que hicimos ni que dijimos. Pero en un momento en que yo fui a orinar, vi a Jansson sentado en la escalera de entrada a la casa, llorando en el regazo de Romana. Hans bailaba un vals con Andrea, Harriet y Louise se susurraban confidencias al oido y el sol surgia discreto de las aguas del mar.

Cuando, a las cuatro de la madrugada, emprendimos la senda que descendia hasta el embarcadero, formabamos un sequito tambaleante. Harriet iba detras, con el andador y Hans, docil, tras ella. Nos despedimos en el embarcadero, soltamos los cabos y vimos partir los botes.

Justo antes de que Andrea subiese a bordo del barco con sus zapatos celestes en la mano, se me acerco y me abrazo con esos brazos suyos escualidos y marcados de picaduras de mosquito.

La sensacion de aquel abrazo, de tener el cuerpo envuelto en una calida membrana, me duro mucho despues de que los barcos hubiesen desaparecido detras del cabo.

– Voy a acompanar a Harriet a la casa -dijo Louise-. Tendre que lavarla bien. Sera mas facil si lo hacemos a solas. Si estas cansado, puedes acostarte en la caravana.

– Ire quitando los platos.

– Eso podemos dejarlo para manana.

Las vi tomar la pendiente hacia la casa. Harriet se sentia muy cansada y apenas tenia fuerzas para mantenerse en pie, pese a que iba apoyada en el andador y tambien en su hija.

«Es mi familia», me dije. «Una familia que he empezado a tener cuando ya era demasiado tarde.»

Me dormi en el banco y me desperte cuando note que Louise me rozaba el hombro.

– Ya se ha dormido. Tambien nosotros debemos dormir.

El sol se veia ya alto en el horizonte. Me dolia la cabeza y tenia la boca reseca.

– ?Crees que esta contenta? -le pregunte.

– Eso espero.

– ?No te ha dicho nada?

– Estaba casi inconsciente cuando la tumbe en la cama.

Subimos a la casa. El gato, que llevaba casi toda la noche desaparecido, se habia tumbado en el sofa de la cocina. Louise me tomo la mano.

– Me pregunto quien eres -aseguro de pronto-. Tal vez un dia lo averigue. Pero la fiesta ha sido un exito. Y me han gustado tus amigos.

Extendio el colchon en el suelo. Y yo subi a mi habitacion y me tumbe en la cama, sin quitarme nada, salvo los zapatos.

En mis suenos oi graznar a las gaviotas y las golondrinas de mar. Se acercaban cada vez mas mientras volaban y, subitamente, enfilaban sus picos precipitandose a toda velocidad contra mi rostro.

Cuando desperte, comprendi que los gritos venian de la planta baja. Era Harriet, que volvia a gritar de dolor.

La gran fiesta habia tocado a su fin.

5

Una semana despues desaparecio el gato. Pese a que Louise y yo lo buscamos en cada grieta de la isla, el gato no aparecia y siguio sin aparecer. Durante los dias de busqueda, pense a menudo en el perro. El habria encontrado al gato enseguida. Pero el perro estaba muerto y comprendi que lo mas probable era que el gato hubiese corrido la misma suerte. Vivia en una isla llena de animales muertos, con una moribunda que sufria sus ultimos dias de padecimientos junto a un hormiguero que, poco a poco, iba apoderandose de cuanto habia en la habitacion.

El gato no volvio. Y el calor de pleno verano pesaba sobre mi isla. Navegue hasta tierra en mi bote para comprar un ventilador, que colocamos en la habitacion de Harriet. Por las noches dejabamos las ventanas abiertas. Los mosquitos bailaban estrellandose contra las viejas mosquiteras que una vez fabricara mi abuelo. Incluso habia escrito la fecha, con un lapiz de carpintero, en uno de los laterales del marco: 1936. Pese al frio del comienzo, empece a creer que la prolongada ola de calor del mes de julio convertiria aquel verano en uno de los mas calurosos de mi vida en la isla.

Louise se banaba por las tardes. El estado de Harriet era ya tan grave que procurabamos encontrarnos siempre lo bastante cerca de ella para poder oirla. Alguno de los dos tenia que mantenerse en las proximidades de la habitacion. El dolor se presentaba cada vez con mas frecuencia. Louise llamaba cada tres dias para hacer consultas al hospital, donde tenian la responsabilidad ultima de la evolucion de Harriet. La segunda semana de julio enviarian a un medico para que la examinase. Yo me encontraba en el vestibulo cambiando una bombilla mientras Louise hablaba con ellos. Ante mi sorpresa, la oi decir que no era necesario que enviasen a nadie, puesto que su padre era medico.

Yo cogia el bote periodicamente para ir a la farmacia a comprar mas analgesicos para Harriet. Un dia, Louise me pidio que le llevase unas cuantas postales. No le importaba de que tipo. De modo que compre un monton de postales y de sellos y, cuando Harriet dormia, ella les escribia a sus amigos del bosque. De vez en cuando trabajaba tambien en la redaccion de una carta que, segun empece a comprender, seria muy larga. Pero no quiso revelarme a quien iba dirigida. Nunca dejaba nada encima de la mesa, sino que, cuando terminaba, se llevaba todos los papeles a la caravana.

Le adverti que era muy probable que Jansson leyese todas y cada una de las postales que le entregase para que las enviara.

– ?Por que iba a hacer tal cosa?

– Porque es curioso.

– Yo creo que respetara mis postales.

Y no volvimos a hablar del asunto. Cada vez que Jansson atracaba en el embarcadero, ella le daba las ultimas postales escritas. El se las guardaba en la saca sin mirarlas siquiera.

Y tampoco se quejaba ya de ningun achaque. El verano en que Harriet murio en mi casa, Jansson parecio quedar liberado de todas sus dolencias imaginarias.

Puesto que Louise era la encargada de cuidar a Harriet, yo hacia la comida. Desde luego que Harriet era la protagonista, pero Louise gobernaba la casa como si fuese el capitan de un buque. Y yo no tenia nada que objetar.

Los dias calurosos eran una tortura para Harriet. Asi que fui a comprar otro ventilador, que no mejoro mucho la situacion. Llame varias veces a Hans Lundman para preguntarle por los pronosticos de los meteorologos de la guardia costera.

– Estamos sufriendo una extrana ola de calor que no se comporta como es habitual. Las altas presiones suelen venir de algun punto para desplazarse hacia otro, aunque lo hagan de forma tan lenta que apenas si lo notamos. Pero esto es insolito. Este anticiclon no se mueve lo mas minimo. Los historiadores del clima aseguran que se trata del mismo tipo de ola de calor que azoto Suecia el caluroso verano de 1955.

Yo recordaba aquel verano. Tenia entonces dieciocho anos y dedicaba la mayor parte de mi tiempo a navegar a vela en el barco de mi abuelo. Fue un verano de desasosiego al ritmo del retumbar de la pulsion adolescente. Me habia tendido desnudo sobre las ardientes rocas a sonar con mujeres. Las mas hermosas de mis maestras deambulaban por mi mundo imaginario, sustituyendose mutuamente como mis amantes.

Hacia ya casi cincuenta anos.

– Debeis de tener un pronostico -insisti-. ?Cuando remitira el calor?

– Por ahora, el anticiclon es estable. En los campos ya se han producido autoigniciones. Y se declaran incendios en islas donde no se conocian.

De modo que seguimos viviendo con aquel calor. De vez en cuando, una bandada de oscuras nubes surgia en el horizonte de tierra firme y nos llegaban atronadoras tormentas desde el interior. A veces se interrumpia el suministro electrico, pero mi abuelo habia dedicado muchos e interminables dias a construir un ingenioso sistema de reconduccion de los rayos que protegia tanto la casa como el cobertizo.

La primera vez que comprendimos que se acercaba la tormenta, la noche de uno de los dias mas calurosos, Louise me hablo de su miedo. Habiamos consumido la mayor parte de las bebidas que habiamos comprado para la fiesta. Tan solo quedaba media botella de conac. Y ella se sirvio una copa.

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