yo llevaba anos sufriendo como un absurdo recipiente. Asi dormiamos siempre. Yo la transportaba hasta el sueno sobre mi espalda. Durante un instante, pense que siempre habiamos estado asi, durante casi cuarenta anos, un extrano sueno del que ambos empezabamos a despertar en aquel momento.
– ?Que te ocurrio, dime? Ahora ya puedes contarmelo -me animo Harriet.
– Cometi un error fatal durante una operacion. Despues insisti en que yo no tenia ninguna responsabilidad en lo ocurrido. Me condenaron. No en un juicio, pero si las autoridades sanitarias. Me dieron un aviso que no pude sobrellevar. No soporto la idea de contarte mas, por ahora. Deja de preguntar.
– Pues mejor hablame de la laguna -susurro ella.
– Es negra, dicen que no tiene fondo, sin playa. Un insignificante pariente pobre de todos los hermosos lagos de aguas claras. Al verla, cuesta creer que exista, que no sea solo una gota de tinta de la naturaleza que se haya derramado por error. En una ocasion, cuando yo era pequeno, vi a mi padre nadar en ella. Ya te lo conte. Pero nunca te dije que, en aquella ocasion, comprendi lo que era la vida. La gente se une para separarse, nada mas.
– ?Hay peces en esa laguna?
– No lo se. Pero si los hay, deben de ser completamente negros. Incluso invisibles, porque tampoco se los podra distinguir de las aguas. Peces negros, ranas negras, aranas negras. Y en el fondo, si es que lo hay, una anguila solitaria que se mueve despacio entre dunas.
Harriet se pego a mi con mas fuerza. Pense que estaba moribunda, que su calor no tardaria en empezar a transformarse en un frio incipiente. ?Que era lo que me habia dicho? ?Que llevaba un tempano en su corazon? De modo que para ella la muerte era hielo y solo eso. La muerte nunca es igual para todos, la sombra que nos sigue se nos presenta a cada uno de modo distinto. Yo queria darme la vuelta y abrazarla tan fuerte como pudiese. Pero algo me lo impedia. Tal vez aun temia lo que en su dia me hizo abandonarla. Demasiada cercania, sentimientos a los que no era capaz de enfrentarme.
No lo sabia. Pero tal vez ahora si quisiera saberlo.
Debi de quedarme dormido un rato. Me desperte al notar que ella se habia sentado en el borde de la cama. Vi con horror como se arrodillaba y se arrastraba hacia la puerta del bano. Estaba desnuda, los pechos caidos y el cuerpo mas viejo de lo que yo me habia figurado. Ignoro si iba gateando hacia el bano porque estaba demasiado cansada para caminar o si no queria despertarme con el chirrido del andador. Se me llenaron los ojos de lagrimas y, cuando ella cerro la puerta del bano, tenia la vista nublada. Ya habia conseguido ponerse de pie cuando salio del bano. Pero le temblaban las piernas. Y volvio a tumbarse muy pegada a mi.
– No puedo dormir -le dije-. No se que me pasa.
– Que recibiste una visita inesperada en la isla. Una vieja vino desde el pasado, caminando sobre el hielo. Y ahora vas camino de cumplir una promesa.
Note que olia a alcohol. ?Tendria una botella escondida en la bolsa de aseo?
– La mayoria de las medicinas no deben mezclarse con el alcohol -le adverti.
– Si me viese obligada a elegir, optaria por esos tragos que me tomo de vez en cuando.
– Te escondes para beber.
– Comprenderas que me he dado cuenta de que tu has notado que huelo a alcohol. Pero, de todos modos, a mi me gusta fingir que lo hago a escondidas.
– ?Que es lo que bebes?
– Aguardiente sueco normal y corriente. Manana tendras que parar en un Systembolaget. Ya casi no me queda nada del que me habia traido.
Nos quedamos alli tumbados, esperando el amanecer.
Harriet daba una cabezada de vez en cuando. El perro que habia oido ladrar por la noche guardo silencio. Una vez mas, me levante para colocarme junto a la ventana. Pense que me habia transformado en mi propio padre. Desde una distancia de cincuenta y cinco anos, fuimos acercandonos hasta convertirnos en una unica persona.
Descubri su soledad junto a la laguna. Ahora comprendia que aquella soledad tambien era mia.
Y eso me aterrorizo. No queria esa soledad.
No queria ser aquel hombre que se banaba en un agujero en el hielo, en las gelidas aguas del mar, para sentirse vivo.
8
Dejamos la hospederia poco antes de las nueve.
La bruma se desgajaba ante nosotros aquella manana, estabamos a pocos grados de temperatura y soplaba una suave brisa. El hombre del piano no habia vuelto. Y en la recepcion habia ahora una joven. Nos pregunto si habiamos dormido bien y si estabamos satisfechos. Harriet se habia quedado a unos metros de mi, con el andador.
– Hemos dormido de maravilla -mintio-. La cama era grande y comoda.
Pague la cuenta y le pregunte si tenian algun mapa. La joven se marcho para regresar tras unos minutos con un librito lleno de mapas.
– Es gratis -explico-. Un huesped que venia de Lund y paso aqui una noche hace un par de semanas se lo dejo olvidado.
Nos marchamos de alli y nos adentramos en la bruma.
Era como si nos encontrasemos en un pais sin caminos. Conduciamos despacio, pues la niebla era muy espesa. Pense en todas las ocasiones en que, cerca de mi isla, habia remado en un cinturon de densa bruma. Cuando los bancos de niebla venian como rodando desde alta mar, yo detenia los remos y, a veces, me dejaba envolver por toda aquella blancura. Siempre me habia parecido una extrana mezcla de seguridad y amenaza. Sentada en el banco que habia junto al manzano, mi abuela me hablaba de la gente que se habia perdido remando en la niebla. Aseguraba que habia en ella un agujero que te absorbia y del que jamas podias regresar.
De vez en cuando surgia la luz de unos faros, divisabamos un coche o un camion antes de quedarnos solos de nuevo.
En uno de los pueblos por los que pasamos habia un Systembolaget y entre a comprar lo que Harriet me pidio. Insistio en pagar ella. Vodka, aguardiente, conac, todo ello en botellas de medio litro.
La niebla empezo a despejarse despacio. Sentia la nieve en el ambiente.
Harriet se tomo un trago de una de las botellas antes de que me hubiese dado tiempo de arrancar el motor. No dije nada, pues nada habia que decir.
De repente, recorde.
Aftonloten. [2] Recorde el nombre del monte que se alzaba cerca de la laguna donde habia visto nadar a mi padre como una morsa feliz.
Aftonloten.
Recuerdo que le pregunte que significaba. El no lo sabia. O al menos no me dio ninguna respuesta.
Aftonloten.
Sonaba como una palabra tomada de una vieja cancion pastoril. Un pequeno monte de poco mas de seiscientos metros de altura situado entre Ytterhogdal, Linsjon y Alvros.
Aftonloten. No le dije nada a Harriet, puesto que aun no estaba seguro de poder localizar la laguna.
Le pregunte como se encontraba. Ella no respondio hasta casi cinco kilometros mas tarde. La escasez de palabras y la distancia van juntas. Es mas facil mantenerse callado cuando nos queda un largo camino.
Me dijo que no le dolia. Puesto que no era cierto, no me moleste en volver a preguntar.
Nos detuvimos a comer cerca de la frontera con Harjedalen. En el aparcamiento habia un coche solitario. Habia algo en aquel lugar que me desconcertaba, sin que yo supiese decir que exactamente. En el interior de la vieja casa de vigas de madera ardia un fuego. Olia a jugo de arandano. Un olor que yo reconocia de mi ninez. Creia que el jugo de arandano ya ni existia casi. Pero aqui lo servian.