Entramos en su despacho, llamo a la policia y les explico lo sucedido. Yo escuchaba cada vez mas indignado lo que parecia una jovial conversacion con un oficial de policia, el cual tampoco parecia preocuparse especialmente por una fugitiva que, a aquellas alturas, estaria acabando con mi ya maltrecho vehiculo.
Agnes colgo por fin.
– ?Que pasara ahora? -pregunte.
– Nada.
– Bueno, algo tendran que hacer, ?no?
– No disponen del personal suficiente para ponerse a buscar a Sima y tu coche. Ya se le acabara la gasolina. Entonces dejara el coche y tomara el tren o un autobus. O quiza se le ocurra robar otro coche. En una ocasion volvio con un motocarro. Tarde o temprano, siempre vuelve. La mayoria de las que se escapan lo hacen sin un destino concreto. ?Tu no te has escapado nunca?
Pense que la unica respuesta sincera seria decir que llevaba huyendo mas de doce anos. Pero no lo dije. No dije nada.
Hacia las seis nos sentamos a cenar Agnes, Aida, Mats Karlsson y yo. Aida habia puesto cubierto tambien para las dos chicas fugadas.
La cena consistio en un insulso pescado gratinado. Yo comi demasiado rapido, pues estaba preocupado por mi coche. Aida parecia tensa por la huida de Sima y hablaba sin cesar. Mats Karlsson la escuchaba e intervenia con algun que otro comentario alentador mientras que Agnes Klarstrom comia en silencio.
Despues de la cena, Aida y Mats Karlsson quitaron la mesa y se encargaron de fregar los platos. Agnes y yo fuimos al cobertizo.
Le pedi disculpas y le explique, tan detalladamente como pude, que habia ido mal aquel funesto dia. Hablaba despacio y de forma prolija, para no pasar por alto ningun detalle. Pero en realidad podria haberlo explicado en muy pocas palabras. Habia ocurrido algo que no debia haber sucedido. Al igual que el comandante de un avion es el responsable ultimo de la revision externa de su aparato antes del despegue…; pero eludi mi responsabilidad y no comprobe que el brazo expuesto era el correcto.
Estabamos sentados cada uno en una bala de paja. Agnes me miraba sin apartar la vista de mi mientras yo hablaba. Cuando termine, se levanto y les dio a los caballos unas zanahorias que fue sacando de un saco. Despues volvio a sentarse a mi lado en la bala de paja.
– Te he maldecido constantemente -confeso-. Nunca comprenderas lo que, para una persona que ama la natacion, supone tener que dejarla. Sonaba con ir a buscarte un dia y cortarte el brazo con un cuchillo romo. Con enrollarte un ovillo de alambre de puas alrededor del cuerpo y arrojarte al mar. Pero ahora que te veo y te he escuchado, toda mi amargura se ha esfumado. El odio puede ser fuente de energia solo por un tiempo limitado. Nos infunde la ilusion de ser fuertes pero, ante todo, es un parasito que nos devora. Ahora las chicas son lo mas importante.
Agnes me estrecho la mano.
– Vamos a dejarlo -dijo-. Terminaremos poniendonos sentimentales. Y no me gustaria. Los mancos somos proclives a la sensibleria.
Volvimos a entrar. Desde la habitacion de Aida se oia la musica, de nuevo a todo volumen. El chirriar de guitarras, el retumbar de los bajos, las paredes vibraban. Entonces sono el telefono que Agnes llevaba en el bolsillo. Respondio, escucho y no contesto mas que unos monosilabos.
– Era Sima. Te manda saludos.
– ?Que me manda saludos? ?Donde esta?
– Eso no me lo ha dicho. Solo queria que Aida la llamase.
– No te he oido decirle que vuelva con mi coche.
– Porque me limite a escuchar. Era ella quien hablaba.
Agnes se levanto, subio la escalera y empezo a gritar para hacerse oir con la musica tan alta. Pense que habia encontrado a Agnes Klarstrom, pero que no se habia enfurecido conmigo. No me habia abrumado con acusaciones. Ni siquiera habia levantado la voz cuando me explico que, en sus suenos, deseaba matarme.
Tenia mucho sobre lo que reflexionar. En pocas semanas, tres mujeres habian aparecido en mi vida subitamente. Harriet, Louise y ahora Agnes. Y quiza deberia anadir a Sima, Miranda y Aida.
Agnes volvio abajo y nos tomamos un cafe. No se veia a Mats Karlsson por ninguna parte. La musica rock seguia retumbando.
Llamaron a la puerta y, cuando Agnes abrio, se encontro con tres policias que llevaban a una muchacha. Comprendi que se trataba de Miranda. Los oficiales la sujetaban por los brazos, como si fuese peligrosa.
Tenia uno de los rostros mas hermosos que habia visto en mi vida. Una Maria Magdalena rodeada de soldados romanos.
Miranda no dijo nada, pero por lo que pude colegir de la conversacion entre Agnes y los policias, la habia atrapado un granjero cuando estaba a punto de robarle una ternera. Agnes protesto energicamente, no entendia para que querria Miranda robar un animal. La conversacion iba subiendo de tono, los policias parecian hastiados, nadie escuchaba y Miranda ni se movia.
Los oficiales se marcharon sin haber logrado aclarar la supuesta tentativa de robo de la ternera. Agnes le hizo a Miranda algunas preguntas en tono severo. La muchacha del bello rostro respondio tan bajo que no consegui entender lo que decia.
Desaparecio escaleras arriba y la musica ceso. Agnes se sento en el sofa observandose las unas.
– Miranda es una chica que yo habria querido como hija. De todas las muchachas que han pasado por aqui, que han llegado y se han ido, es la que se las arreglara mejor, creo yo. Siempre y cuando encuentre el horizonte que lleva dentro.
Agnes me condujo a una habitacion que habia detras de la cocina, y en la que yo podria dormir. Me dejo, pues tenia mucho trabajo que hacer en su despacho. Me tumbe en la cama recreando la imagen de mi coche. El motor echaba humo. Junto a Sima, en el asiento del acompanante, relucia la punzante espada. ?Que habria pasado si mis abuelos hubiesen estado vivos y yo hubiera intentado contarselo? No me habrian creido, o no lo habrian comprendido. ?Y que habria dicho el modoso camarero que tuve por padre? ?Mi llorona madre? Apague la luz y me quede tumbado en la oscuridad, rodeado de voces susurrantes que me decian que los doce anos que habia pasado en la isla me habian hecho perder el contacto con el mundo en que, de hecho, vivia.
Debi de dormirme. Senti un objeto frio en la garganta que me arranco del sueno. Se encendio la lampara que habia junto a la cama. Abri los ojos y alli estaba Sima, con la espada contra mi garganta. Ni se cuanto tiempo me mantuve sin respirar, hasta que ella retiro el arma.
– Me ha gustado tu coche -explico la joven-. Es viejo y no corre mucho. Pero me ha gustado.
Me sente en la cama y ella dejo la espada en el alfeizar de la ventana.
– Ahi lo tienes -prosiguio-. No le ha pasado nada.
– De todos modos, no me gusta que nadie se lleve mi coche sin pedirmelo.
Sima se sento en el suelo, con la espalda apoyada en el radiador.
– Hablame de tu isla -rogo.
– ?Y por que iba a hacer tal cosa? Ademas, ?como sabes que vivo en una isla?
– Yo se lo que tengo que saber.
– Esta muy lejos, en medio del mar y, en estos momentos, se encuentra rodeada de hielo. En otono suelen soplar fuertes vendavales que arrastran a tierra los barcos que no estan bien amarrados.
– ?Y de verdad vives solo alli?
– Bueno, tengo un gato y un perro.
– ?No te da miedo que este tan vacia?
– Las rocas y los helechos no suelen amenazar con espadas. Son las personas las que hacen cosas asi.
Sima guardo silencio un instante, antes de levantarse y tomar su espada.
– En fin, puede que vaya a hacerte una visita algun dia -prometio.
– No lo creo.
La chica sonrio.
– Yo tampoco. Pero suelo equivocarme.
Intente volver a conciliar el sueno. Hacia las cinco, me di por vencido. Me vesti, le escribi una nota a Agnes para avisarle de que no me habia fugado y se la pase por debajo de la puerta del despacho.
Cuando parti, toda la casa dormia.
