podia verlas, por el momento. Que habia regresado a mi isla para encargarme de los animales que habia dejado abandonados. Pero que daba por hecho que nos volveriamos a ver pronto. Nuestras conversaciones y nuestra relacion debian continuar, por supuesto.

Me llevo largo rato escribir aquellas lineas. El suelo de la cocina estaba lleno de bolas de papel cuando, por fin, me di por satisfecho. Lo que habia escrito no era cierto. No se me habia pasado el enfado. Mis animales podian arreglarselas con Jansson algo mas de tiempo. Tampoco sabia si volveriamos a vernos pronto. Necesitaba tiempo para pensar. Sobre todo, en lo que le diria a Agnes Klarstrom, si es que la encontraba.

La carta que escribi para Agnes Klarstrom no me costo lo mas minimo. Comprendi que la habia llevado escrita dentro de mi durante anos. Solo queria verla, nada mas. Le daba mi direccion y firmaba con mi nombre, el mismo que ella no habria podido olvidar con el paso del tiempo. Esperaba habersela escrito a la persona adecuada.

Cuando Jansson llego al dia siguiente, habia empezado a soplar el viento. Anote en mi diario que la temperatura habia descendido durante la noche y que el viento racheado oscilaba entre el oeste y el suroeste.

Jansson llego puntual. Le di trescientas coronas por haberme recogido y me negue a aceptar el dinero cuando quiso devolvermelo.

– Quiero que eches estas cartas al correo -le dije tendiendole los dos sobres.

Habia sellado con cinta adhesiva los cuatro lados. Jansson no oculto su asombro cuando las vio.

– Solo escribo cuando es necesario. De lo contrario, no lo hago.

– La postal que me enviaste era muy bonita.

– ?Un jardin cubierto de nieve? ?Que puede tener de hermoso algo asi? -Note que empezaba a impacientarme-. ?Que tal va tu dolor de muelas? -le pregunte esforzandome por ocultar mi irritacion.

– Viene y va. Donde mas lo noto es aqui arriba, a la derecha.

Jansson abrio la boca de par en par.

– No veo nada -admiti-. Ve a visitar a un dentista.

Jansson cerro la boca. Y se oyo un crujido. La mandibula le colgaba de modo que quedo con la boca medio abierta. Se notaba que le dolia mucho. Era muy dificil comprender lo que intentaba decirme. Con mucho cuidado presione con los pulgares ambos lados de la cara, buscando la mandibula, y la frote ritmicamente hasta que pudo cerrar la boca.

– Me ha dolido mucho.

– Intenta evitar bostezos y no abras la boca demasiado durante varios dias.

– ?Es sintoma de alguna enfermedad grave?

– En absoluto. Puedes estar tranquilo.

Jansson se llevo mis cartas. El viento me azotaba el rostro mientras volvia a mi casa.

Aquella tarde abri la puerta de la habitacion de las hormigas. En el creciente hormiguero parecia haberse colado otro trozo de mantel. Pero la habitacion y la cama donde Harriet habia dormido estaban como las dejamos.

Nada sucedio en los dias posteriores. Sali a la banquisa hasta que llegue a mar abierto. En tres ocasiones medi el grosor de la capa de hielo. No me hizo falta consultar mis anteriores diarios para saber que, en todos los anos que llevaba en la isla, jamas habia sido tan gruesa.

Un dia quite la lona para sopesar si mi barco podria hacerse a la mar. ?Llevaria demasiado tiempo en tierra? ?Tendria yo el aguante suficiente para volver a equiparlo? Deje caer la lona sin haberme dado una respuesta.

Una noche sono el telefono. Era rarisimo que llamase alguien y quienes lo hacian eran por lo general vendedores que querian convencerme de que cambiase de compania telefonica o que instalase la banda ancha. Cuando se enteran de que vivo en una isla desierta y que, ademas, estoy jubilado, los abandona el entusiasmo. Ni siquiera se que es la banda ancha.

En esta ocasion, en cambio, cuando levante el auricular, fue para oir la voz de una mujer extrana.

– Soy Agnes Klarstrom. He recibido tu carta.

Contuve la respiracion, sin decir nada.

– ?Hola? ?Hola!

No respondi. La mujer intento sacarme de mi cueva un par de veces mas, antes de colgar.

Agnes Klarstrom existia. La habia encontrado. La carta habia llegado a su destinatario. Vivia a las afueras de Flen.

En uno de los cajones de la cocina guardaba un viejo mapa de Suecia. Creo que era de mi abuelo. El solia decir que, un dia, emprenderia un viaje para visitar Falkenberg. Aunque ignoro por que deseaba viajar a esa ciudad precisamente. Sin embargo, en toda su vida ni siquiera visito Estocolmo y tampoco cruzo nunca las fronteras de Suecia. De modo que se llevo a la tumba su sueno de ir a Falkenberg.

Desplegue el mapa sobre la mesa y busque hasta localizar Flen. No era un mapa muy detallado, por lo que no pude encontrar Sangledsbyn. Me llevaria como maximo dos horas ir alli en coche. Estaba decidido. Iria a verla.

Dos dias despues cruce el hielo hasta mi coche. En esta ocasion, no deje ninguna nota en la puerta. No le dije nada a Jansson, que se quedaria con la incognita. Les habia puesto bastante comida al perro y al gato. El cielo estaba despejado, no soplaba el viento y nos encontrabamos a dos grados. Me puse en marcha en direccion norte, gire hacia tierra firme y llegue a Flen poco despues de las dos de la tarde. En una libreria, compre un buen mapa donde pude localizar Sangledsbyn. Estaba a pocos kilometros de Harpsund, donde los primeros ministros suecos tienen su residencia de verano. Hace tiempo vivio alli un hombre que se habia hecho millonario con el corcho. Y le dejo su casa al Estado. Junto con la finca iba una barca en la que habian paseado dirigentes extranjeros cuyos nombres ningun joven recordaba hoy.

Yo sabia todo esto sobre Harpsund porque mi padre habia sido camarero alli durante un tiempo, cuando el entonces primer ministro Erlander tuvo invitados extranjeros. Mi padre nunca se cansaba de hablar de aquellos hombres -siempre eran hombres, nunca mujeres- que se sentaban a la mesa para discutir aspectos importantes de la situacion mundial. Era durante la guerra fria, y mi padre se esforzaba especialmente para moverse sin hacer el menor ruido, recordaba el menu y los vinos que sirvio. Por desgracia, tambien ocurrio algo que estuvo a punto de hacer estallar un escandalo. Mi padre lo referia como si el mismo hubiese sido participe de un gran secreto que, tras no poca vacilacion, termino por revelarnos a mi y a mi madre. Uno de los invitados se emborracho mas de la cuenta. Y pronuncio un incomprensible e inopinado discurso de agradecimiento al anfitrion, cosa que genero un desconcierto transitorio entre los camareros que, no obstante, lograron controlar la situacion; interrumpieron su actividad y aguardaron antes de servir los vinos del postre. El hombre ebrio se desplomo mas tarde sobre el cesped, ante la puerta de la casa.

– La borrachera de Fagerholm fue un gran desacierto -decia mi padre con gesto grave.

Ni mi madre ni yo supimos nunca quien era aquel Fagerholm. Aunque anos despues, ya muerto mi padre, averigue que el borracho tenia que ser uno de los representantes de los trabajadores finlandeses.

Ahora, en las proximidades de Harpsund, vivia una mujer a la que yo le habia arrebatado un brazo.

Sangledsbyn se componia de varias fincas diseminadas por la orilla de un lago alargado. Los campos y los pastos estaban cubiertos de nieve. Me habia llevado los prismaticos y trepe a una colina para abarcar mejor el panorama. De vez en cuando aparecia alguien trajinando por las fincas, afanandose entre el almacen y el cobertizo, entre la casa y el garaje. Ninguna de las personas que vi a traves de los prismaticos podia ser Agnes Klarstrom.

De repente di un respingo. Un perro olisqueaba mis pies. Por la carretera caminaba un hombre que llevaba un abrigo largo y un par de botas. Llamo al perro y me saludo con la mano. Yo oculte los prismaticos y baje a la carretera. Conversamos brevemente sobre las vistas, sobre el largo y seco invierno.

– ?Vive aqui una mujer llamada Agnes Klarstrom? -pregunte al cabo.

El hombre senalo la casa mas alejada.

– Si, alli vive, con sus malditas ninas -repuso el hombre-. Antes de que llegasen ellas, yo no tenia perro. Pero ahora todo el mundo tiene.

Dicho esto, asintio irritado y reanudo su camino. No me gusto lo que acababa de oir. No deseaba mezclarme en algo que me trajese mas lios de los que ya tenia en mi vida. Asi que decidi marcharme y volvi al coche. Pero

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