Sin embargo mientras se agachaba alcanzo a ver los rastros de unas pisadas. No se habia fijado antes porque ahora todo el trozo aparecia aplastado como si le hubieran pasado algo por encima. Se calzo los guantes mientras corria hacia el espejo y comenzaba a tironear del marco. Le grito a Collin que fuera a buscar algunas herramientas. Russell le miro atonita.

Burton inserto la palanqueta en un costado del marco mas o menos a media altura y con la ayuda de Collin tiraron de la herramienta. La cerradura no era muy solida; el sistema dependia mas del engano que de la fuerza bruta para guardar sus secretos.

Se oyo un chirrido, despues algo que se partia y a continuacion se abrio la puerta,

Burton se lanzo al interior seguido por Collin. En la pared habia un interruptor. El agente encendio la luz y los dos hombres echaron una ojeada.

Russell espio el interior, vio la silla. Al darse la vuelta, se quedo de una pieza. Veia la cama. La cama donde un momento antes… Se froto las sienes para aliviar el terrible dolor que sentia en la cabeza.

Un espejo de una sola cara.

Volvio la cabeza y se encontro que miraba por encima de su hombro y a traves del espejo. Su comentario de que habia habido alguien espiandolos habia resultado profetico. El agente miro a Russell sin saber que hacer.

– Debio estar aqui todo el tiempo -dijo Burton-. ?Todo el tiempo! No me lo puedo creer. -El hombre miro los estantes vacios-. Al parecer se llevo una buena carga. Dinero en metalico, joyas y bonos canjeables.

– ?Que mas da! -estallo Russell-. El tipo lo vio y escucho todo, y ustedes le dejaron escapar.

– Tenemos el numero de la matricula. -Collin esperaba otra sonrisa de premio y se quedo con las ganas.

– ?Y que? ?Cree que se quedara sentado tranquilamente en su casa a esperar que llamemos a su puerta?

Russell se sento en la cama. Le daba vueltas la cabeza. Si el tipo habia estado alli lo habia visto todo. Sacudio la cabeza. Una situacion mala pero controlable se habia convertido de pronto en un desastre incomprensible y fuera de su control. Sobre todo a la vista de la informacion que Collin le habia transmitido cuando entro en el dormitorio.

?El muy hijo de puta tenia el abrecartas! La sangre, las huellas digitales, todo; el camino directo a la Casa Blanca.

Miro el espejo y despues la cama, donde antes, no hacia mucho, ella habia estado montada sobre el presidente. En un gesto involuntario se apreto la chaqueta. De pronto le entraron nauseas. Se sujeto a uno de los postes de la cama. Collin salio de la camara.

– No olvide que el cometio un delito al estar aqui. Se encontrara metido en un follon si va a la poli. -Esto se le habia ocurrido al joven agente mientras revisaba la camara.

Tendria que haber pensado un poco mas.

– No tiene por que ir y entregarse para sacar tajada -replico Russell, que contuvo a duras penas el vomito ?Acaso no ha escuchado hablar del maldito telefono? Lo mas probable es que ya este llamando al Post. ?Joder! Y despues a los periodicos, y el sabado le veremos con Oprah y Sally charlando tranquilamente desde una isla con la cara borrosa. Despues aparecera el libro y a continuacion la pelicula. ?Mierda!

Russell se imagino la llegada de un paquete al Post, al edificio J. Edgar Hoover, a la oficina del fiscal general o al despacho del jefe de la minoria en el Senado, todos los posible receptores capaces del maximo dano politico, sin mencionar las repercusiones legales.

La nota que acompanaria al paquete les pediria que compararan las huellas y la sangre con las del presidente de Estados Unidos.

Pareceria una broma pero lo harian. Desde luego que lo harian. Las huellas digitales de Richmond ya estaban en los archivos. El ADN seria el mismo. Encontrarian el cadaver, averiguarian el tipo de sangre y les formularian mas preguntas de las que podrian contestar.

Estaban muertos, todos estaban muertos y enterrados. El muy cabron habia estado sentado alli, esperando su oportunidad. Sin saber que esta noche le habia tocado la loteria. Nada tan sencillo como el dinero. Estaba en sus manos derribar a un presidente, hacerle estrellarse contra el suelo sin ninguna posibilidad de supervivencia. ?Cuantas veces tenia alguien una oportunidad como esta? Woodward y Bernstein se habian convertido en superhombres, no podian hacer nada mal. Esto convertia al Watergate en algo ridiculo. No habia manera de controlarlo.

Russell consiguio llegar al bano por los pelos. Burton miro el cadaver y despues a Collin. No dijeron nada; sus corazones latian cada vez mas rapido a medida que eran conscientes de la enormidad de la situacion que se posaba sobre ellos como una lapida de cemento. Dado que no sabian que mas hacer, Burton y Collin buscaron el equipo de limpieza mientras Russell vaciaba el contenido de su estomago. Se marcharon al cabo de una hora.

Cerro la puerta sin hacer ruido.

Luther calculo que en el mejor de los casos dispondria de dos dias, o menos. Se arriesgo a encender la luz y de inmediato echo un vistazo a la sala.

Su vida habia pasado de la normalidad, o algo cercano, al mundo de las pesadillas.

Descargo la mochila, apago la luz y se acerco a la ventana.

Nada, todo estaba tranquilo. Escapar de aquella casa habia sido la peor experiencia de su vida, peor incluso que verse en medio de un ataque de los norcoreanos. Todavia le temblaban las manos. Durante el viaje de regreso le habia parecido que los faros de los otros coches le iluminaban la cara en busca de su secreto. En dos ocasiones se habia cruzado con vehiculos de la policia, y se habia quedado sin respiracion y el cuerpo banado en sudor.

Habia devuelto el automovil al deposito de coches de donde lo habia sacado «en prestamo» unas horas antes. La matricula no les llevaria a ninguna parte, pero alguna otra cosa si.

Dudaba de que le hubieran visto. Incluso si le habian visto no sabian mas que su estatura aproximada y su constitucion. La edad, raza y rasgos faciales seguirian siendo un misterio, y sin eso no tenian nada. Ademas, la velocidad de la carrera les haria pensar que se trataba de un hombre joven. Quedaba un cabo suelto, y el habia pensado en como manejarlo durante el viaje de regreso. Guardo todo lo que pudo de los ultimos treinta anos en dos maletas; ya no volveria.

Manana por la manana cancelaria las cuentas; eso le daria los recursos suficientes para marcharse bien lejos. Se habia enfrentado a demasiados peligros a lo largo de su vida. Pero no era dificil escoger entre enfrentarse al presidente de Estados Unidos o largarse.

El botin de esta noche estaba a buen recaudo. Tres meses de trabajo por un precio que podia acabar matandole. Cerro la puerta con llave y desaparecio en la noche.

4

A las 7 de la manana se abrieron las puertas doradas del ascensor, y Jack entro en la extension meticulosamente decorada que era la recepcion de Patton, Shaw amp; Lord.

Lucinda no habia llegado, asi que la mesa de recepcion, hecha de teca, que pesaba unos quinientos kilos y costaba unos veinte dolares el kilo, estaba desatendida.

Camino por los amplios pasillos, iluminados por la luz suave de los apliques de estilo neoclasico, doblo a la derecha, despues a la izquierda y un minuto mas tarde abrio la puerta de roble de su despacho. A lo lejos oia las campanillas de los telefonos a medida que la ciudad se despertaba dispuesta a trabajar.

Seis pisos, mas de diez mil metros cuadrados en la mejor zona del centro, que albergaban a mas de doscientos abogados muy bien remunerados, con una biblioteca de dos plantas, un gimnasio completo, sauna, vestuarios y duchas para hombres y mujeres, dos salas de conferencias, varios centenares de secretarias y personal diverso y, lo mas importante, una lista de clientes codiciada por todos los otros grandes bufetes del pais, formaban el imperio de Patton, Shaw amp; Lord.

La firma habia soportado el triste final de los ochenta, y despues habia cogido impulso cuando se acabaron los ultimos coletazos de la recesion. Ahora funcionaba a toda maquina porque gran parte de la competencia habia realizado reconversiones muy profundas. Contaba con algunos de los mejores abogados en casi todos los campos

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