– Mierda. Se que el tipo se ganaba la vida robando, pero le dire una cosa, mi respeto hacia el crece por momentos.
– Se lo que quiere decir.
Frank puso el coche en marcha y siguieron viaje.
– Esta bien, ?donde nos llevan todas estas conjeturas?
– No lo se -contesto Jack, que volvio a recostarse en el asiento. -Me refiero a que mientras no tengamos una pista para saber quien es, no se que podemos hacer.
– Pero tenemos pistas -exclamo Jack, que se levanto como impulsado por un resorte, pero despues volvio a tenderse como si hubiese gastado toda su fuerza en aquel unico movimiento-. Solo que no le encuentro el sentido.
Los hombres guardaron silencio durante unos minutos.
– Jack, se que le parecera ridiculo viniendo de un policia, pero pienso que es hora de que considere la posibilidad de largarse de aqui. ?Tiene algun dinero ahorrado? Quiza le convenga la jubilacion anticipada.
– ?Y que mas? ?Dejar que Kate cargue con el muerto? Si no pillamos a esos tipos, ?que le espera??Una condena de diez a quince anos por complicidad? No pienso irme, Seth, por nada del mundo. Prefiero que me achicharren antes que permitir semejante cosa.
– Tiene razon. Lamento haber tocado el tema.
Mientras Seth miraba por el retrovisor el coche que circulaba por el carril vecino este intento hacer una vuelta en U directamente delante de ellos. Frank piso el freno y el coche derrapo hasta chocar contra el bordillo con una fuerza tremenda. El otro vehiculo, con matricula de Kansas, continuo la marcha como si no hubiera pasado nada.
– ?Turistas gilipollas! ?Cabrones hijos de puta! -Frank apreto el volante con fuerza mientras intentaba recuperar la respiracion. El cinturon de seguridad habia cumplido su funcion, pero se habia clavado en la carne. Le dolia la cabeza-. ?Cabrones hijos de puta! -grito Frank una vez mas sin dirigirse a nadie en particular. Entonces recordo que llevaba un pasajero y se apresuro a mirar el asiento trasero-. Jack, Jack, ?esta bien?
Jack estaba con el rostro pegado a la ventanilla. Estaba consciente: de hecho, lo que hacia era mirar algo con mucha atencion.
– ?Jack? -Frank se desabrocho el cinturon de seguridad y sujeto a Jack por el hombro-. ?Se encuentra bien? ?Jack!
Jack miro a Frank y despues otra vez por la ventanilla. El detective se pregunto si el golpe le habria producido una conmocion. Comenzo a buscar alguna herida en la cabeza de Jack hasta que el joven le sujeto la mano y senalo a traves de la ventanilla. Frank miro hacia la direccion indicada.
Incluso para alguien tan curtido como el resulto una sorpresa. La parte trasera de la Casa Blanca ocupaba todo su campo visual.
La mente de Jack funcionaba a toda maquina; las imagenes desfilaban ante sus ojos como en un montaje de video. La vision del presidente que se apartaba de Jennifer Baldwin con la excusa de que le dolia el brazo de tanto jugar al tenis. Solo que no habia sido el uso de la raqueta sino el pinchazo de un abrecartas que habia desencadenado esta locura. El desusado interes del presidente y el servicio secreto por la muerte de Christine Sullivan. La oportuna aparicion de Alan Richmond en el traslado de Luther al juzgado. «Llevadme hasta el.» El autor del video habia informado al detective que esas habian sido las palabras del presidente. «Llevadme hasta el.» Tambien explicaba la presencia de asesinos que podian matar en medio de un ejercito de policias y marcharse tan tranquilos. ?Quien podia detener a un agente secreto que protegia al presidente? Nadie. No era de extranar que Luther hubiera dado por hecho que nadie le creeria. El presidente de Estados Unidos.
Habia habido un hecho importante antes de que Luther decidiera volver al pais. Alan Richmond habia dado una conferencia de prensa donde habia manifestado su pesar por el tragico asesinato de Christine Sullivan. Sin duda el tipo se habia estado follando a la mujer, a saber como ella acabo muerta, y el muy cabron habia aprovechado para ganar votos demostrando que era un gran amigo, una persona dispuesta a enfrentarse con dureza a los criminales. Habia sido una actuacion de primera. Una autentica representacion teatral. Una mentira de principio a fin. La habian transmitido a todo el mundo. ?Que habia pensado Luther cuando vio la noticia? Jack creia saberlo. Ahi estaba la razon del regreso de Luther. Para ajustarle las cuentas.
Todas las piezas del rompecabezas encajaron sin problemas en cuanto aparecio el catalizador.
Jack miro una vez mas la mansion presidencial.
Tim Collin, desde un coche aparcado junto a una farola, echo otra ojeada al pequeno accidente de trafico, pero los faros de los vehiculos que circulaban por la calle le impidio ver con claridad ningun detalle. Junto a el, Bill Burton tambien contemplaba la escena. Collin se encogio de hombros, y despues subio el cristal de la ventanilla. Burton coloco la luz de emergencia en el techo, encendio la sirena, y, sin mas perdidas de tiempo, atraveso el porton trasero de la Casa Blanca para dirigirse a la zona de los tribunales en persecucion de Jack.
Jack miro a Seth Frank y sonrio mientras reflexionaba sobre el exabrupto del detective. La misma frase habia salido de la boca de Luther, en el segundo anterior a que le mataran. Por fin recordo donde la habia escuchado antes. El periodico arrojado contra la pared del calabozo. La fotografia del presidente en primera plana.
Delante del juzgado, mientras miraba al hombre. Las mismas palabras habian salido de la boca del viejo con toda la furia que habia sido capaz de reunir.
– Cabron hijo de puta -repitio Jack.
Alan Richmond miro por la ventana de su despacho mientras se preguntaba si su destino era estar rodeado de incompetentes. Gloria Russell parecia estar en trance, inmovil en una silla. Se habia acostado con la mujer media docena de veces y ya no le despertaba el menor interes. Se la quitaria de encima en el momento apropiado. En el proximo periodo presidencial formaria un equipo mucho mas capacitado. Subalternos que le dejarian tiempo para ocuparse de su vision particular del pais. No habia aspirado a la presidencia para preocuparse de los detalles.
– Veo que no hemos avanzado ni una decima en las encuestas. -No miro a la mujer. Incluso ya sabia la respuesta.
– ?Tiene alguna importancia ganar por el sesenta o el setenta por ciento?
– Si -afirmo Richmond, que se dio la vuelta furioso-. Si, maldita sea, es importante.
– Haremos otro esfuerzo, Alan -dijo la jefa de gabinete, sin animos para discutir-. Quiza podamos hacer algo en el colegio electoral.
– Es lo minimo que podemos hacer, Gloria.
La mujer desvio la mirada. Despues de las elecciones, se iria de viaje. Daria la vuelta al mundo. Donde no conociera a nadie y fuera una desconocida para todos. Un nuevo comienzo. Eso era lo que necesitaba. Entonces todo iria bien.
– Bueno, al menos nuestro pequeno problema esta solucionado. -Richmond la miro, con las manos a la espalda. Alto, delgado, muy bien vestido. Parecia el comandante de una armada invencible. Pero la historia habia demostrado que las armadas invencibles eran mucho mas vulnerables de lo que la gente pensaba.
– ?Te has deshecho del abrecartas?
– No, Gloria, lo tengo guardado en un cajon de mi escritorio. ?Quieres verlo? Quiza quieras llevartelo otra vez. -Su desprecio era tan evidente que ella sintio la necesidad imperiosa de acabar con la reunion. Se levanto.
– ?Hay algun otro asunto pendiente?
Richmond nego con la cabeza y volvio a mirar por la ventana. Russell se disponia a sujetar la manija de la puerta cuando vio que esta se movia.
– Tenemos un problema -anuncio Bill Burton mientras miraba a la pareja.
– ?Que es lo que quiere? -El presidente miro la fotografia que le habia dado Burton.
– La nota no lo dice -se apresuro a responder el agente-. Supongo que al tener a los polis pegados al culo busca hacerse con algun dinero.
– Me asombra el hecho de que Jack Graham supiera donde mandar la fotografia -comento Alan Richmond con la mirada puesta en Russell.
Burton no paso por alto la mirada malevola del presidente, y si bien no le interesaba defender a Russell, tampoco podia perder tiempo en un analisis erroneo de la situacion.