– Es asunto nuestro.
– ?Es que Agnes te pone cachondo?
Me quede atonito y abochornado.
– Creo que sera mejor que dejemos el tema.
– ?Que tema? ?Contestame!
– No hay nada que contestar.
Sima dejo de hacer preguntas. Volvio el rostro, como si se hubiese cansado de intentar mantener conmigo una conversacion. Me sentia humillado. El que me acusasen de pederastia sobrepasaba cuanto habia podido imaginar. La mire a hurtadillas. Se mordia las unas con frenesi. Su cabello, que alternaba entre el rojo y el negro, aparecia enredado, como si se lo hubiese peinado con movimientos furiosos. Tras la dura superficie intuia yo la existencia de una nina muy pequena vestida con ropas demasiado grandes, demasiado negras.
Agnes entro en la sala. Sima se levanto en el acto y se marcho. El domador habia hecho su aparicion y la fiera se retiraba, me dije. Agnes se acomodo en el mismo lugar en que Sima se habia sentado y encogio las piernas sobre el cojin, imitando a Sima, como si la copiase.
– Aida es una nina que hace agua por todas partes -sentencio.
– ?Que ha pasado?
– Nada en absoluto. Simplemente, le recordaron quien es. Una gran nada sin remedio, como ella misma dice. Una perdedora entre perdedores. Si en Suecia se fundase el Partido de los Perdedores, no serian pocos los que podrian asumir responsabilidades y aportar su experiencia. Yo tengo treinta y tres anos, ?y tu?
– El doble.
– Sesenta y seis. Es bastante. En cambio treinta y tres es poco. Pero lo suficiente como para saber que nunca antes habia sufrido este pais tensiones como las de hoy. Aunque nadie parece percatarse, al menos no quienes deberian hacernos reflexionar. Existe aqui un sistema de muros invisibles que no cesa de crecer, que separa a la gente, que hace crecer las distancias. Desde fuera puede parecer lo contrario. Si te sientas en un metro de Estocolmo y vas a los suburbios, veras que la distancia en kilometros no es muy larga, pero, en realidad, es gigantesca. Y decir que se trata de otro mundo es un absurdo. Es el mismo mundo, pero cada estacion que te aleja del centro constituye otro muro. Finalmente, cuando alcanzas lo mas profundo de la periferia, puedes elegir entre ver la verdad o no verla.
– ?Cual es la verdad?
– Que lo que tu crees que es el margen ultimo es, en realidad, el centro que esta recreando Suecia poco a poco. Muy despacio, el eje se disloca, dentro y fuera, cerca y lejos, centro y periferia cambian de lugar. Mis chicas se encuentran en una tierra de nadie donde no ven ni hacia delante ni hacia atras. Nadie las quiere, son superfluas, desechadas. No es extrano que lo unico en lo que confian sea la falta de dignidad que les hace muecas cada manana, cuando se levantan. ?Y ellas no quieren despertar! ?No quieren levantarse! Tenian el alma impregnada de amargura ya a la edad de cinco o seis anos.
– ?De verdad que estan tan mal?
– Estan peor.
– Yo vivo en una isla. Alli no hay suburbios, solo pequenos atolones e islotes. Y, desde luego, ninguna nina desgraciada que aparezca a la carrera empunando una espada de samurai.
– Les hacemos tanto dano a nuestros ninos que al final no tienen otra forma de expresarse que la violencia. Antes era cosa de chicos pero hoy en dia ya tenemos crueles bandas de chicas que no dudan en tratar a otras con la violencia mas horrible. Es la peor derrota, que las chicas, en su desconcierto, crean que su salvacion consiste en comportarse como los peores gansteres de que se acompanan sus novios.
– Sima me llamo pederasta.
– A mi me llama puta cuando le viene bien. Pero lo peor es lo que se llama a si misma. Ni siquiera me atrevo a formularlo mentalmente.
– ?Que dice?
– Que esta muerta. El corazon suspira en su pecho. Escribe extranos poemas que, sin mediar palabra, me deja sobre la mesa o en los bolsillos. Dentro de diez anos es muy posible que este muerta. Puede haberse quitado la vida, o puede que otro se la quite. Puede sufrir un accidente relacionado con las drogas y otras mierdas que se meta en el cuerpo. Ese es un final de lo mas probable para su terrible historia. Pero tambien puede que le vaya bien, aunque eso exige que yo triunfe. Que yo logre oxigenar su ser, que ahora solo resiste con sangre podrida, con sentimientos podridos.
Agnes se levanto.
– Tengo que conseguir que la policia se esfuerce un poco en encontrar a Miranda. Date un paseo por los establos mientras tanto; seguiremos hablando despues.
Sali de la sala. Sima estaba detras de una cortina, en el piso de arriba, vigilando mis movimientos. Unos cachorros de gato trepaban entre las balas de heno en el interior del establo. Los caballos y las vacas descansaban en sus cuadras y establos. Reconoci vagamente el olor de los primeros anos de mi ninez, cuando mis abuelos maternos criaban animales en su isla. Acaricie el hocico de los caballos y les di unas palmaditas a las vacas. Agnes Klarstrom parecia tener su vida controlada. ?Que habria hecho yo, si un cirujano hubiese cometido conmigo semejante error? ?Me habria convertido en un borracho amargado y me habria muerto de cirrosis en poco tiempo, sentado en algun banco del parque? ?O habria salido adelante? No tenia ni idea.
Mats Karlsson entro en el cobertizo y se puso a echarles manojos de heno a los animales. Trabajaba despacio, como obligado a ejecutar una tarea repugnante.
– Agnes quiere que entres -dijo de pronto-. Se me olvido decirtelo.
Volvi a la casa. Sima ya no estaba en la ventana. Soplaba el viento y nevaba ligeramente y yo me sentia helado y exhausto. Agnes me esperaba en el vestibulo.
– Sima se ha fugado -me dijo.
– Pero ?si acabo de verla!
– Hace un rato, si. Pero ya se ha marchado. En tu coche.
Tantee el bolsillo con la mano, donde tenia las llaves del coche. Sabia que lo habia cerrado. Cuando uno se hace viejo, se le acumulan cada vez mas llaves en el bolsillo, aunque viva solo en una isla desierta del archipielago.
– Ya veo que no me crees -observo Agnes-. Pero he visto partir el coche. Y la cazadora de Sima no esta. Tiene una especial para fugas, la que siempre se pone para irse de aqui. Tal vez crea que esa cazadora la hace invulnerable, invisible. Tambien se ha llevado la espada. ?Maldita jovenzuela!
– Ya, pero ?yo tengo en el bolsillo las llaves del coche!
– Sima tuvo un novio, Filippo, un joven amable, italiano, que le enseno a abrir un coche cerrado con llave y a poner el motor en marcha. El solia robar coches aparcados ante piscinas cubiertas o en lugares donde el sabia que habia clubes de juego ilegales. Asi se aseguraba de que los propietarios se mantendrian apartados un tiempo. Segun el, tan solo los aficionados robaban coches en los aparcamientos normales. Ademas, las piscinas cubiertas y los clubes de juego estan mas centricos que el aparcamiento del aeropuerto de Arlanda, por ejemplo. No tenia sentido viajar tanto para robar un coche, decia.
– ?Y tu como sabes todo eso?
– Sima me lo conto. Confia en mi.
– Ya, bueno, pero aun asi se ha fugado en mi coche.
– Eso tambien puede considerarse indicio de confianza. Confia en que la comprenderemos.
– Pues yo quiero recuperar mi coche.
– Sima suele quemarles el motor. Al venir aqui corrias ese riesgo. Aunque, claro esta, tu no lo sabias.
– Cuando llegue, me encontre con un hombre que paseaba su perro. Y dijo algo asi como «malditas ninas».
– Si, claro, yo tambien lo digo. ?Que perro tenia?
– No lo se. Era marron y lanudo.
– Ah, entonces era Alexander Bruun. Un viejo tramposo que trabajaba en una caja de ahorros y se quedaba con el dinero de los clientes. Falsificaba firmas, mentia acerca de sus conocimientos sobre acciones y obligaciones y se dedico a vender opciones hasta que todo se fue al garete. Ni siquiera lo metieron en la carcel. Ahora vive bien con los fondos que malverso en su dia y que la policia no consiguio encontrar. Alexander me odia a mi y odia a las chicas.