sabanas me excito de repente. Obedeci y pose la mano sobre su brazo. Harriet tenia una serie de lunares. Los recordaba. «Todo es lo mismo», me dije. «Tras todo el tiempo pasado somos, en realidad, los mismos que en el punto de partida.»
– No queria contartelo -admitio ella-. Podias creer que esa era la razon por la que habia venido a verte, en busca de una ayuda que no existe.
– No hay que perder nunca la esperanza.
– Ni tu ni yo creemos en los milagros. Si suceden, suceden. Pero creer en ellos, esperarlos, no es mas que un modo de perder el tiempo que nos toca. Puede que viva un ano, puede que medio. De todos modos, creo que me arreglare unos meses mas con el andador y los analgesicos. Pero no me digas que no hay que perder la esperanza.
– Se hacen progresos continuamente. A veces ocurre con una rapidez sorprendente.
Harriet se incorporo un poco mas, apoyada en los almohadones.
– ?Tu crees lo que me estas diciendo?
No respondi. Recorde que alguien me habia dicho en una ocasion que la vida era como la relacion que tienen las personas con sus zapatos. Uno no podia esperar ni creer que se adaptaban al pie. El que los zapatos apretasen era algo que pertenecia a la realidad.
– Quisiera pedirte algo -declaro Harriet de repente, rompiendo a reir-. ?No podrias quitarte esas bolitas de papel de la nariz?
– ?Era eso lo que querias pedirme?
– No.
Fui al cuarto de bano y retire el papel empapado. Habia dejado de sangrar. Me dolia la nariz y vi que se me inflamaria y que me saldria un moreton. Fuera seguia oyendose el mismo ladrido solitario e inopinado del perro.
Volvi y me sente de nuevo en el borde de la cama.
– Quiero que te acuestes aqui a mi lado, solo eso.
Hice lo que me pedia. Despedia un olor intenso. A traves de las sabanas sentia el contorno de su cuerpo. Yo estaba tumbado a su izquierda, como siempre. Harriet extendio el brazo y apago la lampara. Eran entre las cuatro y las cinco. A traves de la cortina se filtraba la debil luz de una farola solitaria que se alzaba junto a una fuente del jardin.
– Tengo verdaderos deseos de ver la laguna que me -confeso-. Nunca me regalaste ningun anillo. Y tampoco creo que lo hubiese querido. Pero me diste la laguna. Y quiero verla antes de morir.
– Tu no vas a morir.
– Por supuesto que voy a morir. Llega un momento en que a uno ya no le quedan fuerzas para negar lo que se avecina. El hombre es un ser que tiene la muerte como unico acompanante seguro durante toda la vida. Incluso los locos suelen presentir cuando ha llegado la hora. -Harriet guardo silencio. El dolor cedia y se intensificaba continuamente-. A menudo me he preguntado por que nunca me dijiste nada -prosiguio al cabo de un rato-. Comprendo que encontrases a otra o, simplemente, que ya no quisieras mas. Pero ?por que no me lo dijiste?
– No lo se.
– Claro que lo sabes. Tu siempre sabias lo que hacias, incluso cuando asegurabas lo contrario. ?Por que te escondiste? ?Donde estabas mientras yo te esperaba en el aeropuerto? Permaneci alli durante horas. Aunque al final, el unico avion que quedaba era un charter que partia con retraso a Tenerife. Despues pense que tal vez te hubieses escondido detras de una columna, que me estarias observando desde alli. Y riendote.
– ?Por que crees que iba a reirme? Yo ya me habia marchado.
Ella reflexiono un instante antes de responder.
– ?Que ya te habias marchado?
– A la misma hora, en el mismo avion, pero el dia anterior.
– ?Lo tenias planeado?
– No sabia si podria tomar el avion. Pero me fui al aeropuerto. Y resulto que un pasajero no se presento, asi que pude cambiar mi vuelo.
– No te creo.
– Te aseguro que asi paso.
– Se que no. Tu no eras asi. Tu no hacias nada sin haberte preparado antes. Solias decir que un cirujano no podia permitirse aprovechar una ocasion. Solias decir que eras cirujano hasta la medula. Se que lo habias planeado. ?Como osas pedirme que crea algo que no es mas que una mentira? Eres el mismo de entonces. Te pasas la vida mintiendo. Me di cuenta demasiado tarde.
Harriet habia empezado a hablar con voz chillona, a gritar. Intente calmarla, le pedi que pensara en las personas que dormian en la habitacion contigua.
– No me importan lo mas minimo. Dime como es posible que alguien actue igual que tu en aquella ocasion.
– Ya te he dicho que no lo se.
– ?Les has hecho lo mismo a otras mujeres? ?Las has atrapado en tus redes para luego dejarlas sin mas?
– No te entiendo.
– ?No tienes nada mas que decir?
– Estoy intentando ser honrado.
– Mientes. No hay ni una palabra de verdad en lo que dices. ?Como te soportas a ti mismo?
– No tengo nada mas que decir.
– Me pregunto que estara pasandote por la cabeza.
De improviso, me dio un golpecito en la frente con el dedo.
– ?Que tienes ahi dentro? ?Nada? ?Solo sombras? -Despues se tumbo dandome la espalda. Yo tenia la esperanza de que se le hubiese pasado-. ?De verdad que no tienes nada que decir? ?Ni siquiera «perdon»?
– Perdon.
– Si no estuviese tan enferma, te golpearia. Y no volveria a dejarte en paz nunca mas. Casi conseguiste arruinarme la vida. Y lo unico que quisiera es que pudieses decir algo que me ayudase a comprender.
No respondi. Tal vez algo la hubiese aliviado. Las mentiras siempre son como lastres, aunque al principio parezcan ingravidas. Harriet se tapo hasta la barbilla.
– ?Tienes frio? -pregunte timidamente.
Ella contesto con calma manifiesta.
– Yo no he tenido frio en toda mi vida. He buscado el calor en los desiertos y en los paises tropicales. Pero siempre he llevado dentro de mi un pequeno tempano de hielo. La gente siempre arrastra algo. Dolor los unos, desasosiego otros. Yo arrastro un tempano. Tu ese hormiguero que tienes en la sala de estar de tu vieja casa de pescadores.
– Nunca utilizo esa habitacion. En invierno alli no pongo la calefaccion. En verano la aireo un poco, nada mas. Tanto mi abuelo como mi abuela murieron en esa habitacion. En cuanto entro en ella casi puedo oir la respiracion y sentir el olor de ambos. En una ocasion descubri que habia hormigas dentro. Cuando abri la puerta varios meses despues, vi que habian empezado a construir un hormiguero. Y las deje hacer.
Harriet se dio la vuelta.
– ?Que fue lo que paso? Te pregunto con toda sinceridad. ?Por que te mudaste alli? Por lo que me dijo el hombre que me llevo hasta tu casa, llevas viviendo en esa casa cerca de veinte anos.
– Jansson es un canalla. Siempre exagera. Llevo doce anos en la isla.
– ?Un medico que se jubila a los cincuenta y cuatro?
– No quiero hablar de eso. Paso algo…
– A mi me lo puedes contar.
– No quiero.
– Si me voy a morir muy pronto.
Entonces fui yo quien le dio la espalda pensando que no debia haber accedido. No era la laguna lo que le interesaba. Era yo.
No logre concluir aquel razonamiento.
Senti que se me acercaba y se apretaba contra mi. El calor de su cuerpo me envolvio al punto y lleno lo que