Crowe se agacho y quito el seguro de su arma.
Llamo en voz alta como lo habia hecho yo unos dias antes. Volvio a gritar.
Con los ojos y los oidos alerta nos aproximamos a la casa y subimos lentamente el breve tramo de escalera. Los postigos continuaban cerrados y las ventanas cubiertas con cortinas. Me asalto el mismo presentimiento que habia tenido la primera vez.
Crowe se coloco a un lado de la puerta y me hizo un gesto con la mano. Cuando Boyd, y yo estuvimos detras de ella, llamo a la puerta con fuerza. No hubo respuesta.
Volvio a llamar y esta vez se identifico. Silencio.
Crowe alzo la vista y echo un vistazo alrededor.
– No hay lineas telefonicas. Tampoco tendido electrico.
– Telefono movil y generador.
– Podria ser. O puede que este abandonado.
– ?Quiere echar un vistazo al patio?
– No sin una orden de registro.
– Pero, sheriff…
– Sin una orden de registro no entraremos a ninguna parte.
– Me miro sin pestanear. Vamos. La invitare a un Dr. Pepper.
En ese momento comenzo a caer una ligera llovizna. Escuche las gotas que rebotaban en el tejado de chapa mientras la frustracion me consumia. Ella tenia razon. Solo era una corazonada. Pero cada celula de mi cuerpo me decia que algo muy importante estaba al alcance de la mano. Algo maligno.
– ?Podria llevar a Boyd alrededor de la propiedad, a ver si se le ocurre algo?
– Mantenga al perro fuera de los muros y no habra problemas. Comprobare si existe algun acceso para vehiculos. Si alguien viene a este lugar, seguramente lo hara en coche.
Durante quince minutos Boyd y yo examinamos la zona de bosque al oeste de la casa, como lo habia hecho durante mi primera visita. El perro no mostro ninguna reaccion significativa. Aunque comenzaba a sospechar que el descubrimiento de la ardilla muerta habia sido un golpe de suerte, decidi que haria un ultimo reconocimiento, recorriendo el borde del bosque hasta el limite con el segundo recinto. Ese era territorio virgen.
Estabamos a unos veinte metros del muro cuando Boyd alzo la cabeza. Su cuerpo se puso tenso y los pelos del lomo volvieron a erizarse. Movio el hocico, olisqueo el aire y luego gruno como solo lo habia oido hacer una vez, un grunido profundo, salvaje y viscoso. Luego se lanzo hacia adelante, tosiendo y ladrando como si estuviese poseido.
Trastabille, apenas capaz de sujetarlo.
– ?Boyd! ?Ven aqui!
Clave los tacos de las botas en la tierra humeda y sujete la correa con ambas manos. El perro continuaba tirando, la musculatura tensa, las patas delanteras rascando la tierra en un lento avance.
– ?Que ocurre?
Ambos lo sabiamos.
Dude un momento mientras el corazon golpeaba mis costillas. Luego solte la correa y deje que cayera al suelo.
Boyd salio disparado hacia el muro de piedra y estallo en un frenesi de ladridos, aproximadamente a dos metros al sur de la esquina posterior del muro. Vi que en ese lugar la argamasa se estaba desmoronando y que una docena de piedras habian caido a tierra, dejando una abertura entre el suelo y los cimientos del muro.
Corri hacia Boyd, me agache junto a el y examine la abertura. El suelo estaba humedo y descolorido. Al darle la vuelta a una de las piedras que habian caido del muro vi una docena de diminutos objetos marrones.
Al instante supe lo que Boyd habia encontrado.
Capitulo 13
El lunes por la manana no fui al tribunal del Condado de Swain. En cambio volvi a atravesar las montanas al oeste de Tennessee y, a media manana, me encontraba aproximadamente a cincuenta kilometros al noroeste de Knoxville, cerca de la entrada del Laboratorio Nacional Oak Ridge. El dia era humedo y oscuro y el limpiaparabrisas se movia intermitentemente adelante y atras, dibujando dos abanicos transparentes en el cristal empanado.
A traves de la ventanilla vi a una mujer mayor y a un nino que alimentaban a un grupo de cisnes en la orilla de un pequeno estanque. Cuando tenia diez anos tuve un encuentro poco amistoso con un horrible pato que podria haber requerido la ayuda de algun tipo de fuerzas especiales. Puse en duda la conveniencia de su actividad con esos palmipedos.
Despues de haber exhibido mi credencial ante el guardia de la entrada, conduje a traves de un amplio aparcamiento hasta la recepcion. Mi anfitrion me estaba esperando, autorizo mi presencia firmando algo y nos dirigimos al coche. Otros cien metros y comprobaron mi nueva credencial ORNL y la matricula del coche en un tercer puesto de control antes de que me permitiesen pasar a traves de una valla metalica que rodeaba todo el complejo.
– Veo que tienen unas medidas de seguridad muy estrictas. Pensaba que esto era el Departamento de Energia.
– Lo es. La mayor parte del trabajo que hacemos es sobre la conservacion de la energia, computadoras y robotica, conservacion biomedica y medioambiental, desarrollo de radioisotopos medicos, esa clase de cosas. Mantenemos la seguridad para proteger la propiedad intelectual y el equipamiento medico. Tambien tenemos un reactor de isotropos de alta velocidad.
Laslo Sparks tenia poco mas de treinta anos pero ya comenzaba a alimentar un vientre prominente. Sus piernas eran cortas y ligeramente arqueadas y el rostro redondo y con marcas de viruela en las mejillas.
Oak Ridge habia nacido como el nino maravilla de la segunda guerra mundial, construido en 1943 en solo tres meses. Mientras miles de seres humanos morian en los campos de batalla de Europa y Asia, Enrico Fermi y sus colegas acababan de conseguir la fision nuclear en una pista de squash bajo las gradas del estadio de futbol de la Universidad de Chicago. La mision de Oak Ridge habia sido muy sencilla: construir la bomba atomica.
Laslo me condujo a traves de un laberinto de calles estrechas. Primero a la derecha. Luego a la izquierda. Izquierda. Derecha. De no ser por su enorme tamano, aquello parecia un proyecto de apartamentos en el Bronx.
Laslo senalo un edificio de ladrillo oscuro identico a montones de otros edificios de ladrillo oscuro. -Aparca aqui -dijo.
Aparque donde me indicaba y apague el motor. -Quiero que sepas que agradezco lo que haces teniendo en cuenta que te he avisado con tan poco tiempo. -Tu estabas ahi cuando necesite tu ayuda. Hacia algunos anos, Laslo habia necesitado huesos para una investigacion de antropologia para su doctorado y yo le habia proporcionado algunas muestras. Desde entonces habiamos seguido en contacto, durante los ultimos diez anos habia trabajado como investigador en Oak Ridge.
Laslo espero mientras yo sacaba una pequena nevera del maletero y luego me acompano al interior del edificio, donde subimos una escalera para llegar a su laboratorio. La habitacion era pequena y carecia de ventanas, cada milimetro de espacio estaba ocupado por mesas metalicas abolladas, ordenadores, impresoras, neveras y un millon de maquinas que brillaban y zumbaban.
Frascos de vidrio, recipientes con agua, instrumentos de acero inoxidable y cajas con guantes de latex se alineaban encima de las mesas, debajo se apilaban cajas de carton y cubos de plastico. Laslo me llevo hasta su pequeno espacio de trabajo en la parte trasera y cogio mi nevera. Saco de ella una bolsa de plastico, le quito la cinta que la cerraba hermeticamente y echo un vistazo en su interior.
– Explicame la historia otra vez -dijo, al tiempo que olia el contenido de la bolsa.
Mientras le explicaba mi excursion en compania de Lucy Crowe, Laslo vertio tierra de la bolsa en un recipiente de vidrio. Luego comenzo a llenar de datos un formulario en blanco.