– Me marcho -anuncio-. Hoy mismo. El mar esta en calma. ?Podrias llevarme en coche al puerto?
Me sente a la mesa. No estaba preparado en absoluto para su partida.
– ?Adonde vas a ir?
– Tengo varias cosas que hacer.
– El apartamento de Harriet puede esperar unos dias, ?no?
– No estaba pensando en el apartamento. ?Recuerdas las cuevas con las pinturas atacadas por el moho?
– Pense que ibas a enterrar a los politicos con tus cartas.
Louise nego con un gesto.
– Las cartas no sirven para nada. Tengo que hacer algo mas.
– ?Que?
– No lo se. Aun no lo se. De todos modos, tambien quiero ir a ver unos cuadros de Caravaggio. Ahora tengo dinero. Harriet me dejo casi doscientas mil coronas. De vez en cuando me daba algun dinero. Ademas, yo siempre he sido muy ahorrativa. Seguro que te preguntaste de donde habia sacado el dinero que viste cuando husmeabas en mi caravana. Pues ahorrando, simplemente. No solo me dedico a escribir cartas. De vez en cuando tambien trabajo, como todo el mundo. Y nunca he malgastado mi dinero.
– ?Cuanto tiempo estaras fuera? Si no vas a volver, quiero que te lleves la caravana. No pinta nada aqui en la isla.
– ?Por que te enfadas tanto?
– No estoy enfadado, estoy triste, porque te marchas y lo mas probable es que no vuelvas nunca mas.
Louise se levanto airada.
– Yo no soy como tu. Yo si vuelvo. Ademas, aviso cuando me voy. Y si mi caravana no puede quedarse ahi, te sugiero que la quemes tambien. Y ahora me voy a hacer la maleta. Estare lista dentro de una hora. ?Vas a llevarme o no?
La mar estaba en calma, como un espejo, cuando la lleve en el barco de motor que, justo junto al embarcadero, lanzo un resoplido ominoso; una falsa alarma, en fin, pues fue bien todo el camino. Louise iba sentada en la proa, sonriente. Yo lamentaba haber estallado de aquel modo.
Un taxi la esperaba en el puerto. Solo llevaba una mochila.
– Te llamare -prometio-. Y te escribire postales.
– ?Adonde puedo llamarte yo?
– Tienes mi numero. No puedo asegurarte que este siempre encendido, pero si te prometo enviarle una postal a Andrea.
– Mandale otra a Jansson. Se pondra loco de contento.
Se agacho para estar mas cerca de mi.
– Arregla la caravana mientras estoy fuera. Limpiala. Y sacale brillo a los zapatos rojos que me he dejado alli.
Me acaricio la frente y entro en el taxi, que se perdio pendiente arriba. Tome el bidon de gasolina vacio y fui a llenarlo. El puerto estaba practicamente desierto. Los veleros de recreo del verano habian desaparecido.
Cuando volvi fui a dar un paseo por la isla y a buscar al gato una vez mas. No lo encontre. Estaba mas solo que nunca en toda mi vida.
Pasaron varias semanas. Todo volvio a ser como siempre. Jansson venia en su barco, de vez en cuando con una carta de Agnes, pero nada de Louise. La llamaba, pero no respondia. Los mensajes que le dejaba en el contestador se convirtieron en pequenas anotaciones en el diario, vacias de contenido, acerca de cosas sin importancia y del gato, que seguia misteriosamente perdido.
Lo mas probable era que lo hubiese atrapado un zorro que habria dejado la isla a nado.
Me sentia cada vez mas inquieto. Pense que no lo soportaria durante mucho mas tiempo. Tenia que marcharme de la isla. Pero no sabia adonde.
Llego septiembre con una tormenta de componente nordeste. Aun sin noticias de Louise. Y hasta Agnes habia dejado de comunicarse conmigo. Por lo general, me pasaba el tiempo sentado a la mesa de la cocina mirando por la ventana. El paisaje parecia helarse alla fuera. Era como si la casa entera se viese poco a poco envuelta en un gigantesco hormiguero que, mudo, no paraba de crecer.
El otono endurecio el clima. Yo seguia esperando.
Cuarta parte. Solsticio de invierno
1
La noche del 3 de octubre llego la escarcha.
En mis viejos diarios comprobe que nunca, en todos los anos que llevaba en la isla, habia estado a bajo cero ya en octubre. Seguia esperando que Louise se pusiera en contacto conmigo. Ni siquiera me habia llegado una sola postal.
Aquella noche, sono el telefono. Era una mujer que preguntaba si yo era Fredrik Welin. Tanto su dialecto como su voz me resultaron familiares. Pero su nombre, Anna Ledin, no me decia nada.
– Soy policia. Ya nos conocemos.
Entonces cai en la cuenta. La mujer que encontramos muerta en la cocina. Anna Ledin era la joven policia que llevaba una cola de caballo bajo la gorra del uniforme.
– Te llamo por el perro -me dijo-. El spaniel de Sara Larsson que nos llevamos. Nadie lo reclamo. Y nos veiamos obligados a entregarlo para que lo sacrificaran. Asi que me lo quede yo. Es un perro muy hermoso. Pero resulta que estoy viviendo con un hombre que es alergico a los perros. Es una hembra y no quiero que la sacrifiquen. Asi que me acorde de ti. Anote tu nombre y direccion, ?recuerdas? Y queria preguntarte si tu podrias quedarte con ella. A ti seguro que te gustan los animales, puesto que te detuviste al verla en la carretera.
No dude ni un instante.
– Mi perro murio hace poco. Puedo quedarme con ella. Pero ?como llegara hasta aqui?
– Puedo llevartela yo. Me entere de que Sara Larsson la llamaba
– ?Cuando piensas venir?
– A finales de la semana que viene.
No me atrevia a traerla en mi barco, porque es demasiado pequeno. Asi que lo acorde con Jansson. Me hizo un monton de preguntas sobre de donde habia salido el perro, pero yo le conteste evasivo diciendole que lo habia heredado. Y dejo de preguntarme.
A las tres de la tarde del 12 de octubre, Anna Ledin llego con el perro. Su aspecto era muy distinto sin el uniforme.
– Vivo en una isla -le dije-. Asi que ella sera la unica senora del lugar.
Anna Ledin me dio la correa y
– Me voy ahora mismo, antes de que empiece a llorar. ?Puedo llamarte y preguntar que tal le va?
– Por supuesto que si.
Anna Ledin se sento al volante y se marcho.
Cruzamos las negras aguas de la bahia. Un viento gelido soplaba procedente del golfo de Finlandia.
Cuando llegamos a tierra y una vez que Jansson se habia marchado, la solte. Echo a correr y se perdio entre las rocas, pero media hora mas tarde ya habia vuelto. Ahora mi soledad era mas liviana.
Ya habia llegado otono.
Yo seguia preguntandome que me estaba pasando. Y por que Louise no me llamaba nunca.