todo el cadaver. La corrupcion se habia producido con gran rapidez. Los gusanos ya habian devorado la mayor parte de las mucosas de la boca, los ojos y los oidos y habian abierto el estomago. A la altura de la apertura anal habia una bola blanca formada por gusanos. Deje la pala y fui a buscar al gato, que dormia en la casa, tumbado en el sofa. Lo tome en mis brazos y lo pose sobre el perro muerto. El gato dio un salto en el aire, como si se hubiese encontrado con una vibora, y desaparecio por la esquina de la casa; alli se dio la vuelta, dispuesto a continuar su huida. Tome en una mano algunos de los mantecosos gusanos y me pregunte si seria capaz de tragarmelos o si las arcadas me lo impedirian. Despues, los arroje sobre el perro y volvi a cubrir la tumba.
No sabia que estaba haciendo. ?Estaria cavando una tumba similar dentro de mi mismo? ?Para atreverme a ver todo aquello que venia soportando en mi interior, quizas?
Me lave las manos dejandolas largo rato bajo el agua corriente del fregadero. Me repugnaba lo que acababa de hacer.
Hacia las once llame a Harriet y a Louise, pero ninguna de las dos contesto.
A la manana siguiente, muy temprano, recogi el arrastre. Habia dos platijas escualidas y una perca muerta. Tal y como yo temia, las redes estaban llenas de limo y de algas. Mas de una hora me llevo dejarlas mas o menos limpias antes de colgarlas de la pared del cobertizo. Me alegre al pensar que mi abuelo se hubiese librado de ver como aquel mar que el tanto amo moria asfixiado. Despues continue con el lijado del barco. Trabajaba medio desnudo e intentaba reconciliarme con el gato, que me miraba suspicaz desde que se encontro en el jardin con el perro muerto. Las platijas no le interesaron lo mas minimo, pero se llevo la perca a una grieta en la roca y se puso a mordisquearla despacio.
A las diez entre en la casa para llamar por telefono. Ninguna de las dos me contesto. Tampoco hoy recibiria correo. No habia nada que yo pudiese hacer.
Me coci unos huevos para el almuerzo y hojee un viejo folleto sobre pintura para botes de madera. Pero el folleto era de hacia ocho anos.
Despues de comer me tumbe a descansar en el sofa de la cocina. El esfuerzo de lijar el barco me habia agotado bastante y me dormi.
Cuando desperte sobresaltado, era cerca de la una. A traves de la ventana abierta de la cocina oi el ruido de un viejo motor diesel. Sonaba como el barco de Jansson, pero se suponia que hoy no iba a venir. Me levante del sofa, me puse las botas y sali. El ruido del motor se acercaba. Ya no me cabia la menor duda de que se trataba del barco de Jansson, con el irregular sonido que emite al llevar el tubo de escape a veces bajo la superficie del agua, a veces por encima. Baje al embarcadero y espere a que llegara. Me sorprendio que fuese a tan poca velocidad. Finalmente asomo la roda por entre las rocas. El barco se deslizaba muy despacio.
Hasta que comprendi por que. Jansson arrastraba una carga. En efecto, llevaba amarrada detras una vieja barca para transportar ganado. Cuando yo era nino, veia como aquellas embarcaciones transportaban vacas hacia las islas que tenian pastos. Pero eso era entonces. No habia visto transbordadores de ese tipo en los diez anos que llevaba viviendo solo en la isla.
En la embarcacion iba la caravana de Louise. Esta se encontraba ante la puerta abierta, exactamente igual que la primera vez que la vi. Junto a la barandilla distingui la figura de otra persona. Era Harriet, con su andador.
Si hubiese podido, me habria arrojado al agua y me habria ido de alli a nado. Pero no podia desaparecer. Jansson aminoro la marcha y solto las cuerdas de su carga al tiempo que empujaba la embarcacion para que entrase en la parte menos profunda del golfo. Yo me quede paralizado viendo como encallaba en la playa. Jansson echo amarras en el embarcadero.
– Jamas crei que esta vieja barca volviese a serme util. La ultima vez que la saque fue para transportar dos caballos a Rokskar. Pero de eso debe de hacer veinticinco anos, como minimo -aseguro.
– Podrias haber llamado -le recrimine-. Haberme advertido.
Jansson se me quedo mirando con expresion de sincero asombro.
– Crei que sabias que iban a venir. Eso me dijo la mujer que se llama Louise. Bueno, tendremos que sacar la caravana con ayuda de tu tractor. Por suerte hay pleamar; de lo contrario habriamos tenido que soltar la caravana en el agua.
A mi nadie me habia dicho nada. Aunque ahora ya comprendia por que nadie respondia a mis llamadas. Louise ayudaba a Harriet con el andador. Note que estaba mucho mas delgada y debil que cuando la deje en la caravana el dia de mi subita partida.
Baje a la playa. Louise sujetaba a Harriet del brazo.
– Esto es muy hermoso -dijo Louise-. Yo prefiero el bosque, pero admito que es precioso.
– Supongo que debo daros la bienvenida -respondi.
Harriet alzo la cabeza y pude ver su rostro sudoroso.
– Si me paro, me caigo redonda -aseguro-. Me gustaria echarme un rato en la habitacion de las hormigas.
Le ayudamos a subir hasta la casa. Le dije a Jansson que intentara arrancar mi viejo tractor. Harriet se tumbo sobre la cama. Respiraba con dificultad y parecia que tuviese algun dolor. Louise le dio una pastilla y fue a buscar agua. Harriet se trago la pastilla con gran dificultad; despues me miro y me tendio la mano.
– No vivire mucho tiempo mas -auguro-. Dame la mano.
Yo obedeci y tome entre las mias la calidez de la suya.
– Quiero quedarme aqui tumbada, escuchar el mar y teneros cerca a los dos. Solo eso. Esta vieja os promete no molestaros sin necesidad. No gritare cuando el dolor sea demasiado intenso. Simplemente, me tomare las pastillas o Louise me pondra una inyeccion.
Cerro los ojos. Louise y yo nos quedamos mirandola. Harriet no tardo en dormirse. Louise rodeo la mesa y se puso a observar el hormiguero, que cada vez era mas grande.
– ?Cuantas hormigas habra? -pregunto susurrando.
– Dicen que puede haber hasta un millon, tal vez mas.
– ?Cuanto tiempo hace que lo tienes?
– Este ano hace once.
Salimos de la habitacion.
– Podrias haber llamado -me lamente.
Ella se coloco ante mi y me agarro los hombros con fuerza.
– Si lo hubiese hecho, habrias dicho que no. Y no queria exponerme a eso. Ahora estamos aqui. Nos lo debes a mi y a mi madre. Sobre todo, se lo debes a ella. Si es su deseo quedarse tumbada escuchando el mar en lugar de estar oyendo las bocinas de los coches mientras muere, pues asi sera. Y deberias alegrarte de que no tenga intencion de perseguirte con mis acusaciones hasta que tu tambien mueras.
Dicho esto, se dio la vuelta y salio. Jansson habia logrado arrancar el tractor. Tal y como yo venia sospechando todos estos anos, tiene buena mano con los motores que se resisten.
Amarramos unas cuerdas a la caravana y logramos arrastrarla a tierra desde la embarcacion. Jansson se encargo del tractor.
– ?Donde quieres que la deje? -pregunto a gritos.
– Aqui -respondio Louise mientras senalaba una porcion de cesped que habia mas arriba de la franja de arena que se extiende al otro lado del cobertizo.
– Yo quiero tener un dia mi propia playa -aseguro Louise-. Es algo con lo que siempre he sonado.
Jansson hizo gala de no poca habilidad con el tractor, pues consiguio arreglarselas para dejar la caravana en el lugar indicado. Le pusimos debajo cajas viejas de pescado y trozos de maderos hasta que quedo firme.
– Quedara estupenda -afirmo Jansson ufano-. La unica isla del archipielago con una caravana en el jardin.
– Bueno, y ahora, te invitamos a un cafe -anuncio Louise.
Jansson me miro inquisitivo, pero no dijo nada.
Era la primera vez, desde que me mude a la isla, que Jansson entraba en mi casa y, ya en la cocina, miro con curiosidad a su alrededor.
– Esto esta como yo lo recordaba -declaro-. No has cambiado casi nada. Si no me equivoco, el tapete es el mismo que el que tenian tus abuelos.
Louise preparo el cafe y pregunto si tenia algun bizcocho. Pero yo no tenia nada, asi que fue a la caravana