– Hola -dijo uno de los medicos, y yo le conteste con un movimiento de cabeza mientras el sacaba la mascara de ooxigeno del rostro de mi madre. Dejo una marca rojiza que acotaba sus facciones como una mascara mortuoria.

La doctora Hogan se agacho e inyecto algo en la canula de la sonda.

– Empecemos, caballeros.

– -?Que le ha inyectado? --pregunte.

– Atropina,

– ?Que es eso?

– Seca sus secreciones y mantiene abiertas las vias pulmonares. Tambien previene que el corazon se desacelere, el llamado desmayo vagal.

Trate de no marearme y observe como la doctora comprobaba los datos en el monitor. Luego preparo otra jeringa y la inyecto en la sonda.

– -?Y eso?

La doctora Hogan se irguio con la frente fruncida.

– Metohexital. Un anestesico de accion rapida. Es el procedimiento habitual en todos los hospitales en que he trabajado.

– ?Y es necesario?

– Obviamente estara mas comoda. Ahora, con su permiso, ?puedo proseguir?

No presione mas. Solo los medicos consideran que una pregunta es un desafio a su autoridad y es obvio que una mujer puede ser tan arrogante como un hombre. De cualquier manera, no importaba; solo importaba una cosa. Me acerque a la camilla y le cogi una mano, una mano fria, con las venas azuladas y nudosas.

La doctora Hogan toco un parpado de mi madre y lo levanto.

– Por si le interesa, lo hago para confirmar que la droga ha surtido efecto. El parpado esta relajado y eso lo confirma. -Volvio a mirar el monitor, luego preparo otra jeringa y la inyecto-. Esto es succinilcolina. Es un relajante muscular para prevenir convulsiones.

– Pero yo creia que las convulsiones eran necesarias. -Aprete la mano de mi madre mas por mi que por ella.

– -En realidad, es un agente paralizador --me comunico uno de los anestesistas, el que me habia saludado--. Inmoviliza el cuerpo, y asi evitamos que se lesione durante la intervencion.

A veces es mejor no saber algunas cosas. Mire a mi madre, que se paralizaba rapidamente ante mis ojos. Ni un solo movimiento perturbaba la quietud de su cuerpo y, de improviso, una oleada de pequenas convulsiones se extendio a lo largo el.

– -?Que sucede? ?Que pasa? -pregunte presa del panico y aferrandome a su mano.

– Es perfectamente normal -dijo la doctora Hogan-. Cesara en un minuto. Demuestra que la droga funciona. Ahora, por favor, alejese de la paciente.

Le di un ultimo apreton a mi madre y me aparte. Lo que sucedio a continuacion fue tan rapido y horrible que lo percibi como una extrana mezcla de pesadilla y realidad.

Los anestesistas anudaron una cinta elastica alrededor de la frente de mi madre y la doctora Hogan enchufo un pesado cable gris en la maquina azul situada a su izquierda. Al final del cable gris habia un asa negra de plastico. Sobre el asa, un boton brillante y rojo. Ese era el boton.; Me parecio que se me paralizaba el corazon.

Un anestesista coloco una goma marron entre los labios de mi madre. La doctora Hogan saco un poco de gel de un tubo blanco y lo puso sobre la frente mientras pedia que no tocaran la mesa. Se agacho sobre la cabeza de mi madre cuando uno de los anestesistas apreto un boton de la maquina. Se puso verde como en un semaforo. Adelante.

Pero yo pensaba: «Basta ya. Parad esto. Paradlo ya mismo. No oseis continuar».

La doctora Hogan apreto algo negro contra la cabeza de mi madre, luego toco el boton rojo y lo mantuvo presionado un momento.

Mi madre hacia muecas apretando la goma en su boca y el cuerpo se le contorsionaba. Yo senti que a mi tambien se me contorsionaba la cara. Basta ya. No teneis derecho. No tengo ningun derecho.

– La descarga solo durara un momento -dijo alguien, y su voz me parecio que resonaba en la distancia.

No pude dejar de mirar. No podia hacer nada. Termino la descarga electrica y empezaron las convulsiones. El cuerpo estaba inmovil y rigido, pero por debajo de la goma de la presion arterial el pie se movia convulso. Era horrendo y espantoso. Me acorde del torniquete con el globo en el brazo de Bill. No pude contenerme.

– -?Es normal que suceda eso? Me refiero al pie…

– Si, se trata de una reaccion tonica clonica -respondio un anestesista-. La goma previene que el relajador muscular llegue al pie y entonces podemos observar el progreso de la descarga. Solo durara un momento. Ella esta bien.

Pero era mi madre, no la suya, y ella estaba en medio de una tormenta medica. Una tempestad en su cerebro, en su cuerpo. Quise llorar. Quise gritar. No podia creer que esto fuera lo que debia hacerse y ya era demasiado tarde para remediarlo.

– Terminara antes de que usted se de cuenta -decia el anestesista.

Y asi fue, afortunadamente. Justo cuando pense en arrancar los malditos electrodos, acabaron los temblores en el pie. La intervencion habia terminado. Ella parecia descansar.

Tuve la sensacion de que respiraba por primera vez desde que habia llegado. Tenia el estomago revuelto. Llamad a la policia, metedme en la carcel, nada de eso me quitaria el horror de lo que habia presenciado.

– -Ahora dormira --dijo la doctora Hogan--. Dormira una media hora. Cuando se despierte, es posible que tenga dolor de cabeza, como si tuviera resaca. Tal vez le duela la mandibula y se sienta confusa y desorientada. |

Busque las palabras.

– ?Puedo hacer algo por ella…?

– No, dejela descansar. -La doctora Hogan echo una ojeada al grafico que salia de la maquina. La linea de j puntos negros dibujaba una especie de cordillera-. Ha sido una buena descarga.

?Una buena descarga? Senti ganas de vomitar y sali de la sala.

26

Aun me sentia indispuesta y asustada, pero tenia mucho que hacer. Mastique dos Trident para quitarme el mal sabor de boca, y trate de borrar el horror de lo que le habia hecho a mi madre. Ya no me importaba si la curaba. Mi unica preocupacion era no haberla matado.: Me puse las gafas de sol y conduje el bananamovil por la calle Pine. A cada lado habia hileras de mansiones coloniales, muchas de las cuales ostentaban la negra placa ?de hierro que las acreditaba en el Registro Nacional de Lugares Historicos. Pero yo no estaba haciendo turismo. Trataba de seguir a un coche con la matricula LOONEY 1.

Avanzaba por el trafico de la ciudad persiguiendo a uno de mis mas queridos amigos. Era mi segunda violacion de las libertades civiles de Sam y no tenia otra justificacion que, como en el caso de mi madre, la mas pura necesidad. Tenia que encontrar una explicacion al asunto del globo rojo.

A la altura de la calle Dieciseis, Sam giro a la izquierda con su Porsche Carrera sin poner el intermitente. Los hombres nunca usan el intermitente; las mujeres, si. De Modo que gire bruscamente casi llevandome por delante a una transeunte lo bastante poco lista como para pasear a su perrito en medio de mi mision de persecucion; reduje la velocidad cuando llegamos a un semaforo en rojo.

El Porsche giro en la esquina y se detuvo ante el restaurante The Harvest; se apeo un pasajero. Era un joven vestido con una camisa y pajarita negra, el tipico atuendo de un camarero. La coartada cubana de Sam. La puerta se cerro con un sonido que denunciaba el elevado importe del coche y Sam metio la primera.

Reanude la persecucion esperando que Sam regresar a su apartamento, pero el Porsche siguio recto hasta Dieciocho, entro en la calle Vine y luego cogio la autopista 1-95. Extrano. Me coloque las grandes gafas oscuras sobre la frente y me mantuve detras de el mientras tanto en tanto miraba por el retrovisor para asegurar de que nadie me seguia.

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