disfrutaba de una felicidad que no habia tenido en anos. Ser soltera y sin hijos habia comenzado a preocuparle. Las reuniones con las colegas universitarias se le antojaban muy aburridas. Entonces Alan Richmond habia entrado en su vida. Le habia hecho ver la posibilidad de ascender al siguiente peldano. Quizas a un nivel al que ninguna mujer habia llegado. Esta posibilidad pesaba tanto en sus pensamientos que, en ocasiones, se estremecia de ansia,

Entonces habia pasado aquello. ?Donde estaba el? ?Por que no se habia puesto en comunicacion? Sin duda sabia lo que tenia en su poder. Si queria dinero, ella le pagaria. Los fondos reservados a su disposicion eran mas que suficientes para atender incluso las exigencias mas irrazonables, y Russell se esperaba lo peor. Esta era una de las cosas fantasticas de la Casa Blanca. Nadie sabia a ciencia cierta cuanto dinero costaba mantenerla. Eran muchas las agencias que contribuian con parte de sus presupuestos y personal al funcionamiento de la Casa Blanca. Con semejante desbarajuste financiero, las administraciones casi nunca tenian que preocuparse en conseguir dinero incluso para las compras mas extravagantes. No, penso Russell, el dinero no representaba ningun problema. Pero tenia muchos otros.

?El hombre estaba enterado de que el presidente no sabia absolutamente nada de la situacion? Esto la tenia con el alma en vilo. ?Que pasaria si el intentaba comunicarse directamente con Richmond? Se echo a temblar y se sento en una silla junto a la ventana porque no le sostenian las piernas. Richmond descubriria en el acto las intenciones de Russell. Eso estaba muy claro. El era arrogante pero no tonto. Y entonces acabaria con ella. Con toda tranquilidad. Ella estaria indefensa. No serviria de nada denunciarle. No tenia pruebas. Seria su palabra contra la de el. La arrojarian con los demas desperdicios politicos, condenada por todos y, lo que era peor, la olvidarian.

Tenia que encontrarle. Transmitirle un mensaje para que actuara a traves de ella. Solo habia una persona capaz de ayudarle. Volvio a su escritorio, se rehizo y continuo con el trabajo. No era el momento para dejarse arrastrar por el panico. Ahora mismo tenia que ser muy fuerte. Podia conseguirlo, controlar el resultado si dominaba los nervios y utilizaba la inteligencia que le habia dado Dios. Saldria de este embrollo. Sabia por donde comenzar.

Su plan habria llamado la atencion de aquellos que la frecuentaban. Pero habia una faceta de la jefa de gabinete que desconocian incluso los pocos que creian conocerla bien. Su carrera profesional siempre habia predominado sobre todos los demas aspectos de su vida, incluidas las relaciones personales y sexuales. Sin embargo, Gloria Russell se consideraba a si misma como una mujer muy deseable; poseia un lado femenino que se daba de bofetadas con su comportamiento oficial. El hecho de que pasaran los anos, cada vez mas rapido, aumentaba la preocupacion por este desequilibrio en su vida. No es que pensara en nada especial, sobre todo a la vista de la amenaza de una catastrofe, pero creia saber la mejor manera de realizar esta mision. Y de paso confirmar sus atractivos. No podia escapar de sus sentimientos como tampoco podia escapar de su sombra. Entonces ?para que intentarlo? Ademas, de nada le servirian las sutilezas con el blanco escogido.

Varias horas despues apago la lampara de la mesa y pidio su coche. Repaso la lista de agentes del servicio secreto que estaban de guardia y cogio el telefono. Al cabo de tres minutos, el agente Collin estaba en su despacho con las manos cogidas delante en la pose habitual de todos los agentes. Ella le indico con un gesto que esperara un momento. Se arreglo el maquillaje y formo un ovalo perfecto con los labios mientras se los pintaba. Observo de reojo al hombre alto y delgado junto a la mesa. A cualquier mujer le hubiese sido dificil no fijarse en alguien que parecia un modelo de portada. Que su profesion le llevara a vivir al borde del peligro y que el tambien podia ser peligroso le hacia aun mas interesante. Como los chicos malos del instituto que tanto atraian a las chicas, aunque solo fuera para escapar, momentaneamente, del aburrimiento de sus vidas. Llego a la conclusion de que Tim Collin habia roto mas de un corazon de mujer a lo largo de su relativamente corta vida.

Esta noche era una de las pocas en que su agenda estaba libre. Aparto la silla y se calzo los zapatos. No vio como el agente Collin echaba un rapido vistazo a sus piernas antes de volver a mirar al frente. De haberlo hecho, se habria sentido halagada.

– El presidente ofrecera una conferencia de prensa la semana que viene en el juzgado de Middleton, Tim.

– Si, senora, a las nueve y treinta y cinco de la manana. Ya nos estamos ocupando de los preliminares - contesto Tim sin desviar la mirada.

– ?No le parece un poco raro?

– ?En que sentido, senora? -Esta vez el agente la miro.

– Estamos fuera del horario de trabajo, puede llamarme Gloria. Collin se balanceo incomodo de un pie al otro. Ella le sonrio al ver su inquietud.

– Sabe cual es el motivo de la conferencia de prensa, ?no es asi?

– El presidente se referira… -el agente se ahogo por un momento- al asesinato de la senora Sullivan.

– Asi es. El presidente ofrecera una conferencia de prensa para tratar del asesinato de una ciudadana privada. ?No le resulta curioso? Creo que es la primera vez en la historia de la presidencia, Tim.

– No lo se, seno… Gloria.

– Ha pasado mucho tiempo con el en estos dias. ?Ha notado algo extrano en el comportamiento del presidente?

– ?Como que?

– Si le ha visto nervioso, preocupado. Mas de lo habitual. Collin meneo la cabeza. No sabia a que venia esta conversacion.

– Pienso que tenemos un pequeno problema, Tim. Quizas el presidente necesitara nuestra ayuda. ?Esta dispuesto a ayudarle?

– El es el presidente, senora. Es mi trabajo cuidarle.

– ?Esta ocupado esta noche, Tim? -pregunto la mujer mientras buscaba algo en el bolso-. No esta de servicio, ?verdad? Se que el presidente no saldra.

El asintio.

– Ya sabe donde vivo. Venga en cuanto acabe el turno. Me gustaria continuar esta conversacion en privado. Supongo que no le importara ayudarnos a mi y al presidente, ?no es asi?

Esta vez la respuesta de Collin fue inmediata.

– Estare alli, Gloria.

Jack llamo otra vez a la puerta. Nadie respondio. Las persianas estaban cerradas y no habia luz en el interior de la casa. Estaba dormido o habia salido. Miro la hora. Las nueve. Recordo que Luther Whitney casi nunca se acostaba antes de las dos o las tres de la madrugada. El viejo Ford estaba aparcado en el camino particular. El porton del garaje estaba cerrado. Jack miro en el buzon junto a la puerta. Lleno hasta los topes. Mala senal ?Que edad tenia ahora Luther? ?Sesenta y pico? ?Encontraria a su amigo tendido en el suelo, con las manos aferradas al pecho? Jack miro a su alrededor y despues levanto una de las esquirlas del macetero mas cercano a la puerta. Alli estaba la llave de recambio. Volvio a cerciorarse de que nadie le espiaba antes de abrir la puerta y entrar.

La sala de estar estaba limpia y en orden. Todo en su lugar.

– ?Luther? -Cruzo el vestibulo guiado por los recuerdos de la sencilla configuracion de la casa. El dormitorio a la izquierda, el bano a la derecha, la cocina en la parte de atras, una pequena galeria cerrada y un jardin en el fondo. Luther no estaba en ninguna de estas habitaciones. Jack entro en el pequeno dormitorio, que, como el resto de la casa, estaba aseado y en orden.

Sobre el velador habia unos cuantos cuadros con fotos de Kate, que le miraban cuando el se sento en el borde de la cama. Jack se levanto en el acto y salio del dormitorio.

Los pequenos cuartos de la planta alta solo tenian un par de muebles. Escucho con atencion durante un momento. Nada.

Se sento en la silla metalica de la cocina. No encendio la luz Permanecio en la oscuridad mientras pensaba. Tendio la mano y abrio la puerta de la nevera. Sonrio al ver el contenido; dos cajas de seis cervezas. Siempre se podia contar con Luther para conseguir una cerveza fria. Cogio una y salio por la puerta de atras.

El pequeno jardin estaba seco. Los helechos y las cintas apenas si se aguantaban, incluso las protegidas por la sombra de un roble, y las clematides que trepaban por la cerca estaban marchitas. Jack observo los parterres que Luther cuidaba con tanto mimo y vio mas victimas que supervivientes de la canicula.

Se sento y bebio un trago de cerveza. Era obvio que Luther llevaba ausente desde hacia varios dias. ?Y que?

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