna.
– Estoy segura de que si. Nadie tenia tu sentido de la orientacion.
No pude contradecirla, tenia razon. Siempre encuentro el camino en los mas caoticos entramados urbanos. Y tampoco me pierdo en el bosque o en el campo.
– Bueno, quiza lo encuentre, si me esfuerzo un poco por recordar. Es solo que no comprendo por que.
– ?Quieres saber por que deseo ver esa laguna?
De repente, su voz adopto otro timbre.
– Si -confese-. Quisiera saberlo.
– Porque es la promesa mas hermosa que me han hecho en la vida.
– ?La mas hermosa?
– La unica verdaderamente hermosa.
Esas fueron sus palabras textuales. La unica promesa verdaderamente hermosa. Fueron palabras importantes. Y yo senti como si, con ellas, una gran orquesta hubiese empezado a tocar en mi cabeza. Alli estaba yo, en medio de todos los instrumentos, los arcos a mi lado y los de viento detras de mi.
– A uno le hacen promesas sin cesar -prosiguio ella-. Nos hacemos promesas a nosotros mismos. Escuchamos las promesas de los demas. Los politicos nos hablan de una vida mejor para los que envejecen, de una sanidad donde nadie sufra en la espera. Los bancos nos prometen mejores intereses, los alimentos nos prometen mejor linea y las cremas nos garantizan una vejez con menos arrugas. La vida no consiste mas que en navegar en nuestra pequena embarcacion cruzando un mar de promesas siempre cambiantes pero inagotables. ?Cuantas de esas promesas recordamos? Olvidamos lo que queremos recordar y solemos recordar aquello de lo que mas deseamos librarnos. Las promesas no cumplidas son como sombras que danzan a nuestro alrededor en el ocaso. Cuanto mas me acerco a la vejez, mas claras las veo. La promesa mas hermosa de toda mi vida fue la que me hiciste al prometerme esa laguna. Quiero verla y sonar que nado en sus aguas antes de que sea demasiado tarde.
Comprendi que no me quedaria mas remedio que llevarla a la laguna. Lo unico que podria evitar, quizas, era que partiesemos en medio del invierno. Pero tal vez ella no se atreviese a esperar hasta la primavera, por su enfermedad.
Pense que debia decirle la verdad, que sabia que estaba enferma. Pero no lo hice.
– ?Comprendes lo que quiero decir, lo de todas esas promesas que nos rodean a lo largo de nuestra vida?
– He intentado evitar dejarme engatusar por las promesas. Si lo haces, es facil que te enganen.
Harriet puso su mano sobre la mia.
– Hubo un tiempo en que sabia quien eras. Paseabamos por las calles de Estocolmo. Cuando, en mis recuerdos, caminamos por alli, siempre es primavera. Apenas si puedo evocar un dia de oscuridad o de lluvia. El hombre que iba entonces a mi lado no es la misma persona que ahora tengo ante mi. Aquel hombre podia convertirse en cualquier cosa, salvo en un viejo solitario que vive en una isla remota.
Su mano seguia posada sobre la mia. Yo intente no tocarla.
– Y tu, ?recuerdas algun tipo de oscuridad? -quiso saber Harriet.
– No. Siempre habia claridad.
– No se lo que paso.
– Yo tampoco.
Harriet me apreto la mano.
– No tienes por que mentirme. Por supuesto que lo sabes. Me causaste una pena infinita. Creo que aun no lo he superado. ?Quieres saber como me senti?
No le conteste. Ella retiro la mano y echo la cabeza hacia atras en el sofa.
– Lo unico que quiero es que cumplas tu promesa. Tendras que dejar la isla por unos dias. Despues, podras volver y no te molestare mas.
– No puede ser -me opuse yo-. Es un viaje demasiado largo. Y mi coche, demasiado viejo.
– Entonces, solo te pido que me indiques el camino.
Comprendi que no pensaba rendirse. La promesa de la laguna me habia dado alcance despues de tantos anos.
Al otro lado de la ventana habia empezado a clarear. Terminaba la noche.
– Me case, ?sabes? -revelo Harriet de improviso-. Y tu, ?que hiciste?
– Yo estoy separado.
– Asi que tambien te casaste. ?Con quien?
– No conoces a ninguna.
– ?A ninguna?
– Me case dos veces. La primera se llamaba Birgit y era enfermera. Dos anos despues de casarnos no teniamos nada mas que decirnos. Ademas, queria estudiar para ingeniero de montes. ?Que sabia yo de rocas, grava y minas? La segunda se llamaba Rose-Marie y era tratante de antiguedades. No te imaginas cuantas veces sali del hospital, tras una larga operacion, para acompanarla a alguna subasta y luego arrastrar a casa un armario de segunda mano. Ni se cuantas sillas y mesas decape en baneras desechadas. Despues de cuatro anos se acabo.
– ?Tienes hijos?
Negue con un gesto. Hubo un tiempo, ya muy lejano, en que me veia a mi mismo rodeado de ninos que me alegrasen la vejez. Ahora ya era demasiado tarde.
Soy como mi barco, el que esta en tierra, boca abajo, protegido por una lona.
Mire a Harriet.
– Y tu, ?tienes hijos?
Ella me miro largo rato, antes de contestar.
– Tengo una hija.