– Tu aspecto es espantoso. ?Estas enfermo?

– Tengo el aspecto que suelo tener. Si hubieras venido manana despues de las doce, me habrias encontrado recien afeitado.

– La verdad, no te reconozco.

– Pues tu no has cambiado.

– ?Por que tienes un hormiguero en la sala de estar? -pregunto resuelta.

– Si no hubieras abierto la puerta, no lo habrias visto.

– No era mi intencion curiosear en tu casa. Estaba buscando el bano.

Harriet me observaba con sus claros ojos.

– Tengo una pregunta que hacerte -dijo al fin-. Claro que deberia haber avisado de que venia. Pero no queria arriesgarme a que desaparecieras de nuevo.

– No tengo adonde ir.

– Todo el mundo tiene adonde ir. Pero yo queria asegurarme de que estabas aqui. Quiero hablar contigo.

– Si, lo comprendo.

– Tu no comprendes nada. En fin, tengo que quedarme aqui unos dias y me cuesta subir y bajar las escaleras. ?Puedo dormir en el sofa?

Al ver que Harriet no pensaba reprocharme nada por el momento, pense que podria consentir cualquier cosa. Claro que podia dormir en el sofa, si ese era su deseo. De lo contrario, podia ofrecerle una cama plegable de camping que podia colocar en la sala de estar. A menos que tuviese algo en contra de dormir junto a un hormiguero. Pero a Harriet no le importaba. Fui a buscar la cama y la coloque tan lejos como pude del hormiguero. En el centro de la habitacion habia una mesa con un tapete blanco. El hormiguero estaba justo al lado. La parte superior alcanzaba casi el borde de la mesa. La parte del tapete que colgaba por debajo habia desaparecido en el interior del hormiguero.

Hice la cama y le puse un almohadon mas, pues recordaba que Harriet queria tener la cabeza alta cuando dormia.

Aunque no solo cuando dormia.

Tambien cuando hacia el amor. No tarde en aprender que siempre queria tener varios almohadones bajo la nuca. ?Le pregunte alguna vez por que era tan importante para ella? No lo recordaba.

Puse el edredon y mire por la puerta entreabierta. Harriet me observaba. Encendi los dos radiadores, los toque con la mano para comprobar que empezaban a calentarse y fui a la cocina. Harriet parecia haber empezado a recuperar las fuerzas. Pero tenia ojeras. Algo le dolia. La expresion de alerta ante un dolor que podia volver a atacar en cualquier momento no abandonaba su rostro.

– Me tumbare a descansar un rato -dijo al tiempo que se levantaba del sofa.

Le abri la puerta. Antes de que se hubiese acostado, ya la habia vuelto a cerrar. Senti un repentino deseo de echar la llave y arrojarla lejos. Hasta que, un dia, Harriet se hubiese convertido en parte de mi hormiguero.

Me puse el chaqueton y sali a la calle.

Hacia un dia despejado. El viento soplaba cada vez menos racheado. Preste atencion por si oia el hidrocoptero de Jansson. ?Seria el sonido de una motosierra en la distancia lo que oia? Podria tratarse de alguno de los propietarios que solo venian en verano y que habia decidido aprovechar los dias anteriores a la festividad de Reyes para hacer limpieza en el jardin.

Baje al muelle y entre en el cobertizo. Alli tenia un bote de remos colgado de unas cuerdas con poleas. Hace ya mucho tiempo que en las islas dejo de usarse la brea para los barcos y las artes de pesca. Aunque yo tengo algunas latas que abro de vez en cuando, solo por el olor. No hay nada que me proporcione un sosiego tan intenso.

Intente rememorar como fue nuestra despedida, que en realidad no fue tal, aquella noche de primavera de hacia treinta y siete anos. Habiamos cruzado el puente de Strombron, seguimos por el de Skeppsbrokajen y continuamos hasta Slussen. ?De que ibamos hablando? Harriet me conto como habia pasado el dia en la zapateria. Le encantaba hablar de sus clientes. Hasta de un par de botas y un tarro de betun negro podia hacer toda una aventura. Volvia a recordar sucesos y conversaciones. Fue como si en mi interior se hubiese abierto un archivo que llevaba cerrado mucho tiempo.

Me quede un rato sentado en el banco antes de regresar a la casa. Me puse de puntillas ante la sala de estar para poder mirar por la rendija de la puerta entreabierta. Harriet dormia acurrucada como una nina. Se me hizo un nudo en la garganta. Siempre habia dormido asi. Subi a la cima de la montana, por detras de la casa, para contemplar la blanca bahia. Era como si no hubiese comprendido hasta ahora lo que hice en aquella ocasion, hacia muchos anos. Jamas me atrevi a preguntarme a mi mismo como habria vivido Harriet lo sucedido. ?Cuando comprendio que yo no volveria? Solo con un gran esfuerzo podia imaginar el dolor que debio de sentir cuando supo que la habia abandonado.

Cuando llegue a la casa, Harriet ya se habia despertado y me esperaba sentada en el sofa de la cocina. Tenia a mi viejo gato en su regazo.

– ?Has podido dormir? -le pregunte-. ?Te han dejado las hormigas?

– El hormiguero huele bien.

– Si te molesta el gato, podemos echarlo.

– ?Te parece que estoy molesta?

Le pregunte si tenia hambre y empece a preparar la comida. Guardaba en el congelador una liebre que habia cazado Jansson. Pero tardaria en descongelarse y llevaria mucho tiempo prepararla. Desde el sofa, Harriet seguia mis movimientos con la mirada. Frei unas chuletas y puse a cocer unas patatas. Apenas nos dirigimos la palabra y me puse tan nervioso que me queme la mano con la sarten. ?Por que no hablaba? ?Para que habia venido?

Comimos en silencio. Quite la mesa y puse cafe a calentar. Mis abuelos maternos siempre hacian cafe de marmita. En aquellos tiempos no habia cafeteras. Yo tambien hago cafe de marmita y cuento hasta diecisiete desde que empieza a hervir. Entonces lo retiro, pues asi es exactamente como me gusta. Saque las tazas, le puse comida al gato en su cuenco y me sente en mi silla. Ya habia oscurecido. Yo seguia a la espera, todo el tiempo a la espera, de que Harriet me explicase el motivo de su visita. Le pregunte si queria mas cafe. Pero ella aparto la taza. El perro empezo a aranar la puerta. Lo deje entrar, le di de comer y lo encerre en el vestibulo, donde habia dejado el andador.

– ?Se te habia ocurrido que volveriamos a vernos?

– No lo se.

– Te pregunto que creias que pasaria.

– No se que creia.

– Eres tan esquivo como aquel dia.

Harriet adopto una actitud retraida. Recorde que siempre lo hacia, cuando se sentia herida. Senti deseos de extender el brazo y tocarla. ?Tendria ella ganas de tocarme a mi? Era como si un silencio de cerca de cuarenta anos deambulase entre los dos. Una hormiga avanzaba despacio sobre el hule. ?Vendria del hormiguero de la sala de estar o se habria perdido de camino al hormiguero que yo sospechaba que habia en las vigas de la fachada sur?

Me levante y le dije que iba a soltar al perro. Su rostro quedaba en la sombra. Habia un cielo estrellado, todo estaba en calma. A veces, cuando veo un cielo asi, me gustaria saber componer musica. Baje al muelle, no sabia cuantas veces habia bajado ya aquel dia. El perro echo a correr por el hielo a la luz de la lampara del cobertizo y se detuvo en el lugar en que se habia desmayado Harriet. La situacion era irreal. En una vida que yo empezaba a contemplar como acabada se habia abierto, subitamente, una puerta; y la hermosa mujer a la que un dia ame y traicione habia regresado. Entonces, cuando eramos jovenes, ella solia llevar a un lado la bicicleta cuando iba a buscarla a la salida del trabajo en la zapateria de la calle de Hamngatan. Ahora lo que llevaba era un andador. Me senti desorientado. El perro volvio y ambos nos encaminamos a la casa.

Me dirigi a la parte posterior y mire por la ventana de la cocina.

Harriet se hallaba sentada a la mesa. Me llevo unos minutos comprender que estaba llorando. Espere hasta que hubo terminado y, cuando la vi enjugarse las lagrimas, entre. Al perro lo deje en el vestibulo.

– Necesito dormir -aseguro Harriet-. Estoy cansada. Manana te contare por que he venido.

No espero mi respuesta, sino que se puso de pie, me dio las buenas noches y me miro un instante, escrutandome. Despues cerro la puerta. Yo fui a la habitacion donde tengo el televisor, pero no lo encendi. El

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