Las vallas publicitarias anunciaban el Casino Harrah y el Hotel Cherokee Hilton, una prueba viviente de que los descendientes de Sequoyah compartian su aptitud para la adopcion cultural.

Lo mismo sucedia en el centro de la reserva cherokee, donde las tiendas de camisetas, cuero, cuchillos y mocasines se disputaban el espacio con negocios de regalos y souvenirs, tiendas de chucherias, heladerias y restaurantes de comida rapida. La Tienda India. El Pony Manchado. La Mini Galeria Comercial Tomahawk. Los tepee, las tipicas tiendas indias, sobresalian de los tejados y totems pintados de vivos colores flanqueaban las entradas. Una extraordinaria demostracion de kitsch aborigen.

Despues de varias infructuosas idas y venidas por la autopista 19, aparque en un pequeno solar situado a varias manzanas de la calle principal. Durante la hora siguiente me uni a la masa de turistas que invadian calles, aceras y tiendas. Contemple admirada los autenticos ceniceros, llaveros, rascadores de espalda y tamtanes cherokee. Examine genuinas hachas de guerra de madera, bufalos de ceramica, mantas de tejido acrilico y flechas de plastico y me maraville ante el sonido de las cajas registradoras. ?Habia habido alguna vez bufalos en Carolina del Norte?

?Quien estaba fastidiando a quien ahora?, pense, observando a un muchacho que pagaba siete dolares por una corona de plumas de neon.

A pesar de la cultura de consumo, disfrute de ese alejamiento temporal de mi mundo normal: mujeres con mordeduras en los pechos. Ninas con abrasiones vaginales. Vagabundos con las entranas llenas de liquido anticongelante. Un pie amputado. Las coronas de plumas de ganso son preferibles a la violencia y a la muerte.

Tambien fue un verdadero alivio apartarme del atolladero emocional de las relaciones incomprensibles. Compre algunas postales. Dulces de mantequilla de cacahuete. Una manzana con azucar quemado. Mis problemas con Larke Tyrell y mi confusion entre Pete y Ryan se alejaron a otra galaxia.

Al pasar junto a la Tienda de Cuero Boot Hill, senti un impulso subito. Junto a la cama de Pete, habia visto un par de pantuflas que Katy le habia regalado cuando ella tenia seis anos. Le compraria unos mocasines para agradecerle que hubiese contribuido a levantarme el animo.

O cualquier cosa que hubiese levantado.

Mientras curioseaba entre las cajas, otra idea ilumino mi cerebro: tal vez una genuina imitacion de calzado norteamericano indigena alegraria el alicaido espiritu de Ryan por la perdida de su companero. Muy bien. Dos por uno.

Pete no era problema. La talla 11D es L en mocasines. ?Que diablos usaba Ryan?

Estaba comparando tamanos, preguntandome si una talla XL le iria bien a un canadiense irlandes de un metro ochenta y cinco de Nueva Escocia, cuando una serie de sinapsis se dispararon en mi cerebro.

Huesos de pie. Soldados en el sureste de Asia. Formulas para diferenciar los restos asiaticos de los pertenecientes a negros y blancos norteamericanos.

?Funcionaria?

?Habia tomado las medidas necesarias?

Cogi un par L y otro XL, pague en la caja y corri hacia el aparcamiento, ansiosa por regresar a Magnolia para comprobar las notas en mi cuaderno.

Cuando me acercaba a mi coche oi el sonido de un motor, alce la vista y vi un Volvo negro que se dirigia hacia mi. Al principio mi mente no registro ninguna senal de peligro, pero el coche no alteraba su direccion. Veloz. Demasiado veloz para un aparcamiento.

Mi ordenador mental. Velocidad. Trayectoria.

?El coche se dirigia velozmente hacia mi!

?Muevete!

No sabia hacia que lado lanzarme. Elegi el izquierdo y me di de bruces contra el suelo. Un segundo despues el Volvo paso a escasos centimetros, cubriendome con una lluvia de polvo y grava. Senti una rafaga de viento, el cambio de marchas cerca de mi cabeza y el olor a los gases del tubo de escape me lleno los pulmones.

El ruido del motor se fue apagando.

Estaba tendida en el suelo y escuchaba mi corazon que golpeaba contra la tierra.

Mi mente volvio a conectarse. ?Mira!

Cuando volvi la cabeza el Volvo ya giraba en una esquina. El sol se estaba poniendo y la luz me daba directamente en los ojos, de modo que solo alcance a ver fugazmente al conductor. Estaba inclinado hacia adelante y una gorra ocultaba la mayor parte de su rostro.

Me sente en el suelo, sacudi el polvo de mi ropa y eche un vistazo a mi alrededor. Estaba sola.

Me levante sobre unas piernas que apenas si me sostenian debido al intenso temblor, arroje las cosas en el asiento trasero, me deslice detras del volante y baje los seguros de las puertas. Luego permaneci un momento masajeando mi hombro dolorido.

?Que demonios habia pasado?

Durante todo el trayecto hasta llegar a High Ridge House repase la escena que acababa de vivir en el aparcamiento de la reserva. ?Me estaba volviendo paranoica o alguien habia tratado de atropellarme? ?Estaria borracho el conductor del Volvo? ?Era ciego? ?Era un imbecil?

?Deberia denunciar el incidente? ?A Crowe? ?A McMahon?

?Me habia resultado familiar la silueta del conductor? Automaticamente habia pensado en «el», ?pero era un hombre?

Decidi que durante la cena le preguntaria a Ryan que opinaba de todo este asunto.

Una vez en la cocina de Ruby, me prepare una taza de te y la bebi lentamente. Cuando subi a Magnolia, mis nervios se habian calmado y las manos ya no temblaban. Hice una llamada a la Universidad de Charlotte, sin esperar realmente que alguien me contestara. Mi ayudante levanto el auricular a la primera.

– ?Que estas haciendo en el laboratorio un sabado?

– Clasificando.

– Muy bien. Aprecio tu dedicacion, Alex.

– La clasificacion de piezas forma parte de mi trabajo. ?Donde estas?

– Bryson City.

– Pense que ya habias acabado alli. Quiero decir, que tu trabajo habia acabado. Quiero decir… -Se interrumpio, insegura de lo que debia decir.

Su desconcierto me confirmo que las noticias de mi despido habian llegado a la universidad.

– Te lo explicare todo cuando regrese.

– Resiste, querida.

Sin conviccion.

– Escucha, ?puedes buscar el ejemplar de mi libro que hay en el laboratorio?

– ?La edicion del ochenta y seis o la del noventa y ocho?

Yo habia sido la editora de un libro de tecnicas forenses que se habia convertido en un importante manual de consulta en su campo, principalmente gracias al excelente trabajo de los autores que habia conseguido reunir para la obra, pero tambien habia un par de capitulos mios. Despues de doce anos se habia actualizado con una segunda edicion completamente nueva.

– La primera.

– Espera un segundo.

Un momento despues estaba nuevamente al aparato.

– ?Que necesitas?

– Hay un capitulo que habla de las diferencias que se pueden establecer entre la poblacion segun el calcaneo. Buscalo.

– Lo tengo.

– ?Cual es el porcentaje de clasificacion correcta cuando se comparan los huesos del pie de poblacion mongoloide, negra y blanca?

Hubo una larga pausa. Podia imaginar a Alex examinando el texto, la frente arrugada, las gafas deslizandose por la nariz.

– Justo por debajo del ochenta por ciento.

– No es mucho.

– Pero espera. -Otra pausa-. Eso se debe a que las diferencias entre los blancos y los negros no son tan

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