El periodista miro el coche que se acercaba. Mas atras aparecieron otros dos.
– Venga, Kate -dijo inquieto-, no tiene mucho tiempo. Usted no va a la carcel y yo consigo el Pulitzer que me merezco y mis quince minutos de fama. ?Que me dice?
Kate apreto las mandibulas. Despues respondio muy tranquila, como si hubiese ensayado la respuesta durante meses:
– Lo unico que tendra sera dolor, senor Gavin. Quince minutos de dolor.
Mientras el la miraba, Kate saco el bote de aerosol, apunto al rostro del periodista y apreto el gatillo. El gas irritante dio de lleno en los ojos y la nariz de Gavin, al tiempo que le tenia la cara con un tinte rojo. Cuando los polis se bajaron del coche, Bob Gavin estaba en el suelo con las manos en el rostro en un intento inutil por arrancarse los ojos.
La primera sirena hizo que Jack se lanzara a correr por una calle lateral.
Se apoyo contra la pared de un edificio para recuperar el aliento. Le dolian los pulmones. El barrio desierto donde estaba se habia convertido en una gran desventaja tactica. Podia moverse, pero era como una hormiga negra en un papel blanco. Sonaban tantas sirenas a la vez que le resultaba imposible saber por donde venian.
En realidad venian por todas partes. Y estaban cada vez mas cerca. Corrio hasta la siguiente esquina, se detuvo y asomo la cabeza. El panorama no era alentador. Se fijo en el control policial instalado al final de la calle. La estrategia de la policia resultaba evidente. Tenian una idea aproximada de su posicion. Acordonarian toda la zona y despues irian estrechando el cerco. Tenian gente y tiempo para hacerlo.
Lo unico que tenia Jack era un buen conocimiento de la zona. Muchos de sus clientes como abogado publico habian sido de aqui. No sonaban con ir a la universidad, un buen trabajo, una familia carinosa y una casa adosada, sino en cuanto dinero conseguirian vendiendo bolsitas de crack, en la subsistencia de cada dia. Sobrevivir. Era el impulso mas fuerte del ser humano. Jack confiaba en que el suyo tambien lo fuera.
Mientras corria por el callejon, no sabia que le esperaba, aunque suponia que la inclemencia del tiempo mantendria a la mayoria de los delincuentes en casa. Casi se echo a reir. Ni uno solo de sus antiguos socios en Patton, Shaw se hubiera acercado a este lugar ni protegidos por un batallon acorazado. Era como correr por la superficie de Pluton.
Salto la alambrada y se tambaleo al aterrizar. Tendio la mano para apoyarse en la pared de ladrillos sin revocar y en aquel momento oyo dos sonidos. El de su respiracion y el de pies que corrian. Varios pares. Le habian visto. Cada vez le tenian mas cerca. A continuacion traerian los K9 y no se podia correr delante de los polis de cuatro patas. Corrio hacia la avenida Indiana.
Jack se desvio por otra calle mientras oia el ruido de los neumaticos que volaban hacia el. Incluso mientras corria en la nueva direccion, un nuevo grupo de perseguidores aparecio por el flanco. Ahora solo era cuestion de tiempo. Busco el paquete en el bolsillo. ?Que haria con las fotos? No podia confiar en nadie. En cuanto le trasladaran a la jefatura harian un inventario de las pertenencias que llevaba encima, con las firmas y garantias necesarias, todo lo cual no significaba nada. Alguien capaz de cometer un asesinato en medio de cientos de polis y desaparecer sin dejar rastro, conseguiria la lista de pertenencias personales del detenido en menos que canta un gallo. Lo que tenia en el bolsillo representaba su unica oportunidad. En Washington capital no tenian la pena de muerte pero la condena sin posibilidad de libertad condicional no era mejor e incluso parecia mucho peor.
Corrio entre dos edificios, y al salir a la calle resbalo en una placa de hielo. Incapaz de recuperar el equilibrio embistio un monton de cubos de basura y fue a dar con los huesos en el suelo. Se levanto con un esfuerzo, mientras se frotaba el codo. Le ardia la rozadura, y notaba una debilidad en las rodillas que era algo nuevo. Volvio a sentarse y entonces se quedo inmovil.
Los faros de un coche venian directamente hacia el. La luz azul en el techo le cego cuando las ruedas frenaron a unos centimetros de su cuerpo. Se desplomo en la acera. Ya no tenia fuerzas para dar un paso mas.
Se abrio la puerta del pasajero. Jack miro extranado. Entonces tambien se abrio la del conductor. Unas manazas le sujetaron por las axilas.
– Cono, Jack, mueva el culo.
Jack vio el rostro de Seth Frank.
28
Bill Burton asomo la cabeza en el puesto de mando del servicio secreto en la Casa Blanca. Tim Collin ocupaba una de la mesas. Repasaba un informe.
– Ven, Tim.
Collin le miro intrigado.
– Le tienen arrinconado cerca del edificio del tribunal -anadio Burton, en voz baja-. Quiero estar alli. Solo por si acaso.
El coche de Frank avanzo por la calle a gran velocidad, la luz azul colocada en el techo conseguia la respuesta inmediata de unos conductores poco acostumbrados a respetar a los demas automovilistas.
– ?Donde esta Kate? -Jack estaba tendido en el asiento trasero, cubierto con una manta.
– Es probable que ahora le esten leyendo sus derechos. Despues la encerraran acusada de una serie de cargos accesorios por ayudarle.
– Tenemos que regresar, Seth -afirmo Jack que se sento en el acto-. Me entregare. Tendran que soltarla.
– Si, ?y que mas?
– Lo digo en serio, Seth. -Jack intento pasar al asiento delantero.
– Yo tambien, Jack. Si vuelve y se entrega, no le hara ningun favor a Kate y estropeara lo poco que le queda para conseguir reconducir su vida a la realidad.
– Pero Kate…
– Yo me ocupare de Kate. Llame a un colega local. La estara esperando. Es un buen tipo.
– Mierda. -Jack se sento.
Frank abrio la ventanilla para quitar la lampara del techo. La arrojo en el asiento del pasajero.
– ?Que cono paso? -quiso saber Jack.
– No estoy muy seguro -contesto Frank, que le miro por el espejo retrovisor-. Supongo que en algun momento alguien comenzo a seguir Kate. Yo recorria la zona. Habiamos quedado en encontrarnos en el Convention Center despues de la cita con usted. Oi por la emisora de la poli que le habian visto. Segui la persecucion por radio, e intente adivinar donde podia ir. Tuve suerte. No me lo podia creer cuando le vi salir del callejon. Casi le atropello. ?Que tal esta?
– Mejor que nunca. Tendria que hacer esta mierda un par de veces al ano para mantenerme en forma. Podria presentarme a las olimpiadas de criminales profugos.
– Todavia esta vivito y coleando, amigo mio -senalo Frank, con una risa-. Es un tipo con suerte. ?Recibio algun regalo bonito? Jack maldijo por lo bajo. Se habia preocupado tanto de eludir a la policia que ni siquiera lo habia abierto. Saco el paquete.
– ?Hay luz?
Frank encendio la luz del techo.
Jack miro las fotos.
– ?Que tenemos? -pregunto Frank, sin apartar la mirada del espejo.
– Fotos. Del abrecartas, cuchillo o como quiera llamarlo.
– Vaya. No es ninguna sorpresa. ?Ve algo en particular?
– No mucho -contesto Jack, que hacia un esfuerzo por ver los detalles pese a la poca luz-. Ustedes deben tener algun aparato que permita ver mejor que tenemos.
– Le sere sincero, Jack, a menos que consigamos alguna otra cosa no podremos hacer nada -comento Frank, con un suspiro-. Incluso si logramos sacar algo que se parezca a una huella digital, ?quien podra decir de donde