– No, pero lo se.

Intente tomarme el cafe, pero sabia demasiado amargo. Pense que deberiamos volver a la caravana y dormir unas horas, antes de que llegase el momento de regresar al hospital. Pero nos quedamos alli sentados hasta el amanecer. Para entonces, los roqueros se habian marchado. Y tambien las dos chicas. No me di cuenta de cuando desaparecieron los camioneros. De repente, ya no estaban alli. Tampoco Louise advirtio su partida.

– Hay personas que se comportan como aves migratorias -afirmo-. Las grandes bandadas que vuelan hacia el sur o hacia el norte siempre lo hacen de noche. Y estos volaron de aqui sin que nos diesemos cuenta.

Louise tomaba te. Los dos hombres de color que habia detras de la barra hablaban un sueco impenetrable que, poco a poco, se transformo en una lengua muy melodica, pero que a mi me sono a melancolia. De vez en cuando, Louise me preguntaba si no deberiamos volver al hospital.

– Tienen tu numero de telefono por si ocurriese algo -la tranquilice-. Asi que podemos quedarnos aqui.

En realidad, teniamos pendiente una conversacion interminable, una cronica que abarcaba casi cuarenta anos. ?Y si aquel restaurante, con sus luces de neon y su olor a fritura era el marco que necesitabamos?

Louise continuo hablando de su vida. Hubo un tiempo en que sono con ser escaladora. Cuando le pregunte por que, me respondio que porque tenia miedo a las alturas.

– ?Tiene eso algun sentido? ?Colgarse para trepar por escarpadas laderas cuando, en realidad, te asusta subirte a una escalera?

– Pense que le sacaria mas partido que quienes no sufren vertigo. Lo intente en una ocasion, en Laponia. No era una montana muy escarpada. Pero mis brazos no eran lo bastante fuertes. Asi que abandone mi sueno de escaladora entre el brezo de aquellas rocas. Aproximadamente a la altura de Sundsvall, deje de llorar la perdida de mi sueno y decidi sustituirlo por el de aprender a hacer juegos malabares.

– ?Y que tal te fue?

– Aun soy capaz de mantener en el aire tres bolas a la vez durante bastante tiempo. O tres botellas. Pero nunca llegue a ser tan buena como pretendia.

Espere a que continuase. Alguien abrio la chirriante puerta del restaurante y una corriente de aire frio se colo antes de cerrarla de nuevo.

– Crei que jamas encontraria lo que buscaba -confeso-. Entre otras razones, porque jamas supe exactamente que queria. O tal vez sea mas apropiado decir que sabia lo que queria pero, tambien, que no lo encontraria jamas.

– ?Un padre?

Louise asintio.

– Intentaba encontrarte en mis juegos. Cada undecimo hombre con el que me cruzaba por la calle, era mi padre. Al trenzar una corona de flores en la noche de San Juan, no sonaba con quien seria el hombre de mi vida. En cambio, me dedique a trenzar una cantidad infinita de coronas de flores con el deseo de verte. Pero tu no aparecias nunca. Recuerdo una ocasion en que me encontraba en una iglesia en cuyo altar habia un cuadro que representaba a Cristo flotando en el aire y rodeado de un resplandor que surgia desde sus pies. Dos soldados romanos se arrodillaban atemorizados por haberlo clavado en la cruz. De repente tuve la certeza de que tu eras uno de esos soldados. Tu rostro seria como el suyo. De modo que la primera vez que te vi llevabas la cabeza cubierta por un yelmo.

– ?No tenia Harriet ninguna fotografia mia?

– Le pregunte. Y registre sus cosas. Pero no encontre ni una.

– Pues nos haciamos muchas fotos. Y ella era la que se encargaba de colocarlas y guardarlas.

– A mi me dijo que no tenia nada. Si las quemo, deberia darte una explicacion.

Fue a pedir otra taza de te. Uno de los hombres que trabajaba en la cocina dormitaba sentado en una silla y apoyado contra la pared, con la barbilla hundida en el pecho.

Me pregunte con que estaria sonando.

En la cronica de la vida de Louise, les toco el turno al caballero y al caballo.

– Harriet nunca pudo permitirse que yo montase a caballo. Ni siquiera en los periodos en que, por ser jefa de la zapateria, ganaba mas. Aun hoy me irrito a veces por lo tacana que era. Tenia que quedarme al otro lado de la valla viendo como las demas ninas cabalgaban como pequenas amazonas orgullosas. Me sentia en cierto modo obligada a ser tanto el caballo como el caballero. Y me dividi en esas dos personalidades. Cuando me sentia bien, cuando me resultaba facil levantarme por las mananas, lo hacia a lomos del caballo y nada quebrantaba mi vida. Pero los dias en que me costaba un mundo levantarme, yo era el caballo y parecia como si me hubiese colocado en un rincon del establo y, por mas que me azotasen con la fusta, no quisiera obedecer. Intentaba sentir que el caballo y yo eramos uno. Y creo que aquello me ayudo a superar las dificultades cuando era nina. Tal vez incluso despues. Voy a lomos de mi caballo, que me lleva siempre, salvo cuando yo misma me descabalgo.

Callo de pronto, como si lamentase haber hecho tal confesion.

Eran las cinco. No habia nadie mas. El hombre que estaba sentado apoyado contra la pared seguia durmiendo. El otro iba llenando despacio los azucareros medio vacios.

De repente, Louise solto sin mas:

– Caravaggio. No se por que me ha venido a la cabeza su figura, con toda la ira que abrigaba y aquellos cuchillos suyos tan peligrosos. Tal vez porque, si hubiese vivido en nuestra epoca, habria podido pintar de maravilla esta hamburgueseria y a personas como tu y yo.

?El pintor Caravaggio? No recordaba ninguno de sus cuadros, tan solo el nombre. Una imagen desdibujada de colores oscuros, violentos, motivos siempre dramaticos, empezo a aflorar a mi agotado cerebro.

– No se nada de arte.

– Yo tampoco. Pero en una ocasion vi el cuadro de un hombre que sostenia en su mano la cabeza de otro al que habian decapitado. Cuando comprendi que lo que el pintor habia retratado era su propia cabeza, senti que necesitaba saber mas de el. Decidi visitar todos los lugares en los que hubiese un cuadro suyo en vez de contentarme con las reproducciones de los libros de arte. Asi, no seria peregrina de conventos e iglesias, sino que seguiria los pasos de Caravaggio. Y en cuanto lograba reunir el dinero suficiente viajaba a Madrid o a cualquier otro lugar en el que hubiese un cuadro suyo. Me alojaba en los lugares mas baratos y a veces dormia incluso en un banco del parque. Pero vi sus cuadros, aprendi quienes eran las personas a las que retrato y las converti en companeros. Aun me quedan muchos viajes por hacer, y no estaria mal que tu me los pagaras.

– No soy rico.

– Pense que los medicos ganaban mucho dinero.

– Ya hace muchos anos que no trabajo. Estoy jubilado.

– ?Y no tienes nada ahorrado en el banco?

?Acaso no me creia? Decidi pensar que mi suspicacia se debia a la hora tan temprana y al ambiente cerrado del local. Las luces de neon del techo no nos iluminaban sino que nos observaban desde arriba, vigilandonos.

Louise siguio hablando de Caravaggio y, finalmente, comprendi parte de la pasion que la embargaba. Su persona era como un museo cuyas salas iba llenando una a una con sus propias interpretaciones de la obra del gran maestro. Era como si, para ella, Caravaggio no hubiese vivido hacia cuatrocientos anos, sino que estuviese instalado en alguna de las casas abandonadas de los bosques que rodeaban su caravana.

Algun que otro madrugador entraba y se encaminaba a la barra, donde se aplicaban a leer el menu. plato para monstruos, plato para monstruos medianos, pequenos monstruos, menu para aves nocturnas. «Tambien en este tipo de locales tan sordidos pueden transmitirse las viejas leyendas de las sagas», me dije. En medio de la humareda del grill surgio por un momento una sala de arte.

Mi hija hablaba de Caravaggio como si hubiese sido familiar suyo, un hermano o un hombre al que amase y con el que sonase compartir su vida.

En realidad se llamaba Michelangelo. Su padre, Fermi, habia muerto cuando Michelangelo tenia seis anos. El apenas si lo recordaba; Fermi no era mas que otra de las muchas sombras que habian poblado su vida, un retrato inacabado en alguna de sus grandes galerias interiores. Su madre vivio mucho tiempo, hasta que el cumplio los diecinueve. Sobre ella no tenia Michelangelo mas que silencio, una ira muda y convulsa.

Louise me hablo de un retrato de Caravaggio que, cierta vez, habia pintado a carboncillo rojo y negro un artista llamado Leoni. Era como una vieja descripcion policial pegada a la pared. Rojo, negro, carbon y sangre. El nos mira desde el cuadro, atento, vigilante. ?Existimos de verdad o solo en su imaginacion? Tiene el cabello oscuro, barba, una nariz poderosa, ojos de parpados arqueados, un hombre guapo, dirian algunos. Para otros no era mas que el que era, una naturaleza criminal, un ser lleno de odio y violencia, pese a su gran talento para

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