– Estare en el embarcadero dentro de media hora.
Cuando llegamos a tierra, le dije que lo mas probable era que volviese ese mismo dia, pero que no podia precisar la hora. Jansson estallaba de curiosidad, pero no le di ninguna pista.
En el centro de salud explique lo que me habia sucedido. Tras una breve espera me sometieron a los examenes habituales, me hicieron una ecografia y pude hablar con un medico. Pense que seria uno de los medicos contratados que van y vienen entre los centros de salud de pueblos que no logran atraer a personal dispuesto a quedarse periodos mas largos. Me dio la medicacion y el tratamiento que yo esperaba. Y tambien un volante para el hospital, donde me examinarian mas a fondo.
Llame a Jansson y le pedi que viniese a recogerme. Luego compre dos botellas de conac y volvi al puerto.
Y fue despues, ya de vuelta en la isla, cuando senti miedo. La muerte habia venido a probar mi capacidad de resistencia. Me tome una copa de conac. Entonces subi a la cumbre y lance al mar un grito, con todas mis fuerzas. Grite para deshacerme del miedo, que yo disfrazaba de ira.
El perro estaba sentado a cierta distancia, observandome.
Ya no queria estar solo. No queria llegar a ser como algunas de las rocas, mudos testigos del paso inexorable de los dias y del tiempo.
El 3 de diciembre me hicieron las pruebas en el hospital. Mi corazon no presentaba ningun fallo grave. Los medicamentos, algo de ejercicio y una alimentacion adecuada podrian mantenerme vivo muchos anos aun. El medico tenia mas o menos mi edad. Y le dije la verdad, que yo tambien habia sido medico pero que ahora me encargaba de un puerto pesquero de la costa. Mostro un amable desinteres por mi confidencia y, a modo de despedida, me dijo que padecia una angina de pecho nada grave.
Louise llego el 7 de diciembre. La temperatura habia descendido, el otono empezaba a dejar paso al invierno. El agua de lluvia que formaba charcos en las rocas empezo a congelarse por las noches. Louise me llamo desde Copenhague y me pidio que avisase a Jansson para que la recogiera. La comunicacion se interrumpio antes de que yo pudiese hacerle mas preguntas. Encendi el radiador en la caravana, cepille sus zapatos, barri y puse sabanas limpias en la cama.
El dolor en el pecho no se habia repetido. Le escribi una carta a Agnes para preguntarle si habia terminado de pensarselo. Recibi una postal por respuesta. Era una reproduccion de un cuadro de Van Gogh, y me decia simplemente: «Aun no».
Me pregunte que habria pensado Jansson cuando la leyo.
Louise bajo al embarcadero sin mas equipaje que la misma mochila que llevaba cuando partio. Pense que apareceria arrastrando grandes maletas llenas de todo lo que hubiese ido comprando durante su expedicion. Pero la mochila se veia mas vacia si cabe que cuando se marcho.
Jansson parecia querer quedarse en el embarcadero. Le tendi un sobre con la cantidad que solia pedir por cada carrera y le di las gracias. Louise saludo al perro. El animal y ella parecieron conectar de inmediato. Abri la puerta de la caravana, que estaba caldeada. Ella dejo la mochila y vino conmigo a la casa. Antes de entrar, se detuvo un instante ante el pequeno tumulo bajo el manzano.
Para cenar prepare bacalao, que Louise comio como si llevase tiempo pasando hambre. Me parecio mas palida y quiza tambien mas delgada que cuando se marcho. Me conto que, cuando dejo la isla, ya habia estado madurando la idea de irrumpir en alguna de las cumbres politicas que se celebraban cada ano.
– Lo planee todo sentada en el banco que hay junto al cobertizo -confeso-. Me daba la sensacion de que las cartas no tenian la menor repercusion. Comprendi que tal vez nunca la hubiesen tenido, salvo para mi misma. Y, en esta ocasion, opte por otra via.
– ?Por que no me dijiste nada?
– No te conozco lo suficiente. Quizas hubieses intentado impedirmelo.
– ?Por que iba a hacer tal cosa?
– Harriet siempre intentaba convencerme para que hiciese lo que ella queria. ?Por que ibas a ser tu distinto?
Yo queria hacerle mas preguntas sobre su viaje, pero ella nego con un gesto. Estaba cansada y necesitaba dormir.
Hacia la medianoche la acompane a la caravana. El termometro del exterior indicaba un grado. Louise se estremecio de frio y me tomo del brazo. Era la primera vez que hacia algo asi.
– Echo de menos el bosque -confeso-. Y echo de menos a mis amigos. Pero ahora la caravana esta aqui. Has sido muy amable al caldearla antes de mi llegada. Esta noche dormire profundamente y sonare con todos los cuadros que he visto durante los meses que he estado fuera.
– Tambien he cepillado los zapatos rojos -adverti.
Louise me beso en la mejilla antes de entrar en la caravana.
Se mantuvo algo apartada los primeros dias despues de su llegada. Venia a comer cuando la llamaba, pero hablaba poco y llegaba incluso a irritarse cuando le hacia demasiadas preguntas. Una noche baje a la caravana a mirar por la ventana. Estaba sentada a la mesa, escribiendo algo en un bloc de notas. De repente, volvio el rostro hacia la ventana. Yo me agache como un rayo y contuve la respiracion. No abrio la puerta y yo confiaba en que no me hubiese visto.
Mientras esperaba a que volviese a ser accesible, me dedique a dar a diario un paseo con el perro, para mantenerme en forma. El mar tenia un color plumbeo y las aves escaseaban cada vez mas. El archipielago estaba encerrandose en su cascaron invernal.
Una noche, redacte lo que seria mi nuevo testamento. Por supuesto, Louise heredaria todo cuanto poseia. Me angustiaba la idea de la promesa que le habia hecho a Agnes. Pero hice lo que siempre hacia, ahuyentaba el desasosiego y pensaba que, seguramente, hallariamos una solucion llegado el momento.
La manana del decimoctavo dia de su llegada, encontre a Louise sentada a la mesa de la cocina cuando yo baje a desayunar, hacia las siete.
– Ya me he repuesto del cansancio -declaro-. Ahora ya estoy en disposicion de volver a ver gente.
– Agnes -propuse-. Me gustaria invitarla a venir. Tal vez tu puedas convencerla de que venga con las chicas.
Louise me miro inquisitiva, como si no me hubiese oido bien. Pero no intui el inminente peligro. Le conte la visita de Agnes, aunque, claro esta, nada dije de lo sucedido entre nosotros.
– Se me habia ocurrido que Agnes y sus chicas podrian mudarse aqui cuando pierdan la casa en la que tienen el centro de rehabilitacion.
– ?Piensas regalar la isla?
– Aqui no estamos mas que el perro y yo. Todo este espacio podria empezar a ser otra vez de alguna utilidad, ?no te parece?
Louise golpeo fuera de si la taza que tenia delante y que, junto con el plato, cayo al suelo rompiendose en mil pedazos.
– ?Piensas regalar mi herencia? ?Ni siquiera me daras la satisfaccion de poder heredarte? Yo, que hasta ahora no he recibido nada de nada.
Mas que responder, balbucee:
– No voy a darle nada. Simplemente, le permitire vivir aqui.
Louise se quedo observandome un rato. Parecia una serpiente. Despues, se levanto de la silla con tal violencia que la volco. Agarro su cazadora y se marcho dejando la puerta abierta. Espere que volviese hasta el ultimo instante.
Al cabo de unos minutos cerre la puerta. Por fin habia comprendido que habia supuesto para ella el hecho de que yo, un buen dia, apareciese ante la puerta de su caravana. Con ello le habia otorgado un entorno al que pertenecer. Incluso habia abandonado el bosque por el mar, por mi y por mi isla. Y ahora creia que pensaba arrebatarselo todo.
Yo habia apartado todo pensamiento acerca de lo que seria de la isla cuando yo faltase. Salvo Louise, nadie podia reclamarla en herencia. En alguna ocasion, sopese la idea de donarla a alguna fundacion del archipielago. Pero tal gesto no conduciria mas que a facilitarles a los avariciosos politicos la posibilidad de sentarse a disfrutar del mar en mi embarcadero. Ahora, en cambio, todo era distinto. Si fallecia aquella misma noche, Louise apareceria como mi unica heredera por linea directa. Lo que hiciese a partir de ese momento, seria su opcion y su