– ?Se dejo algo olvidado? -pregunto Louise.
– Nada.
– En ese caso, seguro que se ha ido a casa.
– Si no queria quedarse aqui, deberia habernos avisado.
– Bueno, ella es asi -dijo Louise-. Es mi madre.
Salimos del hospital por la puerta de urgencias.
– Yo la conozco bien -insistio Louise-. Y se donde esta. Ella y yo hicimos un trato cuando yo era nina. Si nos perdiamos, nos veriamos en la cafeteria mas cercana.
Rodeamos el hospital hasta llegar a la puerta principal. Alli, en el gran vestibulo de la entrada, habia una cafeteria.
Harriet estaba sentada a una mesa, con una taza de cafe. Cuando nos vio acercarnos, nos hizo una sena. Casi parecia contenta de vernos.
– Aun no sabemos que es lo que te ocurre -la reprendi en tono severo-. Deberias haber dejado que los medicos comprobasen los resultados de las pruebas.
– Tengo cancer y voy a morir -sentencio Harriet-. No dispongo de tiempo para quedarme ingresada en un hospital agobiandome. No se que me paso ayer. Supongo que bebi demasiado. Pero ahora quiero irme a casa.
– ?A la mia o a Estocolmo?
Harriet se agarro al brazo de Louise para levantarse. Tenia el andador junto a una estanteria con periodicos. Se aferro al manillar con sus fragiles dedos. No conseguia explicarme como me saco de la laguna.
Cuando volvimos a la caravana, nos tumbamos los tres sobre la estrecha cama. Yo ocupaba el sitio del borde exterior, con un pie apoyado en el suelo, y no tarde en caer vencido por el sueno.
Mientras dormia se me aparecio Jansson con el hidrocoptero. Se recortaba en la neblina como un tiburon visto a traves del hielo. Yo me escondi tras una roca hasta que desaparecio. Cuando me levante, vi a Harriet con el andador en medio del hielo. Estaba desnuda y, a sus pies, habia un gran agujero.
Me desperte sobresaltado. Las dos mujeres dormian. Pense fugazmente que deberia ponerme el chaqueton y salir de la caravana. Pero me quede alli. Y no tarde en volver a dormirme.
Nos despertamos al mismo tiempo. Era la una. Sali a orinar. Habia dejado de nevar y las nubes empezaban a despejarse.
Nos bebimos un cafe y Harriet me pidio que le tomase la tension, pues le dolia la cabeza. Constate que estaba un poco alta. Louise quiso que se la tomase tambien a ella.
– Sera uno de los primeros recuerdos que tenga de mi padre, el dia en que me tomo la tension -dijo-. Primero, los cubos de agua; luego esto.
La tenia muy baja. Le pregunte si sufria mareos.
– Solo cuando estoy borracha.
– Y de lo contrario, ?nada?
– Jamas en mi vida he sufrido un desmayo.
Guarde el tensiometro. Nos tomamos el cafe y ya eran las dos y cuarto. Hacia calor en la caravana. ?Quiza demasiado? Un calor pobre en oxigeno, sofocante, que a lo mejor las hizo perder el buen humor. Como quiera que fuese, de repente me vi atacado desde dos frentes al mismo tiempo. Todo empezo cuando Harriet me pregunto como me sentia al saber que tenia una hija, ahora que ya habian pasado varios dias desde que recibi la noticia.
– ?Que como me siento? Creo que no puedo contestarte.
– Tu indiferencia es aterradora -aseguro ella.
– Tu no tienes ni idea de como me siento -respondi.
– Te conozco.
– ?Llevamos casi cuarenta anos sin vernos! No soy el mismo de entonces.
– No solo eres demasiado cobarde para admitir que tengo razon. En aquella ocasion, no tuviste el valor de decirme que querias que lo dejasemos. Huiste entonces como huyes ahora. ?No podrias decir la verdad, por una vez en tu vida? ?No hay en ti el menor vestigio de verdad?
Antes de que alcanzase a contestar, Louise replico que, de un hombre capaz de abandonar a Harriet como yo lo hice, no cabe esperar otra reaccion que la de la indiferencia ante la inesperada noticia de que tiene un hijo; tal vez miedo, en el mejor de los casos, cierta curiosidad.
– No pienso admitir lo que decis -repuse-. He pedido perdon por lo que hice entonces y no tenia por que saber que tenia un hijo, puesto que tu nunca me lo dijiste.
– ?Como iba a contartelo si desapareciste?
– Cuando ibamos en el coche, camino de la laguna, tampoco me dijiste que hubieses intentado localizarme.
– ?Estas acusando de mentirosa a una moribunda?
– No estoy acusando a nadie.
– ?Di la verdad! -grito Louise-. Responde a su pregunta.
– ?Que pregunta?
– Sobre la indiferencia.
– No soy indiferente. Me siento feliz.
– Pues yo no veo en ti el menor rastro de felicidad.
– La caravana es demasiado pequena para ponerse a bailar sobre la mesa, si es eso lo que quieres ver.
– No te creas que hago esto por ti -exclamo Harriet-. Lo hago por ella.
Nos gritamos. En el reducido espacio de la caravana, las paredes parecian a punto de reventar. Como es natural, en el fondo, yo sabia que ellas tenian razon. Las habia decepcionado y, seguramente, no habia dado muestras de especial alegria ante el inesperado encuentro con mi hija. Pese a todo, no pude soportarlo. Ignoro cuanto tiempo nos dedicamos a aquel griterio absurdo, a aquella airada discusion. En varias ocasiones crei que Louise cerraria su puno de boxeador para asestarme un golpe. No me atrevia a imaginar siquiera a cuanto subiria la tension de Harriet. Al final me levante, agarre mi maleta, mi chaqueton y los zapatos.
– ?Ahi os quedais! -grite antes de salir de la caravana.
Louise no salio a buscarme. Ninguna de las dos me llamo. El silencio era absoluto. Fui descalzo hasta el coche, me sente al volante y me marche de alli. Ya en la carretera principal me detuve, me quite los calcetines mojados y me puse los zapatos en los pies desnudos.
Aun estaba indignado por las acusaciones. Una y otra vez, durante el viaje, acudia a mi mente la conversacion. A veces modificaba ligeramente lo que habia dicho, exponia mi defensa de forma mas clara, mas exhaustiva. Pero ellas respondian siempre lo mismo.
Conducia a demasiada velocidad y llegue a Estocolmo a medianoche, dormi varias horas en el coche, hasta que empece a sentir frio, y reemprendi la marcha hacia Sodertalje. Una vez alli y sin fuerzas para continuar, entre en un motel y me dormi en cuanto me meti en la cama. Hacia la una de la tarde reemprendi el viaje en direccion sur, despues de haber llamado a Jansson y dejarle un mensaje en el contestador. ?Podria recogerme a las cinco y media? No estaba seguro de si le gustaba volar en la oscuridad. Lo unico que podia hacer era confiar en que escuchase el contestador y que el hidrocoptero tuviese buenos focos.
Cuando llegue al puerto, Jansson estaba esperandome. Me conto que les habia dado de comer a los animales. Le di las gracias y le dije que tenia prisa por llegar a casa.
Una vez alli, Jansson no me quiso cobrar.
– Uno no puede cobrarle a su medico.
– Yo no soy tu medico. Ya haremos cuentas la proxima vez que vengas.
Me quede en el embarcadero hasta que desaparecio tras las rocas y las luces de los focos empezaron a difuminarse. De repente me encontre con que el perro y el gato habian venido al embarcadero y estaban sentados a mi lado. Me agache para acariciarlos. El perro parecia mas delgado. Deje la maleta en el embarcadero, estaba demasiado cansado para preocuparme de ella.
En aquella isla eramos tres, como en la caravana. Solo que aqui nadie me atacaria. Fue una liberacion verme de nuevo en la cocina. Les eche de comer a los animales, me sente ante la mesa y cerre los ojos.
Aquella noche me costo conciliar el sueno. No pare de levantarme una y otra vez. Habia luna llena y el cielo estaba despejado. La luz de la luna banaba las rocas y el blanco hielo. Me puse las botas y el abrigo de piel y baje