Estabamos sentadas a la sombra, bajo los techos, con las espadas contra el muro frio y aspero de ladrillo. «Realmente no me senti muy herida, sino indignada. Demonios, estaba furiosa.»

«Yo tambien», dije pensando en Mark.

Recuerda. Piensa. Llegue al final de la escalera y me quede a la sombra con el pecho agitado y el corazon palpitante. A mi alrededor, el viento se movia. Me dolian los musculos y la sangre corria por mis venas. Me senti bien, fuerte. Trate de recordar. Tenia que hacerlo. Estire los brazos apuntando con los dedos hacia el cielo azul en un intento por recordar; los brazos estirados para alcanzar la cima del mundo.

«Solia desear que se muriese, como en un accidente de coche -me dijo con una risita nerviosa-. Cada dia leia las esquelas y rezaba por que estuviera alli.»

«?De verdad?»

«Y cada vez que veia que alguien mas joven que el se moria, pensaba: 'Que mala suerte. Otra oportunidad perdida'.» Y chasqueo los dedos.

«Le tendrias que haber matado --dije yo--. Eso es lo que yo haria. ?Por que dejarlo al azar?» Ambas nos reimos porque ambas sabiamos que estaba bromeando.

Pero ahora no sonaria de ese modo. Especialmente a Azzic.

O al jurado.

17

La casa de Marshall estaba en un barrio residencial del oeste de Filadelfia, no lejos del Franklin Field, con un ornamentado porche pintado en tres colores diferentes. Llame a la puerta pintada de gris. Aun estaba con la camiseta sudada y los pantalones de deporte. Finalmente se abrio la puerta. Unas campanitas atadas al pestillo repiquetearon sonoramente.

– ?Que quiere? -pregunto la mujer que me atendio. Era una arpia de exuberante cabellera con una falda larga que, evidentemente, compartia las ideas politicas de Marshall, pero no su dulzura y simpatia.

– Usted debe de ser una companera de Marshall. Yo soy…

– La vi hoy en las noticias. Es la jefa de Marshall.

– -Si. Hoy no ha venido a trabajar.

– Lo se.

– -Me gustaria hablar con ella.

– -No esta aqui.

– -?Donde esta?

Su unica respuesta fue encoger los flacos huesos sus hombros a traves de la camiseta tenida.

– ?Que quiere decir? ?Que no lo sabe o que no me dice?

– Mire, ?que quiere?

– -Quiero que le haga llegar a Marshall un mensaje mi parte. Es importante. Digale que yo no lo hice. Y digale que espero que ella tampoco.

Me cerro la puerta en las narices y las campanillas tintinearon alocadamente.

Volvi corriendo hasta la oficina pasando por el puente de la calle Tercera y entre en la ciudad cuando todo el mundo salia de ella. El trafico se encaminaba hacia la autopista Schuylkill. El sol ya estaba bajo y ardia, naranja, en mi hombro izquierdo. No habia nada que pudiera hacer con Renee y, al parecer, lo mismo me ocurria con Marshall. Era de suponer que esta no corria peligro, dada la reaccion de su amiga. ?Tuvo algo que ver con la muerte de Mark? Era la unica del despacho que podia navegar por las profundidades del sistema informatico. Tal vez habia descubierto los archivos ocultos de Mark. ?O habia acaso otros secretos ciberneticos? ?Secretos que yo desconocia?

Cogi la calle Lombard corriendo en direccion contraria y gire en la Veintidos, pasando por la pizzeria griega, un videoclub y las mansiones mas lujosas del barrio. Aminore la marcha al acercarme al despacho porque alli habia una verdadera conmocion.

Habia coches de policia en hilera con sus luces rojas, blancas y azules girando como una advertencia silenciosa. El trafico estaba cortado y los policias hacian sonar sus silbatos para desviar los coches. La presencia de la policia me inquieto y me hizo tomar precauciones. Hacia tiempo que habia dejado de pensar que los policias eran amigos mios.

Se habia congregado un monton de gente y me acerque a la multitud. Me situe al lado de una anciana que contemplaba la escena con los brazos gordezuelos cruzados sobre el pecho.

– -?Que pasa? --pregunte--. ?Un accidente?

– No exactamente -me contesto mirandome con sus gruesas gafas Woolworth. Sus ojos, agrandados por el cristal, parecian extraviados. A su lado habia un perro blanco con una correa de soga que tenia cataratas azuladas en los ojos.

– Bonito perro -dije. Me gustan todos los perros, hasta los feos.

– -Se llama Buster. Esta ciego.

– -?Ciego? ?Muerde?

– -No.

Me agache para rascarle la cabeza, pero se me abalanzo con los dos dientes que le quedaban.

– -?Eh, usted me dijo que no mordia!

– No muerde, pellizca.

A veces, detesto la ciudad.

– La policia esta buscando a alguien.

– ?A quien?

– No lo se. Lo acabo de oir. Es un asunto de drogas. Ese es el movil de la bomba.

– ?Que bomba?

– -Ese hombre, el de las drogas. Le han puesto una bomba. -Se subio las gafas-. Una bomba en el coche, por el sida.

– -?Que?

– -El sida. Lo dijeron en las noticias.

– -?Cuando? --?Se trataba del presidente de Furstmann? ?Seria posible?--. ?Como?

– Buscan a la mujer que lo hizo. Eso es lo que oi.

– ?Que mujer? -?Eileen? La policia sabia donde vivia.

– -Lo hizo una terrorista. Trabaja aqui mismo. Una abogada. La van a arrestar.

Se me hizo un nudo en la garganta. Una abogada. Vive y trabaja aqui. Tenia que ser yo. ?Que estaba pasando? Estaba aturdida. Me di media vuelta y me aleje de los coches de policia. Mis pies me transportaban casi automaticamente. ?Adonde iba? Ni siquiera lo sabia. Lejos. Lejos de la ciudad y de los policias.

Me puse a correr freneticamente. El corazon me palpitaba, tenia acelerado el pulso. Ya no era por deporte; era una huida. Huia de la ciudad, lejos del centro comercial. Se hizo de noche mientras corria, pero solo me detuve cuando no vi mas coches de policia. Me faltaba el aliento. Me lance a una cabina telefonica cubierta de pintadas y con la bombilla rota. Cerre la puerta y marque los numeros con mi tarjeta de credito. Temblaba.

– ?Si? Habla Wells -dijo al descolgar.

– -Grady, ?que esta sucediendo? --Me habria encantado oir su voz de haber confiado en el.

– -?Bennie! ?Bennie! ?Donde estas? --Por el tono, me dio la sensacion de que era algo sumamente urgente--. La policia te busca. Encontraron unas tijeras con sangre en tu apartamento. Las analizaron y era la sangre de Mark. Dicen que es el arma homicida, Bennie. Tengo una orden de arresto delante de mi.

– -?Que?

– Espera, aun hay mas. Quieren interrogarte sobre otro asesinato, el del presidente de Furstmann.

– -Oh, Dios santo. ?De verdad lo han matado?

– -Una bomba bajo el coche, en la puerta de su casa. La policia dice que te citaste con unos activistas de derechos de los animales. ?Como lo saben?

La cabeza me empezo a funcionar a mil revoluciones. Azzic debia haberme seguido, a menos que Grady me

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