traves de Jansson, podia hacer pedidos al Systemet, [1] pero a mi no se me habia pasado por la cabeza permitirle que conociese mis habitos de bebida. Yo compraba mis botellas personalmente.

El comedor cerro. Nosotros fuimos los ultimos comensales. Habiamos comido y bebido y, como por un acuerdo tacito, no abordamos en la conversacion ni nuestras vidas ni adonde nos dirigiamos. Ni siquiera hablamos de Sara Larsson y su perro. Anote la cena en la cuenta de la habitacion, pese a las protestas de Harriet. Despues, nos marchamos con paso indeciso. De algun modo que se me escapaba, Harriet parecia poder tropezar con el andador. Abri la puerta y le dije que saldria a dar un paseo. Ni que decir tiene que no era cierto, pero no queria que Harriet se sintiese incomoda quedandome alli mientras ella se metia en la cama. Supongo que asi tambien me evitaria a mi mismo esa incomodidad.

Me sente en una sala de lectura llena de estanterias con libros y revistas antiguos. La sala estaba vacia. El hombre del piano habia desaparecido. Y no sabia donde se habria metido el gran grupo de huespedes. Aguce el oido, pero no se oia nada. El sueno me sobrevino, como si se hubiese arrojado sobre mi. Cuando desperte, no sabia donde me encontraba. Mire el reloj y comprobe que habia estado durmiendo casi una hora. Me levante, me tambalee por los efectos de tanto vino y regrese a la habitacion. Harriet estaba dormida. Habia dejado encendida la lampara de mi mesilla. Me desvesti despacio, me lave un poco y me acurruque en la cama. Intente averiguar, por el ruido de su respiracion, si Harriet dormia o solo fingia dormir. Estaba tumbada de lado. Me senti tentado de acariciarle la espalda. Llevaba un camison de color azul claro. Apague la luz y me quede a oscuras, escuchando su respiracion. Habia en mi un nucleo de desasosiego. Sin embargo, tambien habia otro sentimiento que llevaba tiempo anorando. La sensacion de no estar solo. Asi de sencillo. La soledad, ahuyentada por un instante.

Debi de dormirme. Me desperte por los gritos de Harriet. Medio dormido, logre encender la lampara de la mesilla. Estaba sentada en la cama y gritaba de dolor y desesperacion. Cuando intente tocarle el hombro, me golpeo con fuerza en la cara.

Empece a sangrar por la nariz.

Ya no dormimos mas aquella noche.

7

El alba surgio como un humo gris sobre el lago nevado.

Yo estaba junto a la ventana pensando que habia visto a mi padre en aquella misma postura. Claro que yo no estoy tan obeso como el, aunque mi estomago tambien ha empezado a sobresalir. Pero ?quien me veia a mi junto a la ventana? Nadie, salvo Harriet, que se habia sentado en la cama tras acomodar los almohadones a su espalda.

Pense en lo que habia sucedido despues de que sus gritos me despertasen y ella me atizase con el puno en la nariz.

Podria decirse que yo era un hombre medio desnudo en un paisaje invernal.

Reflexione sobre si debia bajar hasta el lago helado y cavar un agujero. Anoraba el dolor de exponerme al agua gelida. Pero sabia que no lo haria. Me quedaria en la habitacion, con Harriet. Debiamos vestirnos, desayunar y proseguir el viaje.

Pense en el sueno que habria despertado a Harriet entre gritos. Lo que me conto parecia bastante confuso en un principio. Se diria que rebuscaba el sueno en su memoria y que no encontraba mas que fragmentos. Alguien le habia clavado clavos en el cuerpo, porque ella se habia negado a cederlo. Alguien que se habia empenado en arrancarle las costillas. Ella se habia opuesto, se hallaba en una habitacion o tal vez en un paraje natural, y estaba rodeada de personas cuyos rostros no reconocia. Sus voces se asemejaban a gritos de aves amenazantes.

Finalmente grito de verdad y me desperto. Al intentar tocarla y tranquilizarla, o tal vez tranquilizarme a mi mismo, aun se encontraba en la zona fronteriza del sueno y la vigilia, donde cuesta saber quien resulta vencedor, si el sueno o la realidad. De ahi que me golpease; en realidad, estaba defendiendose de los seres sin contorno que querian arrancarle el pecho. Me propino un buen golpe que me recordo al dolor que senti el dia en que me golpearon y me robaron en Roma.

En esta ocasion, no obstante, no llego a romperseme el tabique nasal.

Me puse papel higienico en la nariz, me aplique en el cuello una toalla empapada en agua muy fria y, tras un instante, note que dejaba de sangrar. Harriet dio unos golpeenos en la puerta del bano y me pregunto si podia hacer algo por mi. Yo queria que me dejara en paz, asi que le dije que no. Cuando sali del bano con las bolitas de papel en la nariz, Harriet ya habia vuelto a la cama. Se habia quitado el camison y lo habia dejado en el cabecero. Clavo en mi su mirada.

– No era mi intencion pegarte.

– Por supuesto que no. Estabas sonando.

– Alguien me arrancaba el cuerpo a trozos. Mi lado de la cama esta empapado en sudor. Por eso me he quitado el camison.

Me sente en una de las sillas que habia junto a la gran ventana que daba al lago. Fuera, aun estaba oscuro. En la distancia se oian los ladridos de un perro.

Ladridos aislados, como frases entrecortadas. O como cuando uno habla sin que lo escuche nadie.

Harriet me conto su sueno.

La miraba pensando que era la misma que yo habia conocido y amado. Pese a lo mucho que habia cambiado. Me pregunte que me movia a pensar en aquellos terminos. Al final comprendi que su voz no habia cambiado en absoluto en los anos transcurridos. En muchas ocasiones le habia dicho que siempre se las arreglaria trabajando como telefonista. Por telefono tenia la voz mas bonita que jamas habia oido.

– Una caballeria hostil esperaba en el bosque -explico-. De repente, avanzaron y atacaron sin darme la menor oportunidad de defenderme. Pero ya paso. Ademas, se bien que ciertas pesadillas nunca se repiten. Cuando nos sobrevienen, se vacian de toda su fuerza y dejan de existir.

– Se que estas muy enferma -confese.

No habia planeado en absoluto decirselo. Simplemente, las palabras surgieron de mi boca. Harriet me miro inquisitiva.

– Habia una carta en tu bolso. Estaba buscando una explicacion a tu desmayo en el hielo. Encontre el papel y lo lei.

– ?Por que no me lo dijiste antes?

– Me avergonzaba de haber curioseado en tu bolso. Si alguien me hiciese a mi algo parecido, me pondria furioso.

– A ti siempre te ha gustado husmear. Siempre has sido asi.

– Eso no es cierto.

– Lo es. Ninguno de los dos tiene ya fuerzas para mentir. ?No crees?

Me sonroje. Harriet tenia razon. Siempre habia fisgoneado en las pertenencias ajenas. Incluso he llegado a abrir cartas de otros y, tras haberlas leido, he vuelto a pegar el sobre. Mi madre tenia una coleccion de cartas cuando era joven, en las que se confiaba a una amiga. Decia que, cuando muriese, debiamos quemar esas cartas juntas, atadas con un lazo, como ella las dejo. Y lo hice, pero despues de haberlas leido. Fisgaba en los diarios de mis novias y en sus cajones, y era capaz de trastear en los escritorios de mis colegas. Hubo pacientes en cuyas carteras indague a conciencia. Nunca me lleve dinero. Eso no me interesaba. Tan solo los secretos. Los puntos debiles de las personas. Saber lo que nadie mas sabia.

Harriet fue la unica que me descubrio.

Fue un dia en casa de su madre. Me dejaron solo un instante y empece a revisar un escritorio, cuando Harriet entro en la habitacion sin hacer ruido y me pregunto que estaba haciendo. Ella ya se habia dado cuenta de que yo le registraba el bolso. Fue uno de los peores momentos de mi vida. No recuerdo que conteste. Jamas volvimos a hablar del asunto. Pero tampoco volvi a husmear en sus cosas. Sin embargo, si segui investigando las vidas de amigos y colegas. Y ahora, ella me hizo recordar que tipo de persona era yo.

Aliso la colcha y me invito con un gesto a sentarme a su lado. La idea de que estuviese desnuda bajo las

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