berrinche. No habia conseguido nada y me sentia vacia. Me arrastre hasta el cuarto de bano, me sone la nariz y luego comprobe los mensajes telefonicos.

Nada que contribuyera a mejorar mi estado de animo. Uno de mis estudiantes. Vendedores. Mi hermana, Harry, llamando desde Texas. Una pregunta de mi amiga Anne: ?Podriamos reunimos para almorzar ya que Ted y ella se marchaban a Londres?

Genial. Ahora probablemente estaban comiendo en el Savoy mientras yo borraba sus palabras. Decidi ir a recoger a Birdie. Al menos tendria a alguien ronroneando en mi regazo.

Pete sigue viviendo en la casa que compartimos durante casi veinte anos. Aunque es una propiedad que vale cientos de miles de dolares, la valla esta reparada con un taco de madera y una porteria se comba en el patio trasero como un mudo testimonio de los anos en que Katy jugaba al futbol. La casa esta pintada, las canaletas del tejado estan limpias y la hierba cortada por profesionales. Una chica de servicio se encarga del interior. Pero mas alla del mantenimiento domestico normal, mi ex esposo era un ferviente defensor del laissez faire y el remiendo rapido. No siente ninguna obligacion de proteger los valores de la propiedad inmobiliaria. Yo solia preocuparme por las protestas del vecindario. La separacion me relevo de esa tarea.

Una cara cubierta de pelo marron me observo a traves de la valla cuando entre en el camino particular. Cuando baje del coche, se arrugo y profirio un suave «?rrup!».

– ?Esta en casa? -pregunte, cerrando la puerta.

El perro bajo la cabeza y una lengua color purpura asomo por la boca.

Rodee la casa hasta la puerta principal y llame al timbre. Nadie respondio.

Volvi a llamar. Aun conservaba una llave pero preferia no usarla. Aunque hacia dos anos que viviamos separados, Pete y yo aun nos moviamos con mucha cautela para establecer el nuevo orden entre nosotros. El hecho de compartir las llaves implicaba una intimidad que yo no deseaba aceptar.

Pero era jueves por la tarde y Pete estaria en la oficina. Y yo queria recuperar mi gato.

Estaba revolviendo mi bolso cuando se abrio la puerta.

– Hola, atractiva desconocida. ?Necesita un lugar donde dormir? -dijo Pete, examinandome de arriba abajo.

Yo llevaba el conjunto caqui y las botas Doc Martens que me habia puesto para trabajar en el deposito a las seis de la manana. Pete estaba impecable con su traje de tres piezas y sus mocasines de Gucci.

– Pensaba que estarias en la oficina.

Me pase los nudillos bajo el rimel de los parpados y eche un rapido vistazo al interior de la casa. Si veia a alguna mujer me moriria de humillacion.

– ?Por que no estas en el trabajo?

Pete miro a la izquierda, luego a la derecha, bajo la voz y me hizo un gesto para que me acercara, como si deseara compartir una informacion secreta.

– Cita con el fontanero.

No queria contemplar que era lo que estaba tan mal para que el Senor Manitas hubiese tenido que llamar a un experto.

– He venido a buscar a Birdie.

– Creo que esta suelto.

Pete retrocedio y entre en el vestibulo iluminado por la arana de mi tia abuela.

– ?Quieres una copa?

Lo taladre con una mirada que podria haber perforado el cemento. Pete habia sido testigo de muchas de mis actuaciones dignas de un Oscar de la Academia.

– Sabes lo que quiero decir.

– Mejor una coca-cola light.

Mientras Pete buscaba vasos y cubitos de hielo en la cocina, llame a Birdie. El gato no aparecio. Busque en el salon, en el comedor y en el estudio.

En otro tiempo, Pete y yo habiamos vivido juntos en estas habitaciones, leyendo, hablando, escuchando musica, haciendo el amor. Habiamos criado a Katy de bebe a nina y luego a adolescente, redecorando su habitacion y adaptando nuestras vidas en cada etapa. Habia contemplado como florecia y se marchitaba la madreselva a traves de la ventana que habia sobre el fregadero de la cocina, dando la bienvenida a cada nueva estacion. Aquellos habian sido tiempos de cuentos de hadas, una epoca en la que el sueno americano parecia real y alcanzable.

Pete volvio a aparecer, transformado de abogado elegante en yuppie informal. La chaqueta y el chaleco habian desaparecido, la corbata colgaba floja del cuello abierto de la camisa, que llevaba arremangada debajo de los codos. Tenia buen aspecto.

– ?Donde esta Bird? -pregunte.

– Ha estado refugiado en el piso de arriba desde que llego Boyd.

Me dio una jarra con la inscripcion Uz to rnums atkal jaied-zer! escrita a traves del cristal. «?Debemos volver a brindar por eso!», en leton.

– ?Boyd es el perro?

Asintio.

– ?Tuyo?

– Ese es un punto interesante. Toma asiento y compartire contigo la historia de Boyd.

Pete busco unas galletas en la cocina y se reunio conmigo en el sofa.

– Boyd pertenece a un tal Harvey Alexander Dineen, un caballero que hace poco necesito de mis servicios como abogado. Completamente sorprendido por su arresto, y careciendo de familia, Harvey me pidio que cuidase de su perro hasta que se aclarase el malentendido con el estado.

– ?Y tu accediste?

– Me agrado que tuviese confianza en mi.

Pete lamio la sal de una galleta, mordio la mitad y la acompano con un generoso trago de cerveza.

– ?Y?

– Boyd esta solo un minimo de diez minutos y un maximo de veinte. Imagine que tendria hambre.

– ?Que es?

– El se cree un empresario. El juez le llamo estafador y criminal de carrera.

– Me referia al perro.

– Boyd es un chow-chow. O al menos la mayor parte de el lo es. Necesitariamos un analisis de ADN para aclarar el resto.

Comio la otra mitad de la galleta.

– ?Has estado saliendo con algun cadaver interesante ultimamente?

– Muy gracioso.

Mi rostro debio confirmarle que no lo era.

– Lo siento. Las cosas deben ser duras alli arriba.

– Estamos trabajando en ello.

Hablamos de trivialidades durante unos minutos, luego Pete me invito a cenar. La rutina de costumbre. El preguntaba, yo decia que no. Pero hoy tenia la mente en las palabras de Larke, la aventura londinense de Anne y Ted y en mi apartamento vacio.

– ?Cual es el menu?

Alzo las cejas en un gesto de absoluta sorpresa.

– Linguini con salsa vongole.

Una de las especialidades de Pete. Almejas enlatadas sobre tallarines demasiado cocidos.

– ?Por que no saco unos filetes mientras tu te encargas del fontanero? Cuando las canerias vuelvan a funcionar podemos asar la carne.

– Se trata del lavabo de arriba.

– Lo que sea.

– A Bird le hara bien comprobar que somos amigos. Creo que aun se siente culpable.

Ese era Pete.

Boyd se reunio con nosotros durante la cena, sentado a un lado de la mesa, los ojos clavados en los filetes y tocandonos ocasionalmente las rodillas con la pata para recordarnos su presencia.

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