descendimos al mundo de los juicios imaginarios y estrechamos nuestra relacion entre informes judiciales e investigaciones policiales. Lo que buscabamos eran los casos de paternidad dudosa, y todos los sorprendentes y atractivos detalles que contenian acerca de lo acontecido en los asientos traseros de los coches durante las noches de los sabados. Esos coches siempre se detenian en caminos de madereros. Daba la sensacion de que no existiese por alli ninguna persona que no hubiese sido concebida en el asiento trasero de un coche. Devorabamos las declaraciones de los jovenes citados a juicio que, a reganadientes y sin profusion de detalles, intentaban explicar lo que habia sucedido o dejado de suceder en determinado camino de madereros. En esas declaraciones siempre nevaba, nunca podia recurrirse a verdades sencillas y claras, todo resultaba muy dudoso, pues los jovenes se declaraban inocentes, mientras que las muchachas juraban y perjuraban que habia sido el y ningun otro, aquel asiento trasero y ningun otro, aquel camino de madereros y ningun otro. Disfrutabamos de los detalles secretos y creo que, hasta que nos toco vivir la realidad, estuvimos sonando con estar un dia cerca de una mujer en el asiento trasero de un coche aparcado en algun camino de madereros cubierto por la nieve.
Asi era la vida. Nuestros suenos se desarrollaban siempre en un camino de madereros.
Sin saber por que, empece a contarselo a Harriet. Empece a tomar todos los desvios que encontrabamos.
– Yo no pienso contarte ninguna de mis experiencias en los asientos traseros de los coches -advirtio ella-. No lo hice mientras estabamos juntos y tampoco lo hare ahora. Siempre hay un toque de humillacion en las vidas de todas las mujeres. Para muchas de nosotras, lo peor es lo que nos paso cuando eramos muy jovenes.
– Cuando yo era medico, hablaba de vez en cuando con mis colegas sobre la cantidad de gente que ignora quien es su verdadero padre. Muchos negaban su paternidad, otros asumian responsabilidades que no les correspondian. Ni siquiera las madres tenian siempre la certeza de quien era el padre de su hijo.
– Lo unico que recuerdo de aquellos primeros y desesperados intentos eroticos era el olor tan extrano que yo despedia. Y el del chico que tuviese encima. Eso es cuanto recuerdo: la acuciante excitacion y un monton de olores extranos.
De improviso, como un monstruo gigantesco, aparecio ante nosotros una taladora en medio del camino. Frene de golpe y el coche patino hasta encajarse en un monton de nieve. El hombre que conducia el monstruo bajo de la cabina y me ayudo empujando mientras yo daba marcha atras. Finalmente y con bastante esfuerzo, logramos sacar el coche. Me apee. El hombre tenia restos de tabaco de mascar en la comisura de los labios. En cierto modo, se parecia a la maquina gigantesca que conducia, con sus garras y sus brazos elevadores.
– ?Te has perdido? -pregunto.
– Estoy buscando una laguna.
El hombre entrecerro los ojos.
– ?Que estas buscando una laguna?
– Asi es, una laguna.
– ?Y como se llama?
– No tiene nombre.
– Y, aun asi, ?la buscas? Pues aqui hay cientos de lagunas. Puedes elegir. ?Y para que la buscas?
Comprendi que tan solo un loco se ponia a buscar una laguna sin nombre en medio del bosque y en pleno invierno. Asi que le conte la historia. Pense que podia ser lo suficientemente extrana como para parecer del todo verosimil.
– Veamos, estuviste con tu padre nadando en una laguna cerca de Aftonloten hace cincuenta anos, ?lo he entendido bien?
– Le prometi a la mujer que hay en el coche que la llevaria a verla. Esta enferma.
Vi que dudaba antes de decidirse a creerme. La verdad solia ser extraordinaria, me dije.
– ?Se curara si la llevas a la laguna?
– Tal vez.
El hombre asintio, con expresion reflexiva.
– Hay una laguna al final del camino. ?Crees que puede ser esa?
– Recuerdo que era totalmente redonda, no demasiado grande, y que el bosque crecia espeso hasta el borde del agua.
– Pues podria ser esa. Si no, no se de cual podria tratarse. El bosque esta lleno de lagunas.
Me tendio la mano y me la estrecho.
– Me llamo Harald Svanback. Uno no se encuentra a mucha gente por estos caminos en pleno invierno. Es muy raro. Pero en fin, te deseo suerte. Cuida de tu madre.
– No es mi madre.
– Bueno, pues sera la madre de alguien, ?no?
Volvio a subir a su maquina, puso el motor en marcha y continuo por el camino de madereros. Yo regrese al coche.
– ?En que hablaba? -pregunto Harriet.
– En la lengua del bosque. Yo creo que en estos parajes cada uno tiene su propio dialecto. Se entienden entre si, pero cada uno habla a su manera. Asi es mas seguro. En las regiones mas remotas puede llegar a parecer que cada persona constituye una raza aparte. Un pueblo aparte, una familia aparte con su propia historia. Si se quedan totalmente solos, nadie echara de menos la lengua que muera con ellos. Aunque, claro esta, siempre hay algo que sobrevive.
Continuamos el viaje por el camino. El bosque era espesisimo, la calzada ascendia levemente. ?Era asi aquella vez que yo recorri el camino con mi padre, en aquel Chevrolet azul que el cuidaba con tanto mimo? Tuve la firme sensacion de que ibamos por buen camino. Dejamos atras un monton de maderos recien apilados. El bosque se veia estragado por la accion de la enorme maquina gobernada por Harald Svanback. De repente, todas las distancias parecian infinitas. Mire por el retrovisor, para ver si el bosque volvia a crecer cerrandose a nuestras espaldas. Me senti como si estuviese viajando al pasado. Recorde mi paseo de la noche anterior, el puente, las sombras de mi pasado. ?Ibamos, tal vez, camino de un lago estival, adonde mi padre y yo esperabamos llegar?
Pasamos varias curvas muy cerradas. Los monticulos de nieve eran muy altos.
Y se acabo el camino.
Ante mi se extendia la laguna oculta bajo un manto blanco. Me detuve y apague el motor. Habiamos llegado. No habia mas que decir. No me cupo la menor duda. Aquella era la laguna. Despues de cincuenta y cinco anos habia vuelto a visitarla.
La blanca superficie parecia un mantel de lujo que nos daba la bienvenida. Senti, de repente, una honda veneracion por Harriet, por el hecho de que me hubiese encontrado en mi isla. Era una enviada, aunque solo enviada de si misma. ?O la habria reclamado yo inconscientemente? ?Acaso habia estado esperandola todos aquellos anos?
Lo ignoraba. Pero por fin habiamos llegado a nuestro destino.
9
Le dije que alli estaba la laguna. Ella se quedo largo rato mirando tanta blancura.
– O sea, que bajo la nieve hay agua, ?verdad?
– Aguas negras. Ahora todo duerme, todos los insectos que viven en el agua. Pero esta es la laguna que buscabamos.
Salimos. Saque el andador, que se hundio en la nieve, y fui a buscar la pala que guardaba en el maletero.
– Sientate dentro. Pondre el motor en marcha y estaras mas caliente. Entre tanto, yo limpiare de nieve un sendero para ti. ?Adonde quieres ir? ?A la orilla?
– Quiero llegar al centro del lago.
– No es un lago. Es una laguna.
Puse el motor en marcha, le ayude a entrar y empece a retirar nieve. A varios decimetros bajo la nieve mas superficial me tope con una capa de hielo que resultaba dificil de quitar. Podia venirme abajo y morir por el