traves del jardin. Los labios purpura se replegaron sobre las encias desdentadas y un brazo de espantapajaro se extendio en direccion al sombrero.
Corri tras el y lo sujete con el pie contra la tierra. Luego lo recogi, le quite el polvo y se lo di a Arthur.
El anciano temblo al coger el sombrero y apretarlo contra el pecho.
– ?Quiere su camisa, senor?
– Esta refrescando -dijo y echo a andar hacia la carretilla.
Cuando acabo de abotonarla, le ayude a recoger las herramientas y a guardarlas junto a la carretilla en un cobertizo que habia junto a la cabana. Cuando cerro la puerta, volvi a hacerle la pregunta.
– ?Quien compro la tierra, senor Arthur?
Aseguro la puerta con un candado, tiro de el un par de veces y luego se volvio hacia mi.
– Sera mejor que se mantenga alejada de ese lugar, jovencita.
– Senor, le prometo que no ire sola a ese lugar.
Arthur se me quedo mirando durante tanto tiempo que pense que no iba a contestarme. Luego se acerco y alzo el rostro hacia el mio.
– Prentice Dashwood.
Pronuncio «Prentice» con tanta fuerza que la saliva me salpico la barbilla.
– ?Prentice Dashwood le compro la tierra? Arthur asintio y sus ojos acuosos se oscurecieron. -El mismisimo demonio -siseo.
Cuando llame a la oficina de Lucy Crowe, uno de sus ayudantes me informo de que la sheriff aun se encontraba en el lago Fontana. Me quede sentada un momento, golpeando las llaves contra el volante y mirando la cabana de Arthur.
Luego puse el coche en marcha y me aleje.
Aunque el cielo comenzaba a cubrirse rapidamente de densos nubarrones color verde oscuro, conduje con las ventanillas abiertas, el aire me abofeteaba la cara. Sabia que muy pronto el viento azotaria los arboles y la lluvia banaria el asfalto y las laderas de la montana, pero por el momento el aire era muy agradable.
Regrese a Bryson City por la Autopista 19. A unos tres kilometros del pueblo divise un pequeno cartel de madera y gire hacia un camino de grava.
El Riverbank Inn se alzaba a unos quinientos metros camino abajo, a orillas del rio Tuckasegee. Era una construccion de estuco amarillo de una sola planta edificada, segun el diseno de los ranchos de la decada de los cincuenta. Las dieciseis habitaciones se extendian a derecha e izquierda de una oficina central, cada una con su propia entrada en el frente y un porche trasero. En los porches colgaban calabazas de Halloween de plastico a modo de lamparas y un esqueleto electrico pendia de un arbol delante de la entrada principal.
El encanto de la posada radicaba obviamente en el lugar en el que se encontraba y no precisamente en su decoracion o estilo arquitectonico.
Aparque delante de la oficina central y solo vi otros dos vehiculos, un Pontiac Grand Am rojo con matricula de Alabama y un Ford Taunus azul con matricula de Carolina del Norte. Los coches estaban aparcados delante de los bloques dos y siete.
Cuando pase junto al esqueleto lanzo un grunido gutural, seguido de una risa chillona y mecanica. Me pregunte cuanto tiempo habia tenido que soportar Primrose esa exhibicion.
El vestibulo del motel tenia la misma atmosfera que High Ridge House. Campanillas colgadas de la puerta, cortinas de algodon, pino nudoso. Una placa que me daba la bienvenida presentaba a los propietarios como Ralph y Brenda Stover. Otra calabaza sonreia desde el mostrador.
Junto a la calabaza habia un hombre con un sueter de los Redskins que hojeaba un ejemplar de PCWorld. Alzo la vista al oir las campanillas y me sonrio desde el vestibulo. Supuse que se trataba de Ralph.
– ?Puedo ayudarla?
Ralph tenia el pelo rubio y fino y la piel rosada y brillante.
– Soy la doctora Tempe Brennan -dije, extendiendo la mano.
– Ralph Stover.
Cuando nos estrechamos las manos su pulsera de identificacion tintineo igual que las campanillas de la puerta.
– Soy amiga de Primrose Hobbs -dije.
– ?Si?
– ?La senora Hobbs ha estado alojada aqui durante las dos ultimas semanas?
– Asi es.
– Esta trabajando en la investigacion del accidente aereo.
– Conozco a la senora Hobbs.
La sonrisa se Ralph no vacilo en ningun momento.
– ?Esta aqui?
– Puedo llamar a su habitacion si lo desea.
– Por favor.
Levanto el auricular, marco un numero, espero un momento y colgo.
– La senora Hobbs no contesta. ?Quiere dejarle algun recado?
– Supongo que no ha dejado el motel.
– La senora Hobbs sigue registrada aqui.
– ?La ha visto hoy?
– No.
– ?Cuando la vio por ultima vez?
– No puedo estar al tanto de los movimientos de todos nuestros huespedes.
– La senora Hobbs no se ha presentado a su puesto de trabajo desde el domingo y estoy preocupada por ella. ?Me podria decir cual es su habitacion?
– Lo siento, pero no puedo hacer lo que me pide. -Su sonrisa se ensancho-. Normas de la casa.
– Podria estar enferma.
– La asistenta hubiese informado de la presencia de un huesped enfermo.
Ralph era tan amable como un policia en un «stop» de carretera. Muy bien. Yo tambien podia ser amable.
– Esto es realmente importante. -Apoye con suavidad la palma de la mano sobre su muneca y le mire a los ojos-. ?Puede decirme que coche conduce la senora Hobbs para ver si esta en el aparcamiento?
– No, no puedo hacerlo.
– ?Podemos ir juntos a echar un vistazo a su habitacion?
– No.
– ?Puede ir usted mientras yo espero aqui?
– No, senora.
Retire la mano e intente otro camino.
– ?Cree usted que la senora Stover recordara cuando vio por ultima vez a la senora Hobbs?
Ralph entrelazo los dedos y apoyo ambas manos sobre la revista. El vello de sus antebrazos parecia palido y fuerte sobre la piel rosada.
– Me esta haciendo las mismas preguntas que me hicieron los otros y tanto mi esposa como yo le daremos las mismas respuestas que a los demas. A menos que nos presenten una orden en toda regla no abriremos ninguna habitacion ni daremos ninguna informacion sobre nuestros huespedes.
Su voz era suave y melosa.
– ?Que otros?
Ralph suspiro pacientemente.
– ?Hay alguna otra cosa que puedo hacer para ayudarla?
Hice que mi voz sonara como un escalpelo afilado.
– Si resulta que Primrose Hobbs ha sufrido algun dano debido a sus «normas», le aseguro que deseara no haber enviado nunca la solicitud para el curso de administracion de hotel-motel.
Ralph Stover entrecerro los ojos pero la sonrisa se mantuvo firme en sus labios.
Saque una tarjeta de mi bolso y apunte el numero de mi movil.
– Si cambia de opinion, llameme. -Me volvi y me dirigi hacia la puerta.