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No me gustaba el nombre del perro.

Y tampoco a ella parecia gustarle, pues nunca acudia cuando la llamaba.

Rubi no es nombre para un perro. ?Por que la habria llamado asi Sara Larsson? Un dia en que Anna Ledin llamo para saber del animal, le pregunte si sabia por que le habian puesto ese nombre. Su respuesta fue sorprendente.

– Corria el rumor de que Sara, en su juventud, habia trabajado como limpiadora en un buque de carga que solia hacer escala en Amberes. Se despidio del buque y entro como limpiadora en una fabrica de pulido de diamantes. Tal vez el recuerdo de las gemas le inspirase ese nombre.

– Pero, en ese caso, habria sido mas logico «diamante».

De repente, empezaron a oirse martillazos al otro lado del hilo telefonico. Me llegaban voces lejanas que gritaban y rugian mientras alguien parecia estar golpeando una plancha de laton.

– Tengo que dejarte.

– ?Donde te encuentras?

– Deteniendo a un hombre que esta saqueando un desguace.

Se interrumpio la conversacion. Intente imaginarme a la fragil y menuda Anna Ledin empunando el arma y la cola de caballo balanceandose bajo la gorra. Seguro que no era agradable ser la victima de una de sus detenciones.

Bautice al perro con el nombre de Carra. Claro que, en parte, lo hice por mi hija, que nunca llamaba, y por su interes por Caravaggio. Pero ?por que se le da a un animal un nombre determinado? No lo se.

Me llevo dos semanas de entrenamiento intensivo hacerla olvidar el nombre de Rubi y aceptar el de Carra, a cuyo grito acudia, a disgusto, correteando.

Paso el mes de octubre con tiempo variable, una semana muy calurosa, como una canicula tardia, otros dias de gelidos vientos del nordeste. A veces, cuando me ponia a contemplar el cielo, seguia las bandadas de pajaros que se reunian inquietos para, de repente, poner rumbo al sur.

Las aves migratorias inspiran con su partida hacia el sur una clase de melancolia de especial naturaleza. Del mismo modo que su regreso infunde alegria. El otono cierra su capitulo, el invierno esta cada vez mas proximo.

Cada manana, al despertar, me examinaba el cuerpo por ver si los achaques de la vejez comenzaban a salir a la luz. A veces me preocupaba que el flujo de la orina fuera debilitandose. Habia algo especialmente humillante en el hecho de morir por algun fallo en las vias urinarias. Me costaba imaginar que los grandes filosofos griegos o los cesares romanos hubiesen muerto de cancer de prostata. Aunque, sin duda, asi sucedio en algun caso.

Pensaba en mi vida y, de vez en cuando, anotaba en mi diario alguna vacuidad. Deje de indicar de donde soplaba el viento y los grados de temperatura real. En cambio, escribia vientos imaginarios y temperaturas inventadas. El 27 de octubre de ese ano anote para conocimiento de la posteridad que la isla habia sufrido el azote de un tifon y que la temperatura nocturna era de treinta y siete grados.

Iba a sentarme en los distintos rincones que tenia para reflexionar. Mi isla estaba tan bien dispuesta que siempre habia algun lugar al socaire. Los vientos nunca podian esgrimirse como excusa. Buscaba un lugar resguardado y me sentaba a meditar sobre por que habia elegido convertirme en el que era. Algunas de las bases eran, claro esta, faciles de descubrir. Habia huido del miserable entorno de mi ninez en que el constante recuerdo de la dura vida que mi padre se veia obligado a llevar me infundio las fuerzas suficientes para romper con todo. Pero tambien era consciente de que debia agradecer a la casualidad el haber nacido en una epoca que posibilitaba tales cambios de clase. Una epoca en que los hijos de camareros humillados podian estudiar el bachillerato e incluso llegar a ser medicos. Pero ?por que me habia convertido en una persona siempre a la busqueda de escondites, en lugar de aspirar a la compania? ?Por que no queria tener hijos? ?Por que habia vivido siempre como un zorro, con la guarida llena de vias de escape?

La maldita amputacion de la que no quise hacerme responsable era una de las razones. Pero yo no era el unico traumatologo del mundo al que le habia sucedido algo asi.

Hubo aquel otono momentos en que el panico se apoderaba de mi, abocandome a tardes interminables de absurdos programas televisivos y noches de insomnio en las que lamentaba y maldecia al mismo tiempo la vida que habia vivido.

Finalmente, llego una carta de Louise, como una especie de salvavidas para el que esta a punto de ahogarse. Me decia, entre otras cosas, que habia dedicado mucho tiempo a despejar el apartamento de Harriet. Me enviaba, ademas, un punado de fotografias que habia encontrado entre los papeles de su madre y de cuya existencia ella ni sabia. Atonito, observe las instantaneas de Harriet conmigo, tomadas hacia cerca de cuarenta anos. A ella si la reconocia, pero mi propia imagen me conmovio, pues me veia como a un extrano. En una de ellas, tomada en 1966 en algun lugar de Estocolmo, llevaba barba. Fue la unica vez en mi vida que me deje barba y ya lo habia olvidado. No sabia quien habia tomado las fotos, pero me fascinaba comprobar que, en el fondo, habia un hombre que saludaba desde detras de una botella de aguardiente.

A el si lo recordaba, pero ?adonde ibamos Harriet y yo aquel dia?, ?donde estabamos?, ?quien hizo la foto?

Hojee curioso las demas fotografias. Tenia los recuerdos guardados en una sala que yo mismo habia cerrado antes de arrojar la llave al mar.

Louise me confesaba que habia descubierto muchos detalles de su ninez durante los dias y las semanas que habia dedicado a poner orden en el apartamento.

«Pero, ante todo, he comprendido que, en realidad, nunca supe nada de mi madre», decia. «Tenia cartas y diarios dispersos, casi siempre inconclusos, que contenian pensamientos y vivencias de los que mi madre jamas me hizo participe. Por ejemplo, sonaba con ser piloto de aviacion. A mi, en cambio, me habia dicho que la aterrorizaba la sola idea de emprender un viaje en avion. Queria plantar un jardin de rosas en Gotland, intento escribir un libro que jamas concluyo. Pero lo que mas me afecto fue descubrir todas las mentiras que me habia contado. Surgen uno tras otro los recuerdos de mi ninez y, una y otra vez, la pillo en sus mentiras. En una ocasion, me dijo que una de sus amigas estaba enferma y tenia que ir a visitarla. Recuerdo que yo le pedi llorando que se quedara, pero su amiga estaba tan enferma que no le quedaba mas remedio que marcharse. Ahora se que se fue a Francia con un hombre con el que esperaba casarse, pero que no tardo en desaparecer de su vida. No quiero aburrirte con los detalles de lo que voy encontrando. Pero ahora se que uno debe hacer limpieza antes de morirse. Me sorprende que Harriet, que sabia desde hacia tanto tiempo lo enferma que estaba, no abordase ella misma la tarea de desechar y quemar tantos papeles. Debia saber que yo los encontraria. La unica explicacion que se me ocurre es que ella queria que yo supiese que no era quien yo creia. ?Seria importante para ella desvelarme la verdad, pese a que eso implicaria descubrir que me habia mentido en tantas ocasiones? Aun no estoy segura de si debo admirarla o pensar que fue malvada. El apartamento ya esta vacio. Echare las llaves en el buzon antes de irme. Hare una visita a las cuevas y me llevare a Caravaggio.»

La ultima frase de la carta me desconcerto. ?Como iba a poder llevarse a Caravaggio a las cuevas francesas que queria proteger? ?Habria alguna informacion oculta entre lineas que yo no era capaz de descifrar?

No me indicaba la direccion a la que podia escribirle. Aun asi, aquella noche me sente a redactar una carta. Le hacia en ella comentarios sobre las fotografias, le hablaba de mi memoria, que fallaba, y le describia mis paseos por las rocas en compania de Carra. Intente explicarle como andaba a tientas por mi vida, como si hubiese ido a parar a un paisaje lleno de espinos en el que apenas si podia abrirme paso.

Pero sobre todo le decia que la echaba de menos. Lo repetia una y otra vez en la carta.

Cerre el sobre, le puse un sello y escribi su nombre. Despues, la deje en la mesa, a la espera de que un dia me enviase su direccion.

Acababa de acostarme aquella noche, cuando sono el telefono. Me sobresalte, el corazon se me acelero. A aquellas horas, no podia tratarse de una buena noticia. Baje a la sala y conteste al telefono. Carra, que estaba tumbada en el suelo, me miro inquisitiva.

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