viento. Los zapatos relucian en la entrada. Nos sentamos en el banco, al abrigo de la brisa. Y le hable de mi hija y de la muerte de Harriet. Pero evite contarle mi traicion. De repente, me di cuenta de que no me escuchaba. Su mente estaba ocupada en otro asunto y comprendi que existia una razon concreta para su presencia en mi isla. No solo queria ver mi cocina y recuperar la espada y la maleta.

– Hace frio -observo-. Es posible que los mancos seamos mas sensibles que los demas al frio. La sangre se ve obligada a tomar otros caminos.

Entramos y nos sentamos en la cocina. Encendi unas velas que coloque sobre la mesa. Ya empezaba a atardecer.

– Van a quitarme la casa -confeso de pronto-. La tengo alquilada, pues nunca pude permitirme comprarla. Ahora los propietarios piensan quitarmela. Sin la casa, no me es posible continuar. Claro que puedo encontrar trabajo en alguna institucion estatal. Pero no es eso lo que yo quiero.

– ?Quienes son los propietarios?

– Dos hermanas millonarias que viven en Lausana. Se han agenciado una fortuna vendiendo falsos productos de salud. Al final, siempre terminan por verse obligadas a dejar de hacerles publicidad, porque solo contienen un polvo sin propiedad alguna, mezclado con vitaminas. Pero enseguida vuelven a la carga con nuevos nombres y otros envases. La casa pertenecia a su hermano, que fallecio sin mas herederos que las hermanas. Y ahora quieren quitarme la casa puesto que los habitantes del pueblo se han quejado de mis muchachas. Y con la casa, me quitan tambien a las chicas. Vivimos en un pais donde la gente pretende que aquellos que son diferentes vivan aislados en el bosque, o quizas en una isla como esta. Sentia que necesitaba alejarme un tiempo para reflexionar. Tal vez para pasar mi luto. O tal vez para sonar que tenia dinero para comprar la casa. Pero no lo tengo.

– Si yo pudiera, la compraria.

– No he venido a pedirte nada semejante. -Se levanto de la mesa-. Voy a salir un rato -dijo-. Dare una vuelta por la isla antes de que anochezca.

– Llevate al perro -le propuse-. Si la llamas, se ira contigo. Es una buena companera de viaje. Y no ladra nunca. Mientras, preparare la cena.

Me quede en la puerta mientras ella y el perro desaparecian por las rocas. Carra se volvio varias veces para ver si la llamaba. Comence a preparar la comida al tiempo que imaginaba que besaba a Agnes.

De pronto cai en la cuenta de que hacia muchos anos que no sonaba despierto. Habia sonado despierto con la misma escasa frecuencia con que me habia ejercitado en la vida erotica.

Agnes parecia menos abatida cuando regreso.

– He de confesar -dijo aun antes de quitarse el chaqueton y sentarse a la mesa-, he de confesar que no he podido resistir la tentacion de probarme los zapatos rojos de tu hija. Me quedan como un guante.

– No podria regalartelos aunque quisiera.

– Mis muchachas me matarian si apareciera alli con tacones. Pensarian que habia sufrido una transformacion y que me habia convertido en una persona distinta de la que creen que soy.

Se arrebujo en el sofa de la cocina siguiendo mis movimientos mientras yo ponia la mesa y la comida. Le hice algunas preguntas sobre lo que estaba ocurriendo pero, puesto que respondia con monosilabos, termine por guardar silencio. Terminamos de cenar sin decir una palabra mas. Al otro lado de la ventana reinaba la oscuridad. Despues, tomamos cafe. Yo habia encendido la vieja chimenea que solo utilizo para calentarme en los dias verdaderamente frios del invierno. El vino que bebimos durante la cena me habia afectado. Y Agnes tampoco parecia del todo sobria. Cuando hube servido el cafe, dejo de guardar silencio y, de pronto, empezo a hablar de su vida y de los anos dificiles.

– Buscaba consuelo -confeso-. Intente darme a la bebida. Pero vomitaba siempre que bebia. Y entonces me pase al hachis, pero me producia sueno y me ponia enferma y acrecentaba mi angustia por lo ocurrido. Intente encontrar amantes que soportasen el hecho de que me faltase un brazo, empece a practicar deporte para discapacitados y me converti en una corredora de distancia media bastante buena, pero cada vez mas hastiada. Empece a escribir poesia y cartas a distintos periodicos, estudie la historia de la amputacion en medicina. Busque trabajo como presentadora en todos los canales de la television sueca e incluso en algun canal extranjero. Pero en nada halle consuelo, poder despertarme por la manana sin tener que pensar en la terrible desgracia que me habia sobrevenido. Intente, como no, utilizar una protesis, pero tampoco funciono. Hasta que un dia, tres anos despues de la operacion, me coloque desnuda ante el espejo, como si me hallase ante un tribunal, y admiti que era manca. Y entonces, solo me quedaba Dios. Busque el consuelo en la genuflexion. Lei la Biblia, intente acercarme al Coran, asisti a las reuniones de la Iglesia Evangelica de Pentecostes y de esa Iglesia horrenda llamada Palabra de Vida. Fui tanteando distintas sectas, pense incluso en meterme a monja. Ese otono viaje a Espana y recorri el largo Camino de Santiago de Compostela. Segui la ruta de los peregrinos y, segun la costumbre, llevaba en la mochila una piedra que debia arrojar cuando hubiese encontrado la solucion a mis problemas. Mi piedra era una caliza de cuatro kilos. La lleve todo el camino y no la solte hasta llegar a mi destino. En todo momento mantuve la esperanza de que Dios se me revelaria y se dirigiria a mi. Pero Dios hablaba en voz muy baja. Y nunca llegue a oirla. Alguien gritaba mas que El y ahogaba sus palabras.

– ?Quien?

– El diablo. Gritaba sin cesar. Y aprendi que Dios habla con voz susurrante mientras que el diablo lo hace a gritos. Y en la lucha que los dos libraban no habia lugar para mi. Cuando me cerre las puertas de la Iglesia, ya no me quedaba nada. No habia consuelo que disfrutar. Aunque aquel hallazgo fue en si un consuelo, segun descubri. De modo que decidi dedicarme a aquellos cuya situacion era peor que la mia. De ese modo entre en contacto con esas chicas de las que nadie, salvo yo, quiere saber nada.

Bebimos el resto del vino y empezabamos a sentirnos cada vez mas ebrios. A mi me costaba concentrarme en lo que decia, puesto que lo que deseaba era tocarla, hacerle el amor. Ya hablabamos entre risitas, a causa del alcohol, y ella empezo a describirme las distintas reacciones que provocaba su munon.

– A veces contaba que un tiburon se habia tragado el brazo en las costas de Australia. O que un leon me lo habia devorado en la sabana, en Botswana. Solia ser muy cuidadosa con los detalles, pues entonces la gente me creia. Para aquellos que, por distintas razones, no me caian bien, componia relatos truculentos y desagradables. Asi, por ejemplo, era capaz de contarles que alguien me lo habia aserrado con una motosierra, o que se me habia quedado atrapado en una maquina que me lo habia ido cortando centimetro a centimetro. En una ocasion consegui que un tipo fuerte y robusto se desmayase. Lo unico que nunca se me ha ocurrido decir es que cayo en manos de canibales que lo cortaron en trocitos antes de comerselo.

Salimos a contemplar las estrellas y a escuchar el bramido del mar. Yo intentaba mantenerme lo mas cerca de ella para poder rozarla. Pero ella no lo noto.

– Existe una musica que nunca oimos -observo.

– El silencio emite un canto. Y eso si puede oirse.

– No me refiero a eso. Estaba pensando en una musica que nosotros no somos capaces de captar con nuestro oido. Algun dia, en un futuro muy lejano, cuando nuestro oido se haya refinado y se hayan creado nuevos instrumentos, tendremos capacidad de oir e interpretar ese tipo de musica.

– Es una hermosa idea.

– Pues yo creo que se como sonara. Como las voces humanas, las mas nitidas del mundo. Seres humanos cantando sin temor.

Volvimos a entrar. Yo estaba ya tan ebrio que me tambaleaba al andar. De nuevo en la cocina, me servi un conac. Agnes tapo su copa con la mano y se levanto.

– Necesito dormir -afirmo-. Ha sido una noche extrana. Ya no estoy tan deprimida como cuando llegue.

– Quiero que te quedes aqui -le dije-. Y que duermas conmigo, en mi habitacion.

Me levante y la agarre. Ella no me empujo cuando la atraje hacia mi, pero cuando intente besarla, empezo a oponer resistencia. Me decia que lo dejase, pero ya no habia manera de dejarlo. Alli estabamos, en la cocina, tironeando y empujandonos. Ella me gritaba, pero yo la arrastre hasta ponerla contra el borde de la mesa y ambos nos deslizamos hacia el suelo. Entonces logro liberar su unica mano y me arano en la cara. Me asesto tal patada en el estomago que me quede sin respiracion. No podia ni hablar, buscaba una escapatoria que no existia mientras ella sostenia ante si uno de mis cuchillos de cocina.

Finalmente, me levante y me sente en una silla.

– ?Por que has hecho eso?

– Lo siento. No era mi intencion. Esta soledad me enloquece.

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