Cuando me marchaba senti sus ojos pequenos clavados en mi espalda.

Swayney Creek era una delgada lengua negra que descendia abruptamente una vez que se abandonaba la autopista. El camino continuaba aproximadamente un kilometro, luego se nivelaba y atravesaba un estrecho tramo ocupado por un bosque de coniferas. A un lado corria un arroyo de aguas tan claras que podia ver perfectamente las piedras que cubrian el fondo.

Continue hacia el norte y apenas vi senales de presencia humana. Luego el camino torcia hacia el este, ascendia ligeramente y alcance a divisar un claro entre los arboles con un buzon verde oxidado a la derecha. Al acercarme lei el nombre «Bowman» tallado en una placa que colgaba de dos cortos trozos de cadena debajo de la caja.

Gire hacia el polvoriento camino y comence a ascender, esperaba que fuese el Bowman que andaba buscando. Pinos, abetos y cicutas se alzaban hacia el cielo dejando que la luz apenas se filtrase entre sus frondosas ramas. Unos treinta metros mas adelante, la casa de Bowman se alzaba como un centinela solitario que protegia el camino forestal.

El reverendo vivia en una cabana que habia conocido mejores tiempos, con un porche en un extremo y un cobertizo en el otro. Habia lena suficiente para calentar un castillo medieval. A ambos lados de la puerta principal habia ventanas cubiertas por marquesinas de color turquesa y, en aquella penumbra, parecian tan fuera de lugar como los Arcos Dorados en una sinagoga.

El patio delantero estaba a la sombra y en el suelo se extendia una espesa alfombra de hojas y pinaza. Un sendero de grava lo cruzaba y unia la puerta con un rectangulo de grava en el extremo del camino.

Aparque junto a la camioneta de Bowman, apague el motor y conecte el telefono. Antes de que pudiese bajar del coche, se abrio la puerta de la casa y el reverendo aparecio en el porche. Vestia nuevamente de negro, como si quisiera recordarse incluso a si mismo la sobriedad de su vocacion.

Bowman no sonrio, pero su expresion se relajo al reconocerme. Sali del coche y recorri el sendero hacia la casa. A cada lado crecian pequenas setas marrones.

– Lamento molestarle, reverendo Bowman. Me deje la bolsa de la compra en su camioneta.

– Asi es. Esta en la cocina. -Dio un paso hacia atras-. Por favor, adelante.

Pase junto a el y accedi a un interior oscuro con un fuerte olor a beicon quemado.

– ?Quiere beber algo?

– No, gracias. No puedo quedarme.

– Por favor, sientese.

Senalo una pequena sala de estar llena de muebles. Parecia como si hubiesen sido comprados todos juntos para luego disponerlos como en una exposicion. Solo que mas juntos.

– Gracias.

Me sente en un sofa tapizado con una tela marron parecida al terciopelo, el centro de un grupo de tres piezas aun cubiertas con plastico. Aunque el tiempo era fresco, las ventanas estaban abiertas y las cortinas de tela escocesa marron a juego con los muebles se hinchaban con la brisa.

– Ire a buscar sus cosas.

El reverendo desaparecio y se abrio una puerta, me llegaron claramente las voces, los sonidos y los aplausos de un concurso de la television. Eche un vistazo a mi alrededor.

No habia objetos personales en la habitacion. No habia fotos de boda o de graduacion. Ni una sola instantanea de los ninos en la playa o del perro jugando a destrozar sombreros. Las unicas imagenes pertenecian a personas rodeadas con un halo. Reconoci a Jesus y a un tio que pense que podia ser Juan Bautista.

El reverendo Bowman regreso unos minutos despues. La funda de plastico crujio cuando me levante.

– Gracias.

– Ha sido un placer, senorita Temperance.

– Y gracias otra vez por su ayuda ayer.

– Me alegra haber podido ayudarla. Peter y Timothy son los mejores mecanicos del condado. Hace anos que les llevo mis camionetas.

– Reverendo Bowman, hace mucho tiempo que usted vive en esta zona, ?verdad?

– Toda la vida.

– ?Sabe usted algo acerca de una casa con paredes de piedra y un patio cerca del lugar donde cayo el avion?

– Recuerdo que mi padre hablaba de un campamento cerca de Running Goat Branch, pero nunca de una casa.

Tuve un presentimiento. Cambie el bolso de lado, saque el fax de McMahon y se lo ensene a Bowman.

– ?Alguno de los nombres de esta lista le resulta familiar?

Doblo el papel y lo leyo. Le observe atentamente pero no se produjo ningun cambio en su expresion.

– Lo siento.

Me devolvio el fax y volvi a guardarlo en el bolso.

– ?Alguna vez ha oido hablar de un hombre llamado Victor Livingstone?

Bowman sacudio la cabeza.

– ?Edward Arthur?

– Conozco a un Edward Arthur que vive cerca de Sylva. Durante un tiempo pertenecio a la congregacion, pero hace anos que abandono el movimiento. El hermano Arthur solia afirmar que habia sido conducido ante el Espiritu Santo por el mismisimo George Hensley.

– ?George Hensley?

– El primer hombre que trabajo con serpientes. El hermano Arthur decia que se habian conocido cuando el reverendo Hensley estuvo en Grasshopper Valley.

– Comprendo.

– El hermano Arthur debe rondar ya los noventa anos.

– ?Aun vive?

– Igual que la palabra sagrada de Dios.

– ?Era miembro de su iglesia?

– Fue uno de los fieles de mi padre, uno de los hombres mas devotos que ha respirado el aire del Senor. El ejercito le cambio. Cuando acabo la guerra conservo la fe durante algunos anos, luego simplemente dejo de seguir los signos.

– ?Cuando fue eso?

– Aproximadamente en el cuarenta y siete o el cuarenta y ocho. No. No es correcto. -Senalo con un dedo deformado-. El ultimo servicio al que asistio el hermano Arthur fue cuando fallecio la hermana Edna Farrell. Lo recuerdo bien porque mi padre habia estado rezando por la renovacion de la fe del hombre. Aproximadamente una semana despues del funeral, mi padre visito al hermano Arthur y se lo encontro rezando ante el canon de una escopeta. Despues de eso, lo dejo.

– ?Cuando murio Edna Farrell?

– En mil novecientos cuarenta y nueve.

Edward Arthur le habia vendido su tierra al Grupo de Inversiones H amp;F el 10 de abril de 1949.

Capitulo 19

Encontre a Edward Arthur en un huerto detras de su cabana. Llevaba una camisa de lenador sobre un mono de tejano, botas de goma y un sombrero de paja raido que alguna vez podria haber pertenecido a un gondolero. Al verme dejo de trabajar un momento, luego volvio a remover la tierra con un rastrillo.

– ?Senor Arthur? -pregunte.

El anciano continuo clavando el rastrillo en la tierra y luego pisandolo con un pie tembloroso. Tenia tan poca fuerza que las puas apenas penetraban en el suelo, pero insistia en repetir el movimiento una y otra vez.

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