– -Tengo que irme --musito con voz temblorosa. Miro hacia otro lado mientras yo le estrechaba la mano.

– -Has hecho lo correcto --dije, pero no me respondio. Se dio media vuelta y traspaso la barrera de la sala-. ?Bill! --lo llame, pero salio disparado por la puerta principal por delante del defensor de Eileen, que llevaba un monton de carpetas rojas bajo el brazo. Cogi mi portafolios y sali tras el abogado defensor, a quien alcance en un pasillo lleno de reos que esperaban ser acusados, playas de ensueno, y una mierda.

– ?Eres de verdad Bennie Rosato? -me pregunto en cuanto me puse a caminar a su lado.

– No, ella es aun mas alta. Tienes bastante trabajo bajo el brazo.

– Y que lo digas. -Se abria paso entre lo transeuntes maniobrando con sus hombros-. Felicidades por el veredicto del mes pasado. Lo segui en los periodicos. Hombre, diez policias contra un tipo en el noreste. El Comite Asesor de la Policia es un chiste, ?no crees?

– Escucha, sobre Jennings…

– Hace tiempo que queria conocerte. ?Recuerdas cuando viniste a hablar en mi facultad? ?El ano pasado en Seton Hall?

Evite un fragante circulo de prostitutas.

– -?Has hablado a fondo con Jennings?

– ?Jennings?

– -Eileen Jennings, tu cliente.

– No me corresponde. Reemplazaba a otro.

– ?A quien?

– Abrams, esta en una audiencia. -Miro el reloj-. Mierda, ya tendria que estar arriba.

– -Quiero que sepas que pienso que Eileen Jennings es ?peligrosa.

– -?Estas bromeando? Es puro blablabla, nada de accion.

Esquive una manada de polis.

– -?Y el electrodo?

– -Bah. El jefe quiere que lo retire de la sala de pruebas para usarlo en la fiesta de navidad.

Una familia con varios cochecitos de bebe paso entre nosotros dos.

– -?Sabes si tiene una pistola o explosivos?

– -No es mi caso.

Lo cogi del brazo.

– -Tienes los documentos en tu poder; por tanto, asume tu responsabilidad. Tienes que averiguar si es realmente peligrosa. ?Me entiendes?

– Tomo nota, ?de acuerdo? -Se libero el brazo y se marcho, desilusionado, y desaparecio entre el gentio que esperaba el ascensor.

Me quede alli, inmovil entre la multitud. Ese defensor ni siquiera tomaria nota. Y si lo hiciera, ese papelucho se perderia en un oceano de notas y de expedientes. Por supuesto, eran personas. Blancos y negros, dementes y cuerdos, altos y bajos, incluso los que circulaban a mi alrededor en aquel preciso instante. La mayoria eran presuntos pistoleros, pedofilos, navajeros, drogadictos y ladrones. Entraban en tromba y llenaban los pasillos y los corredores, seres humanos que habian sido rebajados al estatus de expedientes y finalmente devueltos a las estadisticas, seres humanos a los que se habia desangrado y desprovisto de humanidad.

Por un instante, me quede estupefacta pensando que no habia nada que yo pudiera hacer al respecto por mas que lo intentase. Ni siquiera si tenia o no razon sobre Eileen. Porque habia otros veinte esperando ocupar su lugar, ansiosos por probar punteria. Se los ponia en fila como a los ejecutivos. E inevitablemente se enfrentarian con una fuerza similar, pero que tenia las armas y la ley de su parte. Habia una guerra en marcha, una batalla encarnizada. Y por mas claramente que yo la percibiera, no sabia de que lado estaba.

Estaba en medio del oceano, remando furiosamente y sin avistar la orilla.

4

A mediodia, caminaba por la avenida Benjamin Franklin bajo las banderas inmensas y coloridas que colgaban de las farolas. Ondeaban como velas marinas en la fuerte brisa que llegaba del rio Schuylkill, a menos de diez manzanas, haciendo traquetear las cadenas que las ligaban a los postes. Al verlas, me entraron ganas de ir a remar al rio. El agua estaria agitada por el viento y habria pequenos pajaros blancos dando vida al paisaje. Quiza esta noche, me prometi mientras me encaminaba al monolito cromado conocido como el Silver Bullet para encontrarme con Sam Freminet, mi amigo de los grandes exitos, y convencerlo para almorzar juntos.

Entre en el vestibulo de marmol del edificio y cogi el primer ascensor solo para sentir un conocido retortijon en el estomago mientras el ascensor ascendia hacia mi viejo bufete, el archi-conservador Grun amp; Chase. Lo llamabamos Grunidos y Chanzas, pero evite los malos recuerdos. Yo habia dejado de formar parte de Grun amp; Chase y no era propiedad de nadie.

– -?Donde esta el Llanero Solitario? ?Esta en la casa? --le pregunte a la joven recepcionista cuando se abrieron las puertas en el piso de Sam. Ella no tenia ni idea de quien era yo, pero supo de inmediato a quien me referia.

– -Si. ?A quien debo anunciarle? --Estaba a punto de coger el telefono, pero dudo de si era una abogada o una camorrista, cuando en realidad yo era un poco de cada cosa.

– Bennie Rosato, su italiana favorita -dije, e ignore su mirada recelosa. Habia visto esa mirada tantas veces como habia oido la consabida frase «?Hace frio en esas alturas?», porque, por alguna razon, no tengo ninguna pinta de italiana.

Pase junto a los costosos tapices Amish y los inmensos oleos de las paredes, y junto a secretarias con carpetas en las manos que daban un ostensible sentido laboral a sus risitas conspirativas. No reconoci a ninguna; todas las conocidas habian sido lo bastante listas como para marcharse.

– Hola, senoras -dije de todos modos, porque siento especial simpatia por las secretarias. Mi madre lo habia sido, o al menos eso dice.

– Hola -contesto una de las secretarias. El resto sonrio suponiendo que yo era un cliente, ya que ningun abogado de Grun se hubiera molestado en saludar a las secretarias.

Paso un letrado dandose infulas, pero tampoco lo reconoci. De los quince asociados que eramos, solo habia seguido Sam, mas tarde promocionado a la categoria de socio. Desde entonces, habia ascendido los distintos niveles de socio hasta llegar a la cupula. Se convirtio en el socio mas joven de la historia, lo que representa un modulo fiscal equivalente al de un teniente general. Si hubieran sabido que Sam era homosexual y no un simple excentrico, lo habrian despachado sin perdida de tiempo.

Llegue al soleado despacho de Sam y cerre la puerta detras de mi.

– ?Carino, soy yo!

– ?Beenniiiee! -Sam levanto la mirada. Sus ojos azules brillaron tras las gafas. Tenia un rostro apuesto con una nariz recta y finas mejillas flanqueadas por un cabello casi pelirrojo que se recortaba cada cuatro semanas-. ?Como estas? -dijo dando la vuelta al escritorio para darme un abrazo carinoso.

– Necesito animos. ?Como estas tu?

– Loco, como de costumbre, y animar al projimo es mi especialidad. Sientate. -Me senalo un sillon de cuero y volvio a su silla tras el escritorio dando pasitos de payaso-. Tranquila, tranquila. Liquidaremos a quien te moleste.

Me rei y deje caer en el sillon.

– ?Ves? Ya esta funcionando.

– Lo sabia. Por eso he venido. -Pasee la mirada por las vinetas de comics enmarcadas que colgaban de las paredes entre sus dos diplomas de Harvard. Desplomados sobre una mesa de cristal junto a una ventana estaban los munecos de Sylvester el Gato, Foghorn Leghorn y Porky Pig. Pepe Le Pew habia caido en un abrazo pornografico con el Demonio Tasmanio-. Veo que Pepe esta fuera de control una vez mas.

– Como de costumbre. Ese forajido es un perfecto imbecil.

– No digas eso de mi Pepe.

– Pepe no tiene ni idea de lo que importa en la vida. Daffy es todo lo contrario. Es un aguila con las prioridades.

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