Lo unico que me vino a la mente fue el primer verso de En sjoman alskar havets vag [3] Lo repeti dos veces y, despues, con el tiempo, he llegado a pensar que en mi vida he hecho nada mejor. Cuando sali de la iglesia y vi los azulados bosques de Halsingland, experimente una sensacion inequivoca de comunion con la espesura y la quietud que emanaba. Asi vine aqui. No lo tenia planeado, sino que fue pura casualidad. Mientras los demas se marchan de aqui, yo elegi darle la espalda a la ciudad. Aqui conoci a personas de cuya existencia no tenia ni idea. Nadie me habia hablado de ellas.

Interrumpio su relato y me dijo que hacia demasiado frio en el coche para continuar. Yo tenia la sensacion de que lo que me habia contado podria leerse en la contraportada de un libro. El resumen de una vida, vivida tanto tiempo. En realidad, aun lo ignoraba todo sobre mi hija. Pero al menos ya habia empezado a hablar.

Puse el coche en marcha. Los faros rasgaron la oscuridad.

– Queria que lo supieras -dijo-. Poco a poco.

– Tardaremos lo que tengamos que tardar -respondi-. Uno se acerca mejor a los demas si avanza despacio. Tanto en tu caso como en el mio. Si vamos demasiado deprisa, podemos colisionar o encallar.

– ?Como en el mar?

– Aquello que no vemos solemos descubrirlo demasiado tarde. No solo cuando se trata de las vias maritimas no marcadas, tambien cuando se trata de las personas.

Gire para salir a la carretera comarcal. ?Por que no le hable de la catastrofe que me sobrevino a mi? Tal vez solo por el cansancio y el desconcierto que los sucesos del ultimo dia habian provocado en mi. Se lo contaria, pero no en ese momento. Era como si aun estuviese viviendo el instante en que salia de mi agujero en el hielo, cuando intui que habia algo a mi espalda y descubri a Harriet en la banquisa, apoyada en su andador.

Me encontraba en el corazon de los melancolicos bosques de Norrland. Pese a todo, la mayor parte de mi seguia en el agujero.

Cuando regresara, si todo seguia helado, me llevaria mucho tiempo volver a cavarlo.

4

Los faros del coche y las sombras bailaban una danza sobre la nieve.

Salimos del coche en silencio. El cielo estaba despejado y plagado de estrellas, hacia mas frio: la temperatura empezaba a descender. Una luz tenue se filtraba por una de las ventanas de la caravana.

Cuando entramos, oimos enseguida que la respiracion de Harriet no era normal. No consegui despertarla. Le tome el pulso, acelerado e irregular. Tenia el tensiometro en el coche y le pedi a Louise que fuese a buscarlo. Tanto la tension sistolica como la diastolica eran demasiado altas.

La llevamos a mi coche. Louise me pregunto que le pasaba. Le respondi que debiamos acudir con ella a un servicio de urgencias donde pudieran examinarla. Tal vez le hubiese dado un ataque de apoplejia, o quizas el fallo tuviese que ver con su estado. No lo sabia.

Atravesamos la noche en direccion a Hudiksvall. El hospital nos aguardaba como un buque iluminado. Dos enfermeras muy amables nos recibieron en la ventanilla de admision de urgencias. Harriet habia recuperado la conciencia y el medico no tardo en empezar a examinarla. Aunque Louise me miraba inquisitiva, yo no revele que tambien era medico o que por lo menos lo habia sido. Solo dije que Harriet tenia cancer y que tenia los meses contados. Que tomaba analgesicos para el dolor y eso era todo. Anote en un papel el nombre de los medicamentos y se lo di al doctor.

Esperamos mientras el medico, que tenia mi edad, terminaba su examen. Despues dijo que pensaba retenerla alli en observacion durante la noche. Nada de lo que habia podido comprobar hasta el momento indicaba una crisis. Lo mas probable es que fuese una recaida debida a su estado general.

Harriet habia vuelto a dormirse cuando la dejamos para salir otra vez a la oscuridad de la noche. Eran mas de las dos y el cielo seguia despejado. Louise se paro en seco.

– ?Crees que va a morir? -pregunto.

– No creo que muera esta noche. Ella es de los que se hacen de rogar. Si ha sido capaz de atravesar la banquisa con un andador, es que aun le quedan muchas fuerzas. Creo que, cuando llegue el momento, nos avisara.

– Cuando tengo miedo, siempre me da hambre -dijo-. Otros se marean. Pero yo tengo que comer cuando estoy asustada.

Nos sentamos en el coche, ya frio.

Yo habia visto una hamburgueseria abierta a la entrada de la ciudad, y alli nos dirigimos. Habia alli unos roqueros obesos y calvos que aun parecian anclados en los remotos anos cincuenta. Estaban ebrios, todos menos uno que, segun lo habitual, era el que conducia. Ante la puerta del establecimiento habia un enorme Chevrolet reluciente. Al pasar ante ellos percibi el olor a gomina.

Oi con asombro que hablaban de Jussi Bjorling. Louise tambien se percato de que estaban borrachos al oir su estridente charla. Senalo discretamente a uno de los cuatro hombres, que llevaba aros de oro en las orejas, tenia un prominente estomago que le colgaba por encima de los vaqueros y restos de salsa de la ensalada en la comisura de los labios.

– Bror Olofsson -dijo en un susurro-. Esa banda se llama Broderna Brothers. [4] Bror tiene una hermosa y melodica voz. Cuando era joven, solia cantar de solista en la iglesia. Pero cuando de adolescente se convirtio en roquero, dejo de cantar. Hay quien opina que podria haber llegado muy lejos, incluso a cantante de opera.

– ?Por que no hay por aqui gente normal? -pregunte mientras elegia el menu-. ?Por que toda la gente a la que conozco aqui es rara? Italianos que fabrican zapatos o viejos roqueros que hablan de Jussi Bjorling…

– No hay gente normal -respondio Louise-. Esa es una imagen distorsionada del mundo, en la que nos quieren hacer creer los politicos. Que nos hallamos inmersos en una masa infinita de normalidad, sin posibilidad ni voluntad para afirmarnos como diferentes. Se habla tan condenadamente de una normalidad que no existe. O tal vez solo sea una excusa para que ciertos politicos puedan tratarnos de forma despectiva. He pensado a menudo que deberia empezar a escribir cartas tambien a politicos suecos. A la tripulacion secreta.

– ?Que tripulacion?

– Yo los llamo asi. Los que tienen el poder. Los que reciben mis cartas y no contestan nunca, salvo con fotografias de si mismos como idolos. La tripulacion secreta del poder.

Pidio un plato llamado Kungsmal, mientras que yo me contentaba con una taza de cafe, una bolsa de patatas fritas y una hamburguesa. Louise estaba muy hambrienta. Parecia que queria comerse de golpe todo lo que tenia en la bandeja.

No era un espectaculo agradable de ver. Sus modales a la mesa me avergonzaban.

«Como una nina pobre», me dije. Recorde un viaje que hice a Sudan con un grupo de traumatologos que debian estudiar el mejor modo de construir clinicas para aquellos que necesitaban protesis tras haber resultado heridos por las minas antipersonas. Entonces vi como los ninos pobres se lanzaban con violenta desesperacion sobre la comida, unos granos de arroz, una pieza de verdura, tal vez una galleta procedente de algun pais cooperante.

Aparte de los cuatro roqueros que, como hombres de las cavernas, habian surgido del pasado, tambien se encontraban en el local varios camioneros. Cabeceaban sobre las bandejas vacias como si estuviesen durmiendo o como si estuviesen considerando su propia condicion mortal. Habia ademas unas cuantas chicas, muy jovenes, apenas mayores de catorce o quince anos. Hablaban entre susurros, hipando a veces de risa para luego seguir con sus cuchicheos. Yo recordaba aquello, aquellas confesiones imperturbables que, en la adolescencia, uno era capaz de hacer y escuchar. Prometiamos un silencio que no tardabamos en quebrantar, jurabamos mantener unos secretos que difundiamos tan pronto como se nos presentaba la ocasion. En cualquier caso, aquellas chicas eran demasiado jovenes para estar en aquel local a medianoche. Me irrite. ?No deberian estar durmiendo? Louise siguio mi mirada. Ya habia devorado su bandeja, antes de que yo le hubiese quitado la tapa al vaso de plastico de mi cafe.

– No las habia visto antes -aseguro-. No son de por aqui.

– ?Acaso conoces a todos los habitantes de la ciudad?

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