Senti que no tenia fuerzas para volver a llamar.

– No -conteste-. No tiene movil. Agnes es distinta.

Hasta que Sima no entro en urgencias y quedo a cargo del equipo medico y yo me vi sentado en un banco del pasillo, con mis botas recortadas, no logre ponerme en contacto con Agnes. Se oia el panico en su respiracion.

– ?Como esta?

– Esta muy mal.

– Dime la verdad.

– Cabe la posibilidad de que muera. Depende de cuanta sangre haya perdido, de la gravedad del trauma. ?Sabes si tomaba somniferos?

– No lo creo.

– Tenemos que saberlo.

– Con Sima es dificil saber algo seguro. Pero no creo que los tomase.

– ?Drogas?

– Fumaba hachis, pero no en mi presencia. No se lo permitia.

– ?Pudo haber tomado alguna otra cosa?

– ?No lo se!

La enfermera que venia en la ambulancia entro en la habitacion y le di el auricular.

– Es el pariente mas proximo de la muchacha. Habla con ella. Ya le he dicho que su estado es grave.

Sali de la habitacion. Un hombre de edad, desnudo de cintura para abajo, se lamentaba tumbado en una camilla. Al mismo tiempo, dos enfermeros trataban de tranquilizar a una madre histerica cuyo bebe lloraba a pleno pulmon en su regazo. Yo segui andando por el pasillo y sali por la entrada de urgencias, ante la cual habia aparcada una ambulancia con las luces apagadas. Pense en lo que me habia dicho Sima del telescopio con el que se podia ver a una persona que estuviese en la Luna. «Intenta vivir», susurre para mi. «Chara, pequena Chara, intenta vivir y puede que un dia te conviertas en esa persona a la que no se ve en la Tierra pero que se vengo saludandonos con la mano desde la Luna.»

Fue una plegaria, o tal vez un conjuro. Mientras estaba alli dentro e intentaba mantenerse con vida, Sima necesitaba toda la ayuda posible. Yo no creo en Dios, pero uno tiene derecho a crear sus propios dioses cuando los necesita.

Alli estaba, pues, elevando una plegaria a un telescopio instalado en un lugar llamado monte Wilson. Si sobrevivia, yo le pagaria el viaje a ese monte. Me enteraria de quien habia sido el tal Wilson, el que le habia dado nombre a la montana.

Nada impide que un dios tenga nombre. ?Por que el Creador no iba a poder llamarse Wilson de apellido?

Si muriera, seria culpa mia. Si yo hubiese bajado al oirla llorar, tal vez no se habria cortado. Soy medico y deberia haber comprendido… Ante todo, soy una persona que deberia haber percibido parte de la ingente soledad que aquella nina de larga y afilada espada era capaz de sentir.

De repente senti anoranza de mi padre. No lo hacia desde que fallecio. Su muerte me causo gran dolor, aunque el y yo nunca hablamos con confianza, siempre impero entre nosotros una muda comprension mutua. Vivio lo suficiente para ver que lograba estudiar medicina y nunca oculto el asombro y el orgullo que eso le producia. En los ultimos anos de su vida, cuando estaba en cama con aquel terrible cancer que se extendio, de ser un pequeno lunar negro bajo el talon hasta convertirse en metastasis que el se imaginaba como el musgo sobre la piedra, hablaba a menudo de la bata blanca que yo tenia derecho a vestir. A mi me parecia vergonzoso que el considerase que el poder residia en la bata. Despues comprendi que, para el, yo tenia que tomar la revancha. El tambien habia llevado una chaqueta blanca, pero a el lo habian pisoteado. Y a mi me tocaba vengarme. Nadie se atrevia a tratar con desprecio a un medico con su bata blanca.

Ahora lo echaba de menos. Y aquel magico viaje al bosque, y las negras aguas de la laguna. Senti deseos de irme, de volver, de que la mayoria de los sucesos de mi vida no se hubiesen producido. Tambien mi madre me vino a la mente. Lavanda y lagrimas, una vida que nunca comprendi. ?Habria llevado ella tambien una espada, pero invisible? ?Estaria al otro lado del rio de la vida, saludando a Sima?

Mentalmente, intente hablar tambien con Harriet y con Louise. Pero las dos estaban extranamente mudas, como si pensaran que esto era algo de lo que tenia que salir yo solo.

Volvi adentro y encontre una pequena sala de espera que estaba vacia. Tras unos minutos vino alguien del personal a decirme que el estado de Sima seguia siendo grave. Que la trasladarian a la unidad de cuidados intensivos. Segui a la enfermera hasta el ascensor. Los dos celadores que empujaban la camilla eran negros. Uno de ellos me sonrio. Yo le devolvi la sonrisa y estuve tentado de hablarle del extraordinario telescopio que habia en el monte Wilson. Sima yacia con los ojos cerrados, seguia con el suero y recibia oxigeno a traves de unos cateteres nasales. Me agache un poco y le susurre al oido: «Chara, cuando te cures, podras viajar al monte Wilson y veras que, en la Luna, hay una persona que se parece extraordinariamente a ti».

Un medico me explico la dificil situacion y me advirtio de que era posible que hubiese que operar. Le sorprendia que Sima no hubiese reaccionado aun a sus intervenciones. Me hizo algunas preguntas; yo le dije que ignoraba si padecia alguna enfermedad o si habia intentado quitarse la vida antes. La mujer que podria responder a esas preguntas estaba en camino.

Agnes llego poco despues de las diez. De repente me pregunte como podria conducir con un solo brazo. ?Tendria un vehiculo especial? Bueno, aquello no tenia importancia. La conduje hasta el otro lado de la cortina donde descansaba Sima. Agnes empezo a llorar, sin apenas emitir un sollozo, pero yo no queria que Sima la oyese, de modo que me la lleve afuera otra vez.

– Esta estable -le dije-. Pero el solo hecho de que hayas venido mejora la situacion. Intenta hablar con ella. Necesita sentir que estas aqui.

– Pero ?oira mi voz?

– No lo se. Esperemos que si.

Agnes hablo con el medico y respondio a todas sus preguntas. Ninguna enfermedad, ningun medicamento, ningun intento de suicidio anterior a este, que ella supiera. El medico, que tendria mi edad, dijo que seguia sin mejorar, aunque estaba algo mas estable que cuando ingreso. Y que, por el momento, no habia motivo de preocupacion.

Observe que sus palabras tranquilizaban a Agnes. Habia una maquina de cafe en el pasillo. Aunando esfuerzos, logramos reunir las monedas necesarias para sacar dos tazas de un cafe bastante malo. Me sorprendio la habilidad con la que usaba su unico brazo para hacer algo para lo que yo necesitaba los dos.

Le conte lo sucedido a Agnes, que me escuchaba moviendo la cabeza de un lado a otro.

– Bueno, no es impensable que, de hecho, fuese camino de Rusia. Sima siempre esta intentando escalar montanas. Jamas se contenta con pasear por senderos normales y corrientes, como nosotros.

– Pero ?por que vendria a verme a mi?

– Tu vives en una isla. Al otro lado del mar esta Rusia.

– Ya, aunque luego, una vez en mi isla, intenta quitarse la vida. No lo comprendo.

– Sima ha vivido en su vida experiencias que no podemos ni imaginar. No podemos distinguir la gravedad de las heridas que una persona puede tener en su interior, solo observando su superficie.

– A mi me conto una parte.

– En ese caso, puedes figurarte algo.

Hacia las tres llego una enfermera que nos comunico que seguia estable. Que podiamos irnos a casa si queriamos, pues ella nos llamaria si habia alguna novedad. Pero no teniamos adonde ir, de modo que nos quedamos todo el dia y toda la noche. Agnes se acurruco en un sofa bastante estrecho, y se quedo dormida. Yo, en cambio, estuve casi todo el tiempo sentado en una silla, hojeando manoseadas revistas en las que personas para mi desconocidas y ataviadas con ropas de alegres colores le contaban al mundo lo importantes que eran. De vez en cuando ibamos a comer, pero no nos quedabamos mucho tiempo fuera.

Justo despues de las cinco de la manana vino una enfermera a comunicarnos que el estado de Sima habia cambiado de forma repentina. Que se habian producido graves hemorragias internas y que los medicos iban a intervenir inmediatamente para detenerlas en la medida de lo posible y volver a estabilizarla.

Nos habiamos relajado demasiado. De pronto, Sima se nos iba de nuevo.

El medico entro en la sala a las seis y veinte. Parecia muy cansado, se sento en una silla, mirandose las

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